La Historia Registrada: El Auge y Caída de Francisco Madero
El 22 de febrero pasado marcó el 103º aniversario del asesinato del primer presidente revolucionario de México, Francisco Madero. Y como los otros eventos históricos, la trágica deposición y muerte son documentados por reconstrucciones históricas que se grabaron para darle a un público pre-televisivo un sentido de haber presenciado personalmente los eventos. Hoy, podemos escuchar esas grabaciones en nuestras computadoras, gracias a unas copias digitales de esos discos 78-rpm que se encuentran en la Colección Frontera.
Primero, una divulgación: Soy familiar del Presidente Madero por mi familia en el norte de México, y aun había un familiar en su gabinete, Jaime Gurza, Secretario de Comunicaciones. La foto aquí, que se tomó en Durango en la década antes de la revolución de 1910, muestra varios miembros del clan Gurza con Madero (parado, el segundo de la derecha). La leyenda en el periódico menciona irónicamente que la foto del futuro presidente se tomó en un momento “en el cual no podía haberse imaginado el destino que le esperaba.”
Madero, el hijo apacible de terratenientes ricos, fue autor e idealista cuyos escritos ayudaron a provocar la Revolución Mexicana de 1910. En mayo del año siguiente, el dictador Porfirio Díaz fue obligado a exiliarse. Entre pocos días, Madero entró triunfante a la capital, saludado por multitudes jubilosos que gritaban, “¡Viva Madero!”
Hay un sentido de ese momento estrepitoso y vivaz en la recreación grabada, cuyo título es claro: “Llegada De Madero A La Ciudad De México.” Interesantemente, la historia se cuenta desde la perspectiva de la gente en la multitud que espera la llegada de Madero por tren. En un diálogo medio gracioso y coloquial, expresan su entusiasmo, estiman el tamaño de la enorme multitud, y hablan de cuánta hambre tienen porque hace tanto tiempo que están ahí esperando poder entrever a su héroe.
En la grabación, se escuchan silbidos de tren mientras se acerca la locomotora; la multitud aplaude y una banda militar empieza a tocar música alegre. La grabación se cierra con gritos de “viva” para varios líderes, incluso dos de los hermanos de Madero, Gustavo y Raúl. Al final, hay una hurra por Madero como líder de la Revolución—“¡Viva el jefe de la Revolución!” Pero el último reconocimiento es para Francisco León de la Barra, remanente del régimen de Díaz, quien en 1911 sirvió como presidente provisional por menos de seis meses: “¡Viva el presidente de la República!”
Ese dato de la cultura histórica general apunta hacia la potencial educativa de estas grabaciones. Un maestro de historia en la preparatoria, por ejemplo, podría animar a los alumnos a estudiar estos recuentos dramatizados, analizar a los personajes y ver hasta qué punto las reconstrucciones reflejan los verdaderos hechos.
Los estudiantes de historia pueden revivir otro capítulo importante de la revuelta de Madero en la dramatización, “Salida Del General Porfirio Diaz (en el Puerto de Veracruz).” Esta mini-obra, que suena bastante como los antiguos dramas de la radio de las décadas de 1930 y 1940, reconstruye el momento en que el dictador depuesto se embarcó en un barco en el puerto de Veracruz que lo llevaría al exilio en Europa. Al principio, parece glorificar al sansón expulsado, con una floritura militar y hurras por Díaz y aun otra figura, Victoriano Huerta, el líder militar que pronto se pondría en contra de Madero.
Después de una introducción pomposa y patriótica, Díaz se dirige a la multitud congregada para despedirse, invocando a los típicos símbolos de rectitud—la patria, la bandera y el Todopoderoso. Entonces Díaz envuelve su derrota en el patriotismo: “Señores, he renunciado porque no quiero que se derrame más sangre mexicana.” Y su voz se pone temblorosa cuando menciona a sus hijos y los cadetes militares reunidos ahí, a quienes consideraba parientes suyos.
Entonces, por fin se escucha la vox populi, cuando la gente en la multitud empieza a habla en un vernáculo que se contrasta pronunciadamente con el lenguaje rígido y formal de los discursos militares. Un señor pregunta por qué Díaz había recibido una despedida presidencial si ya había renunciado el puesto (“si ya dejó la chamba”). Deben estar bajo órdenes, responde otro señor, y a las órdenes hay que seguirlas. Eso evoca una réplica que alaba las nuevas libertades que tenía la gente bajo Madero, cerrando la grabación con un tono revolucionario: “Gracias a Madero, todos podemos gritar recio y gordo.”
Interesantemente, antes de las últimas “vivas” para Veracruz, se escucha al operador del telégrafo, quien dicta un despacho para los medios sobre los eventos del día. Pero su mensaje está adornado con términos halagadores por Díaz, deseando fervientemente su regreso rápido. Un oyente podría entenderlo como un golpe satírico a los recuentos oficiales de la historia, especialmente porque los espectadores escuchan con una pizca de escepticismo, adornado de jerga: “A ver qué frijoles va a echar,” que quiere decir algo como, “¿Qué tonterías dirá esta vez?”
Un hecho final: la parte telegráfica permite la mención de la fecha y la hora exacta que la gente se despidió del expresidente—“31 de mayo de 1911 a las 5:45 p.m.”
El narrador de estas históricas grabaciones, y de muchas otras en la Colección Frontera, aparece como Julio Ayala. Hay poca información disponible sobre Ayala, y no queda claro si él también es el actor de voz que hace los diálogos grabados. (Ayala tiene unas comedietas estilo vodevil incluidas en las 34 grabaciones que se encuentran en el archivo.)
Otra comedieta recrea un discurso dado por Madero en la ciudad de Puebla el 18 de julio de 1911, un mes después de su llegada a la Ciudad de México. En esta grabación, “Discurso De Francisco L. Madero En Puebla La Tarde Del 18 de Julio de 1911,” el narrador prepara la escena: Madero se encuentra parado frente a una estatua del Presidente Benito Juárez, quien a fines del siglo XIX abogaba por la separación de la iglesia y el estado, generando antagonismo de la tradicionalmente poderosa Iglesia Católica. Madero defiende a Juárez, diciendo que no fue anti-clero como mantenían los críticos. Pero continúa su discurso con una condenación de los sacerdotes ricos (“No quiero sacerdotes ricos”); además, pide tolerancia religiosa. Al final, urge a todos los mexicanos a unirse en la unidad y hermandad. Es la hora de tener paz, dice entre el fanfarroneo militar, porque “las hostilidades han cesado.”
Sin duda, eso fue prematuro. Las hostilidades en México apenas empezaban. Madero fue elegido presidente en noviembre de 1911, y menos de dos años después, estaba muerto. La historia de su expulsión es una de la traición y delación de Huerta, quien conspiró con el embajador estadounidense para montar un golpe de estado. Huerta encarceló a Madero, junto con su fiel vice-presidente, José María Pino Suárez. Fueron fusilados en el traslado a la prisión Lecumberri, que queda en la zona noreste de lo que hoy es la Ciudad de México, a donde iban ostensiblemente por su propia seguridad. Las guardias sostenían que habían tratado de escaparse, pero muchos creen que Huerta había ordenado los asesinatos.
Ahora Huerta, el odiado traidor, aparece en otra grabación, pidiendo la paz en un discurso extraño al Congreso menos de dos meses después del asesinato de Madero. En “Discurso Del C. Presidente Gral. DN. Victoriano Huerta,” dado el 10 de abril de 1913, el nuevo presidente proclama sus tendencias religiosas y sus raíces indígenas (tenía ancestros huicholes). Luego exige que se construyan escuelas y que ayuden a los indígenas por la impartición del “pan eucarístico de la educación” por parte del gobierno. Finalmente, en el nombre de Dios, Huerta exige que los mexicanos “Trabajemos unidos por el bien del país, este país tan hermoso y tan desaventurado.”
Pronto, Huerta también desaparecería, exiliado después de que los EEUU se puso en contra de él y envió la Infantería de marina a Veracruz. Su derrota—incluso al final su encarcelamiento en Texas bajos cargos de sedición por haber conspirado con Alemania contra los EEUU—provee un desenlace dramático y casi increíble a su vida y a su papel vergonzoso en la Revolución. A Huerta todavía lo vilifican los mexicanos modernos, que le dicen El Chacal o El Usurpador. Se captura bien ese sentimiento en este corrido, titulado “Crímenes de Huerta,” por los Llaneros de San Felipe.
Huerta, el verdugo tirano, ya se fue para la Europa,
Dejando el suelo manchado con sangre de mi patriota.
Recordará Huerta siempre que un delito cometió,
Y que al noble de Madero vilmente lo asesinó.
La crisis política en la Ciudad de México que precedió la derrota y muerte de Madero se conoce como “La Decena Trágica.” No pude encontrar una grabación histórica que dramatizara el asesinato en sí. Pero no haría falta si tuvieras acceso a los recuentos increíblemente vívidos en los periódicos estadounidenses de la época. The Washington Times del 23 de febrero de 1913, diez días después del hecho, llevaba un titular que le culpaba a Huerta por los asesinatos. Y The Sun, un semanal de Nueva York, ofreció una crónica fascinante de las últimas horas de Madero en su edición de jueves, 27 de febrero de 1913. Los titulares, que fueron gráficamente escalonados, evocan el sentido de crisis:
MADERO Y SUAREZ FUSILADOS
EN CAMINO A LA PRISION
El Depuesto Presidente de México y su Vice-Presidente Mueren sin
Defensa en un Viaje a Medianoche del Palacio al Penitenciaría,
y el Mundo Civilizado Entero Queda Horrorizado.
LAS GUARDIAS DICEN QUE TRATARON DE “ESCAPARSE.”
En esta época digital, es difícil imaginar una época en la cual las noticias no eran disponible instantáneamente. Estamos acostumbrados a presenciar los eventos históricos, desde los asesinatos hasta los tsunamis, mientras ocurren.
Sin embargo, hace un siglo, las noticias no se difundían tan rápidamente, y claro que no había ni audio ni imágenes en la prensa, que fue como la mayoría recibía las noticias. Así que, desde los primeros días de la industria de grabación, hubo intentos de traer un sentido de inmediatez a los recuentos noticiarios a través de la reconstrucción y grabación de los eventos históricos. Estas dramatizaciones daban vida a los recuentos publicados, creando un sentido de “estar allí” mucho antes de que los cortos noticiosos traían los verdaderos eventos a las audiencias cinematográficas. Las reconstrucciones grabadas de los eventos históricos datan de los fines de la década de 1880, y fueron disponibles en cilindros tempranos por 50 centavos cada uno.
En México, los grandes muralistas también trataron de capturar la gran extensión de la historia a través de sus obras grandes y coloridas. La historia de Madero es representada vívidamente en una obra de 1969 por Juan O’Gorman, que lleva por su título la consigna del revolucionario, “Sufragio efectivo – No reelección.” (Vale la pena esperar que se cargue este sitio, ya que permite una exploración virtual de muchos detalles del mural.) El mural muestra a Madero al salir del Castillo Chapultepec el 9 de abril de 1913, el comienzo de la Decena Trágica. El discurso honrado que iba a dar se despliega a los pies de su caballo blanco. A la izquierda, Huerta y Wilson, el embajador estadounidense, conspiran en una esquina, su oscura traición simbolizada por dos hienas que aparecen arriba de las figuras. A la derecha, se ve al vice-presidente y a la esposa de Madero, Sarah Pérez, quien le rogó al embajador estadounidense de proteger a su marido, a lo cual respondió que no podía interferir en los asuntos internos de México.
Finalmente, la historia heroica entera también se captura en esta canción, “Nuevo Corrido de Madero,” por Camacho y Pérez. La canción también menciona a la viuda de Madero, quien, mientras estuvo de exilio en Nueva York, ayudó a financiar la contra-revolución contra los asesinos de su marido.
Estos corridos proveen otro ejemplo de cómo las artes en sus varias formas—música, pintura, teatro y esc