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Canciones sobre Hijos: “El Hijo” en la Música Mexicana

El último Día de las Madres, exploramos canciones en la Colección Frontera que se dedicaban a las madres, especialmente en la música mexicana. El puro número de canciones populares que expresan reverencia y devoción a las madrecitas reveló lo que se podría llamar un culto de la maternidad en la cultura mexicana.

Los archivos también contienen una gran colección de obras que exploran otro lado de ese lazo íntimo en las familias—canciones sobre los hijos. No es para discriminar, pero el enfoque de este blog será el género masculino, no las hijas. (De hecho, la colección contiene marcadamente menos canciones sobre las hijas, sólo 57 títulos con la palabra “hija,” comparado con más de 300 títulos con “hijo.”) Pero en este caso, excluir a las mujeres podría ser una cosa buena. Como veremos, las canciones sobre los hijos suelen tratarse de muchachos, o padres de estos hijos, que se portan mal.

Todos hemos escuchado la parábola del hijo pródigo, el que se lleva la herencia de su padre y se va de la casa, para luego volver indigente y rogando que lo perdonen. La historia aparece bastante regularmente en la música popular en inglés, con versiones por grupos desde los Rolling Stones hasta Kid Rock y U2. En la Colección Frontera, el tema del pródigo—y sus muchas variantes—es ampliamente representado. Al momento de escribir esto, hay 15 grabaciones que tienen el título específico, “El Hijo Pródigo,” y se basan bastante fielmente en la historia bíblica.

En la cultura pop anglo, sin embargo, no se encuentra la misma obsesión generalizada con diseccionar los lazos familiares y aseverar los valores que definen la relación entre los padres y sus hijos. En las canciones mexicanas, por otro lado, la relación muchas veces conflictiva y trágica entre el hijo extraviado y sus padres se examina desde varias perspectivas. No hay solamente el hijo pródigo, sino también “El Hijo Desobediente,” “El Hijo Malvado,” “El Hijo Malo,” “El Hijo Ingrato,” “El Hijo Infame” y “El Hijo Arrepentido.”

Muchos de estos cuentos tienen un giro que los hace aún más mexicanos. En el evangelio, es el hermano bueno, el que se quedó en casa, que aprende una lección por la generosidad de su padre en darle la bienvenida a su hermano errante. En la versión mexicana, el mismo hijo pródigo aprende las severas lecciones de la vida. El niño ambicioso no simplemente se va para luego fracasar. Después de ignorar el consejo sabio de sus padres, muchas veces escoge una vida disoluta de andar detrás de las mujeres y de bar en bar, y luego recurre a las drogas, pidiendo limosna o robando cuando se acaba el dinero.

Añada a eso el giro trágico. En la música mexicana, el hijo pródigo casi siempre vuelve a la casa para encontrar a su madre muerta. Esto provee una nueva moraleja al fin del cuento, algo diferente en el corrido que en la Biblia. La absolución paternal ya no es relevante. Es más bien una advertencia a otros hijos para que no cometan el mismo error; es decir, los hijos deben valorar a sus madres mientras todavía viven. Por eso, el cuento admonitorio del corrido todavía suena algo bíblico: Arrepienta antes de que sea demasiado tarde.

En las interpretaciones de “El Hijo Pródigo” en los corridos en la colección—por artistas importantes como Los Alegres de Terán, Carlos y José, y Lydia Mendoza—el hijo despiadadamente les da la espalda a sus padres, sólo para luego volver y encontrarlos a ambos muertos. En su dolor, se hace ladrón (En mi mayor aflicción/Quise enseñarme a robar), y luego lo arrestan y va a la cárcel. Desde tras las rejas, les aconseja a sus amigos de evitar el mismo destino: Yo les digo a mis amigos/Todos los que están aquí/Que no abandonen a sus padres/Y les pase lo que a mí.

Otras canciones parecidas ofrecen una variación extrema del tema. En “El Hijo Malvado” por Los Artísticos de Jr. Farias, el hijo malévolo es confrontado en un bar por su madre, quien lo urge a dejar el trago y las chicas de la noche. Pero, “como un perro rabioso,” el hijo arrastra a su vieja fuera de la cantina por el cabello plateado. Cuando vuelve al bar, encuentra que el objeto de sus deseos lo ha dejado por un amigo. Y cuando vuelve a la casa, encuentra a su madre muerta “de un corazón roto.”

Pero existen destinos aún peores para los muchachos ingratos. En “El Hijo Malcriado” por Los Madrugadores, el hijo recibe un merecido horripilante. Desdeña con arrogancia el desayuno que le ofrece su madre y su invitación a la iglesia para pedirle ayuda a Dios. Cuando le dice a la anciana cariñosa que no quiere la ayuda de nadie, ella dice que él tiene el corazón frío y que se lo deben arrancar. Esta profecía se hace verdad cuando el hijo es pisoteado por un caballo que le arranca el “miserable corazón.” En la estrofa final, la gente del pueblo recoge los pedazos y corren a decirle a su madre lo que ha pasado.

Claro, hay dos lados de cualquier relación. En muchas de estas canciones, se culpa también a los adultos por haber sido malos padres. Muchas veces estas historias son contadas en primera persona por el hijo abandonado, quien se encuentra herido, amargado y enfurecido. El caso clásico es “El Hijo Abandonado,” un relato lastimero de un muchacho olvidado que quiere encontrar a sus padres irresponsables y preguntarles por qué lo habían dejado. Subrayando el estigma de toda la vida de no haber sido querido, el muchacho dice que se burlan de él en su pueblo y que, sin padres, ni sabe si fue bautizado.

La moraleja se entrega en lenguaje franco y terminante: La gente le echa la culpa al bastardo, dice la letra, cuando la culpa es de las parejas que engendran “el fruto de su pecado,” sólo para después matarlo o regalarlo.

 

Muchos culpan a aquel hijo que es bastardo,

No a los padres que lo dejan engendrado.

Aquel hijo es solo fruto de un pecado,

Y lo matan o lo dejan regalado.

 

Hay también canciones de indignación moral contra los padres cuyo comportamiento inmoral pone en marcha consecuencias trágicas. En “El Hijo de Nadie,” por ejemplo, dos jóvenes se enamoran sin saber que son hermanos porque ninguno de los dos había conocido a su padre ausente. Cuando se dan cuenta del “Error criminal del destino,” hacen un pacto de suicidio para terminar su estado de pecado. La ira del narrador es personal porque, como explica la canción, él también fue abandonado por su padre y también puede llamarse un “hijo de nadie.”

 

Son culpables los padres más crueles

Que jamás merecieron ser hombres.

Van por allí engañando mujeres,

Y negando a sus hijos el nombre.

Yo no entiendo porque no se mueren

Antes que hagan maldad y traiciones.

 

Muchas telenovelas en español se basan en este concepto melodramático de parientes que se encuentran sin querer después de una separación en la infancia. Siempre hay un destino trágico en juego. La trama es bastante parecida en algunas de estas canciones. En la canción apropiadamente llamada, “Hijo, el Señor Es Tu Padre,” por el rey del conjunto Tex-Mex Tony de la Rosa, un hijo ya crecido se encuentra con un veterano viejo y canoso que le muestra una foto de una mujer que anda buscando: la esposa a quien no ha visto desde que se fue a la guerra. Inevitablemente, la mujer en la foto es la mismísima madre del joven. En “Hijo sin Padre,” una canción sobre otro encuentro al azar, una canalla que abandonó a su esposa durante su embarazo se arrepiente cuando luego la divisa y se ve “más bonita que nunca” en la calle con su hijo. Se acerca, roto de remordimiento, y le pregunta el nombre del muchacho. Pero en vez del nombre, recibe una cachetada verbal de su ex: “Me dijo, ‘Lleva tu nombre/Mas no lleva tu apellido/Porque el sólo tiene madre/Pues padre, nunca ha tenido.’”

Las variaciones del tema del “hijo” son sin fin. Hay muchas canciones dedicadas a los padres irresponsables y vagos. Hay diálogos entre padre e hijo. Hay canciones sobre el “hijo de” héroes de otras historias, continuaciones, como el famoso corrido, “El Hijo de Juan Charrasquedo.” Y claro que también hay canciones que usan la palabra “hijo” metafóricamente, para indicar el legado de cierto lugar o cierta tradición, como “Hijo del Palenque” o el clásico por José Alfredo Jiménez, “El Hijo del Pueblo.”

Por último, si bien no menos importante, no nos olvidemos de las canciones sobre los hijos buenos, con padres felices. ¡Sí existen!

Siga leyendo para ver más ejemplos de las muchas maneras en que los hijos y sus padres se representan en las canciones de la Colección Frontera.

 

--Agustín Gurza

 

Padres Malos, Madres Malas e Hijos Malos

 

  1. “Plegaria de un Hijo” por Pepito Gutiérrez

 

(America 109-A)

 

El título inocente de “Plegaria de un Hijo” oculta la trama medio siniestra de la canción. Es hecha, de manera interesante, con un dulce trio de guitarras como un tango, un género que comparte algunas de las pasiones más melodramáticas de los corridos mexicanos.

En este caso, el narrador es un hombre de familia decente que vuelve del trabajo un día con regalos para su hijo y su querida esposa, y encuentra a su mujer acostada con otro hombre. Cuando los mata a cuchilladas a los dos, se despierta su hijo y en vez de espantarse, el hijo trata de tranquilizar a su papá homicida:

 

Me dio pena con el nene que despertó y me decía,

            No te acobardes, Papito, que nada te va a pasar.

            Yo me voy con abuelita, rezaremos noche y día

Para que pronto, Papito, Dios te deje regresar.

 

Eso no suena como un niño cuyo papá acaba de asesinar a su mamá. Pero conmovió tanto al padre que se confesó con la policía, y por eso sabemos lo que pasó en la primera estrofa de la canción.

 

  1. “Pero Vuelve (Por Nuestro Hijo)” por Canario

 

(Island RVLP-516)

 

En esta canción, la mamá es la mala. Ella ha salido a tomar y a ir de bar en bar en brazos de otros hombres. El narrador es su marido, con el corazón roto, que le ruega que, como dice el título, vuelva “por nuestro hijo.” Hace mucho tiempo que se fue Mamá y el muchachito sigue preguntando por ella, dice el padre. Al niño le ha dicho una mentira piadosa: que Mamá se ha “ido con una amiga para comprarte un juguete, y volverá pronto.” No sabemos si el muchacho se lo cree, ya que ese viejecito a la tienda sería el más largo en la historia de Toys R Us.

Como gesto de perdón y altruismo, el marido dice que no guarda rencor por su alcoholismo y traición, que han “manchado” su nombre. Pero su hijo (su “hijo del alma”) no tiene la culpa, explica, y le ruego por Dios que vuelva a la cabecera del muchacho.

 

No te guardo rencor por lo que tu hiciste,

Que manchaste mi nombre por causa del licor.

Nuestro hijo del alma, él no tiene la culpa;

Vuelve hasta su camita, te lo ruego por Dios.

 

Por ahora todo bien. Pero entonces el señor añade que quiere que vuelva para que se acurruque junto a su hijo y para que le muestre el amor maternal—“aun si sigues tomando tu maldito licor.” El padre entonces ofrece alejarse como un sacrificio, por el bien de su hijo, aunque le sangre el corazón. Entonces le dice a Mamá que si el niño pregunta por su padre, ella debe contarle otra mentira piadosa: que él está muerto.

            Ahora el plan no parece tan bueno.

            La música, de todas formas, es excelente, interpretada en un estilo tropical por la famosa orquesta puertorriqueña de Canario y Su Grupo.

 

  1. “El Hijo Malvado” por Dueto Estrella

 

(DLV 260)

 

En este narcocorrido tradicional, el protagonista más que iguala el título de “El Hijo Malvado.” Es la historia de un hombre sincero que vive cerca de la frontera y trabaja la tierra para criar a sus hijos. Pero sueña con tener más, con comprar una hermosa casa para su “esposa adorada” y enviar a su hijo a la universidad para que se haga médico o un abogado famoso. Por eso recurre al narcotráfico y empieza a ver que sus sueños se hacen realidad.

Pero “el destino malvado” se vuelve en contra de él cuando su hijo empieza a usar drogas y lo corren de la escuela por “faltas a la moral.” El hombre es consolado por su esposa “abnegada,” quien guarda sus heridas en silencio.

El lado malvado del hijo sale de verdad cuando su padre decide negarle el dinero. El hijo ingrato denuncia a su padre, quien es sentenciado a la prisión por ser narcotraficante.

Mientras se encuentra tras las rejas, nos dice que su “noble esposa ha dejado de sufrir” – porque el hijo malvado le quitó la vida.

Y eso es tragedia de proporción griega.

 

Modelos Malos

 

  1. “El Hijo Del Gato Negro” por Héctor y Aurelio

 

(D.L.B. 807-B)

 

Dado el escándalo reciente sobre las repetidas fugas del infame narcotraficante mexicano El Chapo, esta canción, escrita por Salomé Gutiérrez, nos recuerda que no hay nada nuevo bajo el sol. Es un corrido sobre “El Gato Negro,” un traficante que siempre se escapa de las autoridades, aun cuando lo tienen atrapado. El vuelco aquí es que la historia es contada por el hijo del Gato Negro, quien de grande se hace agente federal de drogas, “luchando siempre contra las drogas y protegiendo a la sociedad.”

Las primeras estrofas son narradas por el hijo como muchacho, con un toque de admiración por su viejo, un bandido de mala fama a quien le encantaba “jugar su suerte con los cherifes de inmigración.” El muchacho lo recuerda bien cuando llegaba a casa al amanecer, “todo de negro, pañal al cuello,” llevando una pistola.

Pero el muchacho también recuerda cómo sufrió su madre cuando encarcelaron a su padre. Por eso, juró ante la Virgen “ser bueno para no causarle ningún dolor,” una promesa que presuntamente lo llevó a ingresar en los cuerpos policiales.

Sin embargo, la canción tiene una conclusión ambigua. Por cosas del destino, su equipo persiguió y cercó a la temible Banda del Gato Negro y, después de una “infierno de metralletas,” incautó las drogas. Hubo bajas en los dos lados, pero “mi padre era muy astuto, y el Gato Negro volvió a escapar.”

            ¿Fue el hijo que le dejó escaparse? La canción no dice. Pero sigue habiendo admiración. Y no se olvide: Juró nunca jamás volver a lastimar a su madre.

            La Colección Frontera tiene dos otras versiones de la canción, por Los Rebeldes del Bravo y La Herencia Chicana. Hay una tercera grabación con el mismo título, por Los Colores de Rubén Villareal, pero se vira por otro camino, en el cual el hijo es pleno coconspirador del Gato Negro, aun como niño.

 

2. “El Hijo del Casado” por Los Alegres De Terán

 

(Miami Records 9083-A)

 

Mire que de tal palo, tal astilla.

Esta canción, “El Hijo del Casado” por Ernesto Rau Díaz, se trata de un autodenominado casanova que no se disculpa por ser mujeriego—¡porque lo heredó de su padre!

El hijo admira al viejo como “un caballero, galante con las mujeres,” quien “se gasta su dinero para disfrutar de placeres.” Así que hace correr la voz que busca a una esposa que pueda comprenderlo, porque “la libertad es bonita.”

 

Ahora yo quiero casarme y busco una señorita,

Que sepa consecuentarme, pues la libertad es bonita.

 

Como anuncio personal, esta canción no tiene vergüenza. El hombre ofrece sus “quereres” y “el respeto” de su nombre, pero reserva el derecho de seguir siendo “hombre” con “otras mujeres.”

 

Yo le doy con mis quereres el respeto de mi nombre,

Pero con otras mujeres no dejaré de ser hombre.

 

Entonces llega la racionalización: Lo que ves es lo que obtienes. Ya que le previene a la potencial esposa, ella nunca puede ser decepcionada. ¿Para qué mentir? Hay momentos en los cuales un hombre debe “ser sincero.” A la mujer que acepte sus condiciones, le dice:

 

Te he de querer más que a todas.

Tu siempre serás mi esposa.

Igual que el día de la boda,

Así seguirá la cosa.

 

            La moralidad es difícil de explicar—para todos menos el padre.

 

Diálogos con el Hijo

 

  1. “Súplica de un Hijo” por Chavita

 

(Columbia 10219)

 

Hay al menos dos diferentes versiones de la canción “Súplica de un Hijo.” Las dos se cuentan por lo menos en parte desde la perspectiva del niño, pero sus súplicas son completamente distintas. En una, un hijo ruega por el amor de su madre. En la otra, suplica que su padre vuelva a casa después de un divorcio.

La primera grabación, por Chavita, presuntamente una niña estrella, sacó todo el provecho posible del melodrama. (El fino acompañamiento musical es del consumado Mariachi Tenochtitlán de Heriberto Aceves.) El narrador es un niño que suplica por algo de atención positiva de su madre, a quien le llama “Mamita,” el diminutivo cariñoso que demuestra que aun la quiere a pesar de su trato cruel y su negligencia. Pero para hacer la situación aún más ruin, el niño le pregunta por qué lo trata tan diferente que a sus hermanos. Lastimosamente, suplica, “Mamita, ¿por qué a mis hermanitos les das muchos besitos, y a mí me tratas mal?” Si los oidores todavía no lloran, le ruega a su madre que lo saque a caminar con sus hermanos, para que todos puedan verlos caminando mano a mano.

La colección incluye por lo menos dos otras versiones de este bolero escrito por Basilio Villarreal—por el grupo norteño Hnos. Moreno (Cima 298) y por Gracielita Ayala, otra niña cantante (ZaZ 175)—pero estas dos son de mucho menos calidad que la de Chavita.

 

  1. “Súplica de un Hijo” por Los Vigilantes

 

(Cima 232)

 

En esta segunda versión de la canción, con un tema completamente distinto, un hijo arma un diálogo con su padre ausente. Él también usa el diminutivo para dirigirle la palabra a su papá, y dice, “Papito, ven para acá. Quiero platicar contigo. Quiero saber el motivo por qué no has venido a ver a Mamá.” Claro, los padres son separados y el niño tierno le dice a su papá que le duele ver que su madre sufre.

La súplica no recibe ninguna compasión del padre herido. En su lugar, el muchacho recibe un sermón, y luego su padre intenta hacerle sentir culpable. “Hijo de mi corazón, no entiendes estas cosas,” le dice al niño. “Si tu madre fue mi esposa, pronto la voy a olvidar.”

¡Ay! Eso duele. Y luego el padre egoísta le da otro giro al cuchillo:

 

Déjame con mi dolor,

No hagas más grande mi pena.

Si contigo ha sido buena,

Para mí fue un mal amor.

 

Uno pensaría que tal respuesta tan fría disuadiría al pobre joven. Pero la canción termina con la misma “súplica” triste del hijo, la súplica que cayó en oídos sordos: “Papito, ven para acá.”

Esta versión, con vocales por Lucio Treviño, también está en el sello Cima, basado en San José. Otra grabación con la misma letra, por Lalo Ledesma en el sello Fama de San José, incluye un saxófono jazzístico de la banda de acompañamiento, Juan Zuñiga y Su Combo.

 

Canciones Humorísticas a Hijos de…

 

  1. El Hijo de Susie” por Juan Resendez y otros artistas

 

Esta canción es la canción humorística por excelencia, sacando provecho del insulto bien conocido que empieza con las palabra “el hijo de….” Para evitar la profanidad, el compositor, Juan Resendez, utiliza un juego de palabras con el nombre femenino en inglés, “Sue,” que es homófono de la preposición “su” en español. Hay una docena de grabaciones de la canción en la colección, todas por el mismo autor, pero con pequeñas variaciones en el título: más largo, como “El Hijo de Susana,” o más corto, como “El Hijo de Su….”

Todas describen al mismo tipo: un vago que duerme tarde y les roba a sus amigos, a quien le gusta gastar el dinero pero que nunca trabaja, a quien le gustan las muchachas pero que nunca se baña. La canción es un fenómeno puramente Tex-Mex, grabada por sellos discográficos basados en los EEUU con acompañamiento mayormente de conjunto o norteño.

Dos versiones son notables: una por un joven Freddy Fender en el sello Hacienda, basado en Corpus Christi, con una guitarra vibrante; la otra, con un sonido aún más country, es por el mismísimo compositor. Como compositor, Resendez tiene sólo cuatro canciones más en la Colección Frontera, la mayoría en un estilo humorístico. Incluyen su propia interpretación de “El Ha! Ha! Ha!” y la cancioncilla bilingüe de country-norteño-rap, “Going Down to Mexico” por los California Earthquakes.

 

  1. “El Hijo de la Musiquera” por Los Huracanes del Norte

(Luna L-216)

Esta canción me hace acordar de los días que pasé como dueño de tienda de discos en el Este de Los Ángeles durante la década de 1980. Uno los éxitos más grandes entre los sencillos fue una canción humorística llamada “La Musiquera.” Se trata de un tipo que deja a su novia después de darse cuenta de que ella ha estado coqueteando con una galaxia de grandes estrellas. Según la versión, cambia l tipo de celebridad que la atrae, junto con el género de música. En la grabación por Los Marianos de Arizona, se dice que la musiquera ha estado con una serie de cantantes encantadores de pop, desde José José hasta Camilo Sesto y Alberto Cortez. Pero en la interpretación por Los Huracanes del Norte, en el sello Luna, basado en San José, ha estado juntándose con artistas norteños y gruperos, desde Ramón Ayala hasta Jorge Hernández de Los Tigres del Norte. En este caso, el novio desafortunado escucha los rumores de pinchadiscos conocidos y promotores en diferentes pueblos, quienes son nombrados. Y aquí he un aparte interesante sobre L.A.: hay una referencia al Hotel Alexandria que está en el centro, donde hubo muchos bailes latinos en las décadas de 1970 y 1980, en el cual la musiquera fue vista pasando el rato con los tipos de Los Freddys, un grupo popular de Guadalajara.

La continuación de la canción “Hijo de la Musiquera” también es por los Huracanes, quienes, como Los Tigres, son de San José. Ahora, los pinchadiscos murmuran que la musiquera tiene un hijo, lo cual, la canción sugiere, era inevitable. Otra vez, se incluye una larga lista de posibles padres – tal vez alguien de La Sonora Santanera o Los Babys. El chiste al final – quizás de mal gusto – revela que el padre es, de hecho, Juan Gabriel, conocido por su imagen pública gay. La estrofa final declara que, ya que el padre se ha presentado, ella es ahora una “mujer decente” y ya no es musiquera.

 

El padre ya apareció

Del chavito de la güera.

Ahora ya es mujer decente,

Y no anda de musiquera.

 

 
 

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