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Carlos Gardel

El Tango: Prospera a Través de la Renovación Constante

El tango argentino es uno de un puñado de estilos de canción y baile —junto con el flamenco español y el mambo cubano— que surgieron de fusiones culturales en el mundo hispanohablante y ganaron popularidad global en el siglo XX. La manía por el tango que recorrió Europa y los Estados Unidos durante la primera mitad del siglo pasado se habrá desvanecido. Pero el tango como forma artística sigue vigente, tanto en las formas tradicionales como las contemporáneas.

Con sus orígenes de los fines del siglo XIX, el tango ha resultado extraordinariamente adaptable. La flexibilidad del género lo ha permitido combinarse fluidamente con el jazz, el flamenco, el bolero y la salsa, sin mencionar adaptaciones del pop norteamericano que convirtieron al tango en el estereotipo de llevar una rosa entre los dientes. En los Estados Unidos, el éxito comercial del género fue impulsado tanto por las películas como por los discos, incluso muchas grabaciones históricas de 78 rpm hechas en Nueva York por los músicos de tango más importantes del día.

Me acordé recientemente de las cualidades transcendentes del tango al ver una publicación en Facebook escrita por mi hermano menor, Roberto Gurza, un psicólogo de clínica que trabaja en Colorado. En la publicación, mencionó el tango clásico “Nostalgias,” que evocó memorias de la predilección de nuestro padre por tocar los discos en su equipo estéreo de los 1950. Mi hermano comparaba dos versiones de la canción: una interpretación de la vieja escuela por Carlos Gardel, el cantante de tango argentino por excelencia, y una versión moderna matizada del flamenco por la cantante española Buika, con su voz ardiente y ahumada. Como niño, él consideraba la primera cursi; la versión nueva ahora hizo que la vieja le fuera significativa.

La publicación de mi hermano me recordó de la primera vez que descubrí la canción, de una manera indirecta a través de la música salsa. No soy ningún experto en el tango, pero siempre me fascinaban las canciones de tango que ocasionalmente aparecían en los discos del boom de salsa en los 1970, cuando estuve en la universidad.

La versión de “Nostalgias” que escuché la primera vez fue un bolero por el excéntrico cantante de salsa Ángel Canales, ¡cuyas voces tienen algo del sonido extraño y nasalizado del puré de palabras asociado con Bob Dylan! Es una interpretación poco convencional de la canción, ciertamente, pero me conmovió el completo desengaño de las letras, que eran para cortarse las venas, proyectando una agonía acentuada por el encanto singular y emotivo de Canales. Su versión termina con sus improvisaciones mientras la banda toca un ritmo de baile lento y constante.

El disco de Canales no atribuye la canción a sus famosos compositores: el pianista Juan Carlos Cobían y su colaborador de mucho tiempo, el letrista Enrique Cadícamo. Su canción apareció en la película de 1937, Así Es el Tango, una comedia musical hecha en Argentina. En este videoclip, a los 40 minutos, un personaje desconsolado toca la próximamente famosa melodía en el piano para un amigo. Un año antes, “Nostalgias” había sido grabado por Charlo, un gran artista de tango, acompañado por solamente unas guitarras, como lo eran muchos tangos tempranos. (Charlo también hizo una impactante versión de la canción con orquesta que se puede escuchar en el sitio web especializado TodoTango.com.) Tres décadas más tarde, Libertad Lamarque, considerada la primera dama del tango, interpretó la canción en la película El Hijo Pródigo, hecha en México, donde Lamarque era una figura bien amada.

Para comparar, considere esta grabación de 1957 por el director musical Freddy Martin, con “Nostalgias” traducido como “My Lost Love” (“Mi Amor Perdido”). En el video, un locutor estilo Lawrence Welk presenta la canción con una línea apropiada para un salón de baile de mediados del siglo: “Bueno, una fiesta de baile no sería completa sin el ritmo elegante de un tango.”

Puede escucharse una vasta diferencia en estas interpretaciones. La versión norteamericana es un poco demasiado parecida a una marcha y metronómica. El tango auténtico es mucho más modulado —rápido y lento, fuerte y suave, alto y bajo— como el mismo acento del español argentino hablado. El género, sin embargo, no es exclusivo a la Argentina. Sus raíces se extienden por toda la región que rodea Río de la Plata, que marca la frontera entre Argentina y Uruguay. Montevideo también es una capital del tango y, de hecho, el estilo tiene orígenes parecidos a los del candomblé, un género popular con raíces africanas.

El tango comparte su ascendencia africana y española con esos otros estilos de canción y de baile mencionados antes, el flamenco y el afrocubano. No es de sorprender que originalmente los tres fueron desdeñados como la música vulgar e inmoral de las clases bajas y sucias. Como con los blues norteamericanos, los estilos despreciados resultaron revolucionarios, y eventualmente emergieron como una fuerza de cultura pop global. (Hay una abundancia de historias del tango disponibles, tanto en español como en inglés.)

En los Estados Unidos, el tango se hizo un producto comercial, diluido para el consumo masivo. Las audiencias aquí tal vez conozcan mejor la exagerada cancioncilla de tango “Hernando’s Hideaway,” de la película de 1957, Pajama Game. La canción, en su versión más popular por Archie Bleyer, tiene castañuelas españolas y la exclamación “Olé” —ninguna de las cuales tiene nada que ver con el tango, lo cual comprueba de nuevo que la autenticidad cultural no es prioridad de Hollywood. Hay versiones de la canción por The Everly Brothers (lamentablemente), Ella Fitzgerald (interesantemente) y Harry Connick Jr (débilmente) en un reestreno de la obra en Broadway.

En los EEUU, la fascinación con el tango continuó a lo largo del nuevo milenio, con producciones en Broadway como Tango Argentino (1985) y Forever Tango (1994), como también la suntuosa película del director español Carlos Saura, Tango (1998). Luego, en 2002, una encarnación toda nueva, llamada “el nuevo tango tecno,” fue creada por la banda Bajofondo, dirigido por Gustavo Santaolalla, el famoso músico argentino que vivía en L.A.

Una búsqueda en la Colección Frontera produce casi 1,000 grabaciones de tango, y ésas son solo las que son identificadas por género en el sello discográfico o en el título de la canción. El archivo no especifica un género si no aparece en el sello. Así que es probable que hay muchos más tangos en la colección que los que aparecen en una búsqueda por género.

Buscar por artista revela docenas de grabaciones por grandes estrellas del tango, incluso Juan D’Arienzo, Aníbal Troilo, Francisco Canaro, Osvaldo Fresedo, Hugo del Carril, Libertad Lamarque y Carlos Gardel.

Una búsqueda por título de canción produce muchas grabaciones de tangos que se han vuelto estándares latinos —“Adiós Muchachos,” “Cuesta Abajo,” “El Choclo,” “La Cumparsita”— interpretadas por artistas que van desde el gran Gardel con un bandoneón, el instrumento clásico del tango que es parecido a un acordeón, hasta Flaco Jiménez con su acordeón tejano-mexicano. El tango de Gardel, “Por una Cabeza,” fue usado en la escena de baile en Scent of a Woman, protagonizado por Al Pacino.

La Colección Frontera contiene también un disco entero de tangos por Agustín Lara, el Cole Porter de México, titulado “Tangos de Agustín Lara 1929-1939: Grabaciones Originales.” Y, como otro ejemplo del cruce de géneros, hay un disco entero de rancheras mexicanas hechas en estilo de tango, completo con orquesta e inflexiones argentinas, titulado, “Las Más Bonitas Canciones Mexicanas al Estilo Pampero,” por Alfredo Antonio.

Me sorprendió encontrar en el archivo una canción por uno de mis grupos puertorriqueños favoritos de las décadas ’70 y ’80: Haciendo Punto en Otro Son, parte de un movimiento musical que revitalizó las raíces folclóricas de la isla. La canción, con el título sencillo de “Tango,” es una parodia que utiliza letras bufonescas sobre la ropa interior para burlarse del melodrama del género. No fue coincidencia que el vocalista principal de este grupo caribeño, Tony Croatto, fue un trasplante argentino a la isla.

En algunos casos, hay canciones en el archivo que son identificadas como fusiones de tango, aunque es difícil de escuchar el tango. La conga tango por la mexicana Toña La Negra es pura conga, y el tango flamenco por La Niña de Los Peines es puro flamenco. (De hecho, el género gitano incluye un palo, o subcategoría, llamado “tango,” pero no tiene nada que ver con la variedad sudamericana.) También existe una mutación extraña llamada “Inca Tango” por Los Castilians, con su flauta encantadora de serpientes y con momentos que huelen a paso doble.

Mi hermano encontrará algunas versiones más de “Nostalgias” en esta colección. Hay una versión tradicional instrumental con orquesta típica, una con mariachi en el sello tejano Falcon, y una hermosa interpretación por la cantante Eva Garza de San Antonio, con una orquesta dirigida por el compositor/arreglista famoso Manuel S. Acuña. La versión de Garza —con su mezcla sutil de sensibilidades mexicanas y argentinas— es identificada como canción tango en el sello Decca azul del 78.

Pero la base de datos también contiene varias canciones del mismo título pero no relacionadas. De hecho, hay otro tango completamente distinto llamado “Nostalgia,” un instrumental interpretado por Lacalle’s Tango Orchestra en un 78 de Columbia. Lo que contribuye más a la confusión es el hecho de que la composición original de Cobían aparece también con el título en el singular, “Nostalgia.”

Los títulos redundantes no son tan sorprendentes, ya que la nostalgia —un anhelo por los buenos tiempos y las memorias del viejo arrabal— es un tema esencial en la música tango. Las canciones también tratan valores positivos que van más allá del estatus social bajo: honradez, familia, amistad, respeto por las madres, evitar las tentaciones del juego, la bebida y el sexo. Por otro lado, el tango también se revuelca en el sufrimiento del engaño amoroso, el amor perdido, el desaliento, la soledad y aun la muerte.

Para los que piensan que el tango es simplemente un baile sensual y vivaz, estos temas morbosos y deprimentes pueden parecer fuera de lugar. Sin embargo, son el corazón de la cultura tango. En las palabras del prolífico compositor Enrique Santos Discépolo, “Un tango es un pensamiento triste que baila.” Un caso concreto: Su tango más famoso, “Cambalache,” una evaluación sombrío y nihilista de la condición humana en el siglo XX.

Esos temas resonaban con los artistas de salsa que salían de los barrios oprimidos de Nueva York en la turbulenta década de 1970. El cantante de salsa Ismael Miranda, miembro de los Fania All Stars, me mostró dos tangos clásicos interpretados con su orquesta de salsa. Uno fue el sentimental “La Cama Vacía.” Se trata de un señor doliente que escribe una carta a un amigo desde su lecho de muerte, rogándole que le visite porque nadie ha venido a verlo. Lleno de compasión, el amigo corre al hospital lo más rápido posible, pero ya es demasiado tarde. Encuentra sólo la cama vacía del título. La versión melodramática de Miranda contiene una sección de trompas y una guitarra rock tipo Santana mientras acaba. En contraste, la Colección Frontera contiene una versión 78-rpm por el compositor de la canción, Gregorio Ayala, acompañado sólo por un trío de guitarras.

El otro tango, igualmente deprimente y pesimista, lleva el título “Las Cuarenta,” interpretado por Miranda como bolero con un arreglo impactante por Marty Sheller. Escrita por Roberto Grela, y con letras apasionantes por Francisco Gorrindo, la canción fue grabada por primera vez en 1937. Es un retrato sombrío de un hombre derrotado que vuelve a su barrio, donde tomó sus “primeros pasos,” y ahora es amargado por las lecciones duras de la vida.

 

Aprendí todo lo malo, aprendí todo lo bueno.

Sé del beso que se compra, sé del beso que se da;

Del amigo que es amigo siempre y cuando le convenga,

Y sé que con mucha plata uno vale mucho más.

 

Tres décadas y 5,000 millas (8,047 km) separan el origen de este tango en Buenos Aires de su revitalización salsera en los Bronx. Pero lo que los une es la misma manera de vivir en el barrio, señala César Miguel Rondón en su análisis sociocultural, El Libro de la Salsa. La desesperación y desilusión de la pobreza, escribe el autor y crítico venezolano, “fueron trasportadas exactamente, sin ningún inconveniente, de un extremo del continente y de la vida Latinoamericana al otro […]. Por eso la salsa pudo absorber el tango.”

Yo siempre me preguntaba por qué las jóvenes estrellas de salsa decidían interpretar los tangos. Cuarenta años después, con una publicación en Facebook, por fin entiendo el contexto común y la conexión.

 

--Agustín Gurza

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