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Julio Ayala

De Colón a Hidalgo: La Herencia Hispana en Disco

           El Mes de la Herencia Hispana no es lo que era antes. Este año, parece haber llegado y pasado sin fanfarria mayor. Tal vez es que la celebración ha perdido su propósito, ya que la cultura latina se ha hecho más convencional desde que la celebración fue lanzada por el Presidente Lyndon Johnson a la cima de la era de los Derechos Civiles.

          Cuando comenzó en 1968, el evento solo duró una semana. Veinte años después, fue expandido por el presidente Ronald Reagan para cubrir un mes entero, desde el 15 de septiembre hasta el 15 de octubre. Dos marcadores históricos servían como hitos: la celebración anual a mediados de septiembre de la independencia de Latinoamérica de España, y el reconocimiento a mediados de octubre del Día de Colón.

          Los héroes y los villanos muchas veces se celebran y se vituperan en la música pop latinoamericana. Así que no es sorprendente que la Colección Frontera incluye canciones que abordan las ocasiones históricas.

         En el caso de Colón, el entusiasmo público por honrar al intrépido marinero italiano se ha desvanecido en los Estados Unidos y en otras partes; ha sido derribado de su pedestal de explorador por acusaciones de imperialismo codicioso y crueldad hacia los indígenas americanos. En México, la gente celebra en su lugar el Día de la Raza, en honor a la mezcla multirracial que define el Nuevo Mundo.

        El año 1992 marcó el 500º aniversario del primer viaje de Colón, un hito que rindió una canción de salsa popular. Es interpretada por la estrella salsera venezolana Óscar D’León, y su título es simplemente el nombre del explorador español, “Cristóbal Colón.” La canción es una narrativa pegadiza y bien elaborada del viaje histórico, con las connotaciones heroicas usuales. Ese mismo año, en contraste, el cantautor panameño Rubén Blades marcó la ocasión con una composición sombría, más crítica que celebratoria. Llamada “Conmemorando,” se aparta de los detalles triviales que se enseñan en la primaria, y ofrece en su lugar un retrato sociológico astuto y multicapa de los exploradores y sus explotaciones. Menciona los ideales (el espíritu del descubrimiento) y los males (el genocidio de los indígenas americanos) del viaje histórico, y Blades concluye con esta protesta ambivalente:

Positivo y negativo se confunden en la herencia del 1492.
Hoy, sin ánimo de ofensa hacia el que distinto piensa,
Conmemoro, pero sin celebración.

           Canciones más recientes sobre el tema perdonan mucho menos. Más temprano este año, el dúo español Beauty Brain lanzó una crítica feroz de Colón, con un ritmo reggaetón. El título hace que el acto de colonizar suene pornográfico: “Te Colonizo.” Una evaluación musical despiadada del explorador también se encuentra en canciones por cinco bandas de rock en español de Argentina, Chile, y Perú, compiladas en este artículo de 2016 en un sitio web de entretenimiento basado en Lima. Su título es “5 Bandas de rock que cantan al ‘descubrimiento’ de América,” con citas irónicas en la palabra “descubrimiento.”

          En la Colección Frontera, solo pude encontrar una canción sobre Cristóbal Colón, pero no hay ninguna manera de saber su punto de vista porque es un instrumental. La composición, “Christopher Columbus,” es una versión salsera del viejo clásico de jazz por Leon Berry y Andy Razaf, quien escribió letras humorísticas para la canción. Fue grabada famosamente por Fats Waller, quien tuvo un éxito de novedad con la canción en 1936.

          La versión en la Frontera, sin embargo, es por el legendario Machito y Sus Afro-Cubans, con un arreglo mambero por René Hernández, el aclamado pianista y compositor cubano. El archivo tiene dos grabaciones de la canción, las dos en Seeco Records. La más temprana es un disco de 78 rpm con el título traducido al español, “Cristóbal Colón.” Un lanzamiento más tarde en 45 rpm utiliza el título original en inglés. En los dos discos, Razaf aparece como coautor, aunque sus letras no se utilizan.

          En contraste, la celebración musical de la independencia política de España, después de 300 años de dominio colonial, es mucho menos controversial. Más temprano este año, escribí sobre las grabaciones de himnos nacionales de México y Sudamérica, y cómo reflejaban la lucha por la soberanía e identidad en el Nuevo Mundo.

          La Colección Frontera también incluye varias grabaciones que hacen tributo específicamente al cura rural colonial que provocó la rebelión de México contra España. El Padre Miguel Hidalgo y Costilla se considera el padre del México moderno, honrado como George Washington en los Estados Unidos, con estatuas, retratos heroicos en murales famosos. Su imagen aparece en el papel moneda, y hay calles que llevan su nombre en casi cada pueblo rural y ciudad grande por todo el país.

          En las horas tempranas de la mañana del 16 de septiembre de 1810, Hidalgo dio su histórico grito por la independencia, sonando la campana de su parroquia y llamando a la gente a las armas. Basado en el pueblo de Dolores, Guanajuato (ahora Dolores Hidalgo), el párroco llamó a armas a sus feligreses, la mayoría indígenas y mestizos pobres, en una batalla contra la desigualdad social y la clase alta y blanca dominante. Uno de sus famosos gritos llevaba connotaciones explícitamente raciales y nacionalistas: “Muerte a los gachupines,” llamaba por la muerte de los españoles con un término peyorativo para los colonizadores.

         Los mexicanos celebran el día festivo cada año a medianoche en la víspera del Día de Independencia, el 16 de septiembre. En la capital, el presidente mexicano tradicionalmente recrea el grito de Hidalgo desde un balcón del Palacio Nacional, sonando la mismísima campana usada por el cura como un toque de clarín a la guerra.

         La narrativa de Hidalgo ha alcanzado la proporción mítica: una lucha tipo David y Goliat por un advenedizo clérigo contra un imperio poderoso y arraigado, todo contra el fondo de la conquista de Napoleón de España dos años antes. La realidad, sin embargo, es una mezcla del heroísmo y de las fallas humanas. El ejército improvisado de Hidalgo cometió muchas atrocidades, algunas de las cuales él ordenó y después se arrepintió. Y al contraste de George Washington, Hidalgo era mejor cura que general. Patinaba hacia las derrotas y pronto tuvo que huir en un intento en vano de reagruparse.

        En menos de un año, Hidalgo y sus hombres fueron capturados y fusilados por las fuerzas monárquicas.

        La trágica derrota de Hidalgo nos lleva a una serie inusual de grabaciones sobre su fusilamiento. Se llama “Fusilamiento de Hidalgo” por Julio Ayala, y viene en tres partes en discos de 78 rpm (enlaces incluidos abajo). La serie es una narrativa histórica de los eventos, recreados dramáticamente por actores de doblaje, como se podría imaginar en un viejo programa de radio.

       Las grabaciones de varias partes, especialmente los corridos, fueron comunes en los días tempranos, cuando los discos tenían solo una canción por lado, como expliqué en mi serie sobre los corridos publicado en nuestro blog el año pasado. Pero el número impar de instalaciones en la historia de Hidalgo es raro y algo misterioso. Las tres partes aparecen en dos discos, que tienen un total de cuatro lados; el cuarto lado incluye una canción de novedad completamente ajena sobre un borracho desilusionado, “El Borrachito de Manzanares,” por el histórico dueto Rosales y Robinson.

       La grabación en tres partes sobre Hidalgo aparece en el indispensable libro de referencia por Richard K. Spottswood llamado Ethnic Music on Records: A Discography of Ethnic Recordings Produced in the United States, 1893 to 1942 (La Música Étnica en Discos: Una Discografía de Grabaciones Étnicas Producidas en los Estados Unidos, 1893 a 1942). La guía muestra que la primera parte empieza en el disco con el número Columbia C-155, y la segunda y la tercera parte continúan en Colombia C-156. Parecería más lógico poner las primeras dos partes en un disco y dejar la última parte sola en el segundo disco. En todos casos, los clientes tenían que comprar los dos discos para escuchar la historia completa.

       La parte 1 abre con la captura de Hidalgo el 21 de marzo de 1811, como resultado de lo que el narrador describe como “una traición terrible” de un militar que guio a los insurgentes a una emboscada. El cura rebelde había huido hacia el norte, esperando reponer su abastecimiento de armas en los Estados Unidos. Hidalgo y sus hombres fueron capturados en los pozos de Acatita de Baján, en mi estado natal de Coahuila. La dramatización incluye un detalle histórico que subraya la trágica pérdida: En un momento, Ignacio Allende, el único líder rebelde que armó una resistencia, grita que su hijo ha sido asesinado. Esto terminó su deseo de luchar.

       De ahí, los prisioneros fueron enviados a Monclova y Chihuahua a conocer su destino. El episodio termina con el júbilo de los monárquicos por la captura de los insurgentes, y gritan “¡Viva el Rey! ¡Mueran los insurgentes!”

       El segundo disco en la Colección Frontera (C-156) es el que contiene el error en la identificación de los lados. Parece que los sellos se intercambiaron, así que el sello para la parte 2 aparece en la parte 3, y viceversa. El error es obvio porque el narrador en las grabaciones empieza cada lado con anunciar la parte que está a punto de tocar.

En parte 2 (etiquetada como parte 3), escuchamos los ruidos del fusilamiento, mientras los coconspiradores de Hidalgo se enfrentan al pelotón de fusilamiento. La narrativa refleja la historia verdadera. Algunos son fusilados en la espalda como traidores. Un puñado de líderes son llamados de sus células—Ignacio Allende, Juan Aldama, Mariano Jiménez—y se les permite una visita de cinco minutos con Hidalgo antes de su fusilamiento. El diálogo de la reunión es dramático y heroico, con un Hidalgo sereno que ofrece palabras de consuelo y valentía. Un último prisionero, Mariano Abasolo, quien ayudó a financiar la insurrección, se salvó del fusilamiento y fue sentenciado a la prisión en España, donde se murió.

        El lado termina con más gritos de guerra sanguinarios: “Mueran los enemigos de la religión! ¡Así acabamos con todos los rebeldes!”

La parte 3 (etiquetada parte 2) completa la tragedia con el fusilamiento de Hidalgo el 30 de julio de 1811. Para entonces, ya había sido separado ignominiosamente del sacerdocio por la Iglesia Católica.

        El episodio final abre con una interacción calurosa del insurgente con sus guardianes de prisión, con quienes había hecho amistad, un hecho confirmado por los relatos históricos. Les agradece su trato compasivo durante su confinamiento, y les deja versos de gratitud escritos con carbón en la pared de su célula. Cierra con su fusilamiento estropeado, que requirió dos voleas del pelotón de fusilamiento y un golpe de gracia final.

       En la grabación, se escucha a Hidalgo, quien grita sus últimas palabras de desafío. Un comandante entonces grita un orden final a sus tropas: “¡Mátalo para silenciarlo!”

       Pasarían diez años más de guerra antes de que México ganaría su independencia de España.

        La Colección Frontera tiene algunas otras grabaciones dedicadas a Miguel Hidalgo, mayormente canciones patrióticas en su honor.

A Hidalgo por Gastón Flores (Brunswick 40128-B) es exactamente lo que la etiqueta describe con respecto al género: un Himno Patriótico. Está lleno de prosa grandilocuente en un tenor operático. El cantante, popular en México en la década de 1920, está acompañado por la orquesta del estudio de la discográfica, Banda Brunswick, con toques del estilo militar en el arreglo sinfónico. Curiosamente, el sello provee un título incorrecto en inglés, basado en el significado genérico de la palabra “hidalgo,” “To the Noble” (“Al hidalgo”), así que pierde el verdadero Hidalgo en la traducción.

Himno a Hidalgo por Abrego y Picazo (Columbia C-434) es otra oda al cura, este por un dueto anticuado con el acompañamiento austero de una sola guitarra. Termina con una nota gloriosa, citando el grito de batalla de Hidalgo, “¡Libertad o morir!”

Viva Hidalgo por Alejandro Luna y Reginaldo Delgado (Bluebird B-2220-B) está sellado como una “Marcha Canción,” con acompañamiento de dos guitarras. La melodía es pegadiza y el tono es alegre, con un sonido más moderno. El rasgo más interesante es la guitarra, que hace eco preciso del cantante en algunas secciones, e incluye un solo en medio. El refrán dice: “Por eso digo con el eco de mi voz, ‘Que viva Hidalgo y que muera el español.’”

         Todas las grabaciones mencionadas arriba están en discos de 78 rpm de la primera mitad del siglo XX. Mi preferida, sin embargo, es una grabación mucho más reciente de un álbum de 33 rpm, llamado José Luis Orozco Canta 160 Años del Corrido Mexicano y Chicano. La canción “Miguel Hidalgo,” fue coescrita por el respetado autor y experto en corridos Vicente T. Mendoza.

         El corrido adopta un enfoque más biográfico, con versos que esbozan el nacimiento, la educación, y las variadas habilidades de Hidalgo. Orozco, el cantante, tiene esa autenticidad folclórica característica de los artistas del movimiento socialmente consciente de la Nueva Canción que recorrió Latinoamérica en las décadas de 1960 y 1970.

        Sin embargo, la canción termina de una manera muy tradicional, con la despedida del cantante, un elemento clásico de los corridos mexicanos.

Ya con esta me despido, con luto en el Corazón,

Y aquí se acaba el corrido del padre de la nación.

 

– Agustín Gurza

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La Historia Registrada: El Auge y Caída de Francisco Madero

El 22 de febrero pasado marcó el 103º aniversario del asesinato del primer presidente revolucionario de México, Francisco Madero. Y como los otros eventos históricos, la trágica deposición y muerte son documentados por reconstrucciones históricas que se grabaron para darle a un público pre-televisivo un sentido de haber presenciado personalmente los eventos. Hoy, podemos escuchar esas grabaciones en nuestras computadoras, gracias a unas copias digitales de esos discos 78-rpm que se encuentran en la Colección Frontera.

Primero, una divulgación: Soy familiar del Presidente Madero por mi familia en el norte de México, y aun había un familiar en su gabinete, Jaime Gurza, Secretario de Comunicaciones. La foto aquí, que se tomó en Durango en la década antes de la revolución de 1910, muestra varios miembros del clan Gurza con Madero (parado, el segundo de la derecha). La leyenda en el periódico menciona irónicamente que la foto del futuro presidente se tomó en un momento “en el cual no podía haberse imaginado el destino que le esperaba.”

Madero, el hijo apacible de terratenientes ricos, fue autor e idealista cuyos escritos ayudaron a provocar la Revolución Mexicana de 1910. En mayo del año siguiente, el dictador Porfirio Díaz fue obligado a exiliarse. Entre pocos días, Madero entró triunfante a la capital, saludado por multitudes jubilosos que gritaban, “¡Viva Madero!”

Hay un sentido de ese momento estrepitoso y vivaz en la recreación grabada, cuyo título es claro: “Llegada De Madero A La Ciudad De México.” Interesantemente, la historia se cuenta desde la perspectiva de la gente en la multitud que espera la llegada de Madero por tren. En un diálogo medio gracioso y coloquial, expresan su entusiasmo, estiman el tamaño de la enorme multitud, y hablan de cuánta hambre tienen porque hace tanto tiempo que están ahí esperando poder entrever a su héroe.

En la grabación, se escuchan silbidos de tren mientras se acerca la locomotora; la multitud aplaude y una banda militar empieza a tocar música alegre. La grabación se cierra con gritos de “viva” para varios líderes, incluso dos de los hermanos de Madero, Gustavo y Raúl. Al final, hay una hurra por Madero como líder de la Revolución—“¡Viva el jefe de la Revolución!” Pero el último reconocimiento es para Francisco León de la Barra, remanente del régimen de Díaz, quien en 1911 sirvió como presidente provisional por menos de seis meses: “¡Viva el presidente de la República!”

Ese dato de la cultura histórica general apunta hacia la potencial educativa de estas grabaciones. Un maestro de historia en la preparatoria, por ejemplo, podría animar a los alumnos a estudiar estos recuentos dramatizados, analizar a los personajes y ver hasta qué punto las reconstrucciones reflejan los verdaderos hechos.

 

Los estudiantes de historia pueden revivir otro capítulo importante de la revuelta de Madero en la dramatización, “Salida Del General Porfirio Diaz (en el Puerto de Veracruz).” Esta mini-obra, que suena bastante como los antiguos dramas de la radio de las décadas de 1930 y 1940, reconstruye el momento en que el dictador depuesto se embarcó en un barco en el puerto de Veracruz que lo llevaría al exilio en Europa. Al principio, parece glorificar al sansón expulsado, con una floritura militar y hurras por Díaz y aun otra figura, Victoriano Huerta, el líder militar que pronto se pondría en contra de Madero.

Después de una introducción pomposa y patriótica, Díaz se dirige a la multitud congregada para despedirse, invocando a los típicos símbolos de rectitud—la patria, la bandera y el Todopoderoso. Entonces Díaz envuelve su derrota en el patriotismo: “Señores, he renunciado porque no quiero que se derrame más sangre mexicana.” Y su voz se pone temblorosa cuando menciona a sus hijos y los cadetes militares reunidos ahí, a quienes consideraba parientes suyos.

Entonces, por fin se escucha la vox populi, cuando la gente en la multitud empieza a habla en un vernáculo que se contrasta pronunciadamente con el lenguaje rígido y formal de los discursos militares. Un señor pregunta por qué Díaz había recibido una despedida presidencial si ya había renunciado el puesto (“si ya dejó la chamba”). Deben estar bajo órdenes, responde otro señor, y a las órdenes hay que seguirlas. Eso evoca una réplica que alaba las nuevas libertades que tenía la gente bajo Madero, cerrando la grabación con un tono revolucionario: “Gracias a Madero, todos podemos gritar recio y gordo.”

Interesantemente, antes de las últimas “vivas” para Veracruz, se escucha al operador del telégrafo, quien dicta un despacho para los medios sobre los eventos del día. Pero su mensaje está adornado con términos halagadores por Díaz, deseando fervientemente su regreso rápido. Un oyente podría entenderlo como un golpe satírico a los recuentos oficiales de la historia, especialmente porque los espectadores escuchan con una pizca de escepticismo, adornado de jerga: “A ver qué frijoles va a echar,” que quiere decir algo como, “¿Qué tonterías dirá esta vez?”

Un hecho final: la parte telegráfica permite la mención de la fecha y la hora exacta que la gente se despidió del expresidente—“31 de mayo de 1911 a las 5:45 p.m.”

El narrador de estas históricas grabaciones, y de muchas otras en la Colección Frontera, aparece como Julio Ayala. Hay poca información disponible sobre Ayala, y no queda claro si él también es el actor de voz que hace los diálogos grabados. (Ayala tiene unas comedietas estilo vodevil incluidas en las 34 grabaciones que se encuentran en el archivo.)

Otra comedieta recrea un discurso dado por Madero en la ciudad de Puebla el 18 de julio de 1911, un mes después de su llegada a la Ciudad de México. En esta grabación, “Discurso De Francisco L. Madero En Puebla La Tarde Del 18 de Julio de 1911,” el narrador prepara la escena: Madero se encuentra parado frente a una estatua del Presidente Benito Juárez, quien a fines del siglo XIX abogaba por la separación de la iglesia y el estado, generando antagonismo de la tradicionalmente poderosa Iglesia Católica. Madero defiende a Juárez, diciendo que no fue anti-clero como mantenían los críticos. Pero continúa su discurso con una condenación de los sacerdotes ricos (“No quiero sacerdotes ricos”); además, pide tolerancia religiosa. Al final, urge a todos los mexicanos a unirse en la unidad y hermandad. Es la hora de tener paz, dice entre el fanfarroneo militar, porque “las hostilidades han cesado.”  

Sin duda, eso fue prematuro. Las hostilidades en México apenas empezaban. Madero fue elegido presidente en noviembre de 1911, y menos de dos años después, estaba muerto. La historia de su expulsión es una de la traición y delación de Huerta, quien conspiró con el embajador estadounidense para montar un golpe de estado. Huerta encarceló a Madero, junto con su fiel vice-presidente, José María Pino Suárez. Fueron fusilados en el traslado a la prisión Lecumberri, que queda en la zona noreste de lo que hoy es la Ciudad de México, a donde iban ostensiblemente por su propia seguridad. Las guardias sostenían que habían tratado de escaparse, pero muchos creen que Huerta había ordenado los asesinatos.

Ahora Huerta, el odiado traidor, aparece en otra grabación, pidiendo la paz en un discurso extraño al Congreso menos de dos meses después del asesinato de Madero. En “Discurso Del C. Presidente Gral. DN. Victoriano Huerta,” dado el 10 de abril de 1913, el nuevo presidente proclama sus tendencias religiosas y sus raíces indígenas (tenía ancestros huicholes). Luego exige que se construyan escuelas y que ayuden a los indígenas por la impartición del “pan eucarístico de la educación” por parte del gobierno. Finalmente, en el nombre de Dios, Huerta exige que los mexicanos “Trabajemos unidos por el bien del país, este país tan hermoso y tan desaventurado.”

Pronto, Huerta también desaparecería, exiliado después de que los EEUU se puso en contra de él y envió la Infantería de marina a Veracruz. Su derrota—incluso al final su encarcelamiento en Texas bajos cargos de sedición por haber conspirado con Alemania contra los EEUU—provee un desenlace dramático y casi increíble a su vida y a su papel vergonzoso en la Revolución. A Huerta todavía lo vilifican los mexicanos modernos, que le dicen El Chacal o El Usurpador. Se captura bien ese sentimiento en este corrido, titulado “Crímenes de Huerta,” por los Llaneros de San Felipe.

 

Huerta, el verdugo tirano, ya se fue para la Europa,

Dejando el suelo manchado con sangre de mi patriota.

Recordará Huerta siempre que un delito cometió,

Y que al noble de Madero vilmente lo asesinó.

 

La crisis política en la Ciudad de México que precedió la derrota y muerte de Madero se conoce como “La Decena Trágica.” No pude encontrar una grabación histórica que dramatizara el asesinato en sí. Pero no haría falta si tuvieras acceso a los recuentos increíblemente vívidos en los periódicos estadounidenses de la época. The Washington Times del 23 de febrero de 1913, diez días después del hecho, llevaba un titular que le culpaba a Huerta por los asesinatos. Y The Sun, un semanal de Nueva York, ofreció una crónica fascinante de las últimas horas de Madero en su edición de jueves, 27 de febrero de 1913. Los titulares, que fueron gráficamente escalonados, evocan el sentido de crisis:

 

MADERO Y SUAREZ FUSILADOS

            EN CAMINO A LA PRISION

 

El Depuesto Presidente de México y su Vice-Presidente Mueren sin

Defensa en un Viaje a Medianoche del Palacio al Penitenciaría,

y el Mundo Civilizado Entero Queda Horrorizado.

            LAS GUARDIAS DICEN QUE TRATARON DE “ESCAPARSE.”

 

En esta época digital, es difícil imaginar una época en la cual las noticias no eran disponible instantáneamente. Estamos acostumbrados a presenciar los eventos históricos, desde los asesinatos hasta los tsunamis, mientras ocurren.

Sin embargo, hace un siglo, las noticias no se difundían tan rápidamente, y claro que no había ni audio ni imágenes en la prensa, que fue como la mayoría recibía las noticias. Así que, desde los primeros días de la industria de grabación, hubo intentos de traer un sentido de inmediatez a los recuentos noticiarios a través de la reconstrucción y grabación de los eventos históricos. Estas dramatizaciones daban vida a los recuentos publicados, creando un sentido de “estar allí” mucho antes de que los cortos noticiosos traían los verdaderos eventos a las audiencias cinematográficas. Las reconstrucciones grabadas de los eventos históricos datan de los fines de la década de 1880, y fueron disponibles en cilindros tempranos por 50 centavos cada uno.

            En México, los grandes muralistas también trataron de capturar la gran extensión de la historia a través de sus obras grandes y coloridas. La historia de Madero es representada vívidamente en una obra de 1969 por Juan O’Gorman, que lleva por su título la consigna del revolucionario, “Sufragio efectivo – No reelección.” (Vale la pena esperar que se cargue este sitio, ya que permite una exploración virtual de muchos detalles del mural.) El mural muestra a Madero al salir del Castillo Chapultepec el 9 de abril de 1913, el comienzo de la Decena Trágica. El discurso honrado que iba a dar se despliega a los pies de su caballo blanco. A la izquierda, Huerta y Wilson, el embajador estadounidense, conspiran en una esquina, su oscura traición simbolizada por dos hienas que aparecen arriba de las figuras. A la derecha, se ve al vice-presidente y a la esposa de Madero, Sarah Pérez, quien le rogó al embajador estadounidense de proteger a su marido, a lo cual respondió que no podía interferir en los asuntos internos de México.

Finalmente, la historia heroica entera también se captura en esta canción, “Nuevo Corrido de Madero,” por Camacho y Pérez. La canción también menciona a la viuda de Madero, quien, mientras estuvo de exilio en Nueva York, ayudó a financiar la contra-revolución contra los asesinos de su marido.

Estos corridos proveen otro ejemplo de cómo las artes en sus varias formas—música, pintura, teatro y esc

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Reconstitución del Cinco de Mayo

Entre las grabaciones más fascinantes en la Colección Frontera son las reconstrucciones de eventos históricos. En la era de los discos 78 rpm, estos relatos históricos, con sus efectos de sonido y sus diálogos inventados, le daba a la gente la sensación de estar presente en batallas, revoluciones o épocas monumentales. Aun hoy, no es difícil imaginar la atracción de grabaciones que les dan vida a acontecimientos distantes de que, en aquella época, uno sólo podía hablar o leer en los periódicos. Las grabaciones son generalmente relatos unilaterales llenos de fanfarria, adulación y pompa y circunstancia patriótica. 
 
En este fin de semana de Cinco de Mayo, será apropiado destacar una serie de grabaciones que vuelven a contar la historia de la Batalla de Puebla, en la cual las tropas mexicanas, bajo la dirección de Ignacio Zaragoza, derrotaron una fuerza de invasión francesa superior. El relato de esta batalla, en la voz del narrador y creador Julio Ayala, se cuenta en cuatro partes en dos discos 78 rpm, y fue publicado por Columbia.  Como es común con tales recreaciones históricas en discos, una etiqueta especial fue diseñada para el lanzamiento, con una caja de título adornada en los lados con cintas en los colores de la bandera mexicana. 
 
La narración teatral puede parecer forzada y excesiva según los estándares de hoy, que son saturados por los medios. Pero debe haber sido emocionante para los que escuchaban en una época antes de que la televisión nos hiciera testigos instantes de la historia. Estas grabaciones fácilmente podrían haber llevado el subtítulo, “Noticia de Última Hora.”
 
En la Parte 1, oímos el toque clamoroso de las campanas catedrales que llaman a los soldados a la batalla con el grito, “¡Muchachos, a la victoria!” Luego vienen las cornetas y los tambores y las aclamaciones de “¡Viva el General Zaragoza! ¡Viva!” Al final del los 2:53 minutos de este lado de la reproducción, el narrador dice, “Sigue la segunda parte.” Al otro lado, Ayala repite la acción de la batalla, paso a paso, con el general que anima a sus tropas. 
 
En la Parte 3 (en disco aparte), escuchamos las explosiones de disparos y un narrador que describe la acción, casi como un locutor junto al cuadrilátero. Luego, alguien le pregunta a General Miguel Negrete, otro héroe de esa batalla: “General Negrete, los franceses están por llegar y nos moriremos si no nos defendemos. ¿Qué hacemos?” Eso se sigue por la orden de “dirigirse hacia tierra más alta.” Este lado se termina con la proclamación de victoria y gritos de “viva México.” También se oye el dictado de un telegrama de victoria a los líderes en la Ciudad de México: “Vamos a ver, Sr. Telegrafista. Anote esto: Puebla, 5 de mayo, ’62, a las 5:49 de la tarde. Hon. Ministro de Guerra, las fuerzas del gobierno supremo se han vestido de gloria… Y yo firmo, Ignacio Zaragoza.”
 
La Parte 4 está dedicada a piezas de orquesta festivas. Oímos el repique alegre de campanas de la iglesia y más gritos de “viva.” Curiosamente, aunque el pequeño coro de voces que repite la palabra, “viva,” se oye débil y anémico. Huele a los coros débiles de gente que a veces se escuchaban en las reconstrucciones de eventos de la caricatura de Mr. Peabody’s Improbable History de The Rocky and Bullwinkle Show, que sirve como comparación contemporánea. En esta recreación de estilo antiguo, ¡uno esperaría un poco más de entusiasmo en las “vivas”!

-AgustÍn Gurza

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