La Chilena: Una Migración Musical Mexicana
Yo he escuchado la música latina toda mi vida, especialmente la música mexicana. Así que no son todos los días que descubro un nuevo género, con su propia historia especial. Pero es exactamente eso que ocurrió recientemente mientras investigaba las canciones sobre los desastres en la Colección Frontera. El género que descubrí completamente por casualidad se llama La Chilena. Y aunque lleva el nombre del país en Sudamérica, el estilo de canción y de baile viene de la zona costal del sur de México conocida como La Costa Chica, a lo largo de los estados de Guerrero y Oaxaca.
Como sugiere su nombre, las raíces del genero se encuentran en el estilo de música folk característico de Chile, llamado la cueca. En México, ha evolucionado como una forma indígena distintiva, fusionándose con estilos locales, como veremos en un momento. Puede ser discordante encontrar una forma musical trasplantada a un lugar inesperado. ¿Entonces, cómo ocurrió en este caso?
La historia nos dice que el estilo fue traído al sur de México por marineros de Chile, empezando a principios del siglo XIX. La llegada de los chilenos y de su cultura a las costas sureñas de México es rastreada al barco Araucano, que atracó en Acapulco en diciembre de 1821, según una cuenta atribuida al autor chilena Pablo Garrido en su libro de 1979, Historial de la Cueca. El Araucano era el barco delantero en una flota enviada por el liberador chileno Bernard O’Higgins (1778-1842) para ayudar a los mexicanos en su revuelta contra España. Para cuando llegó el barco, ya se había ganado la independencia. Así que los marineros chilenos le entraron a la celebración de la mejor manera que sabían, y cantaron y bailaron la cueca tradicional en las calles con sus jubilosos anfitriones mexicanos.
El influjo de barcos de Chile se intensificó durante la Fiebre de Oro de California a mediados del siglo XIX. Dirigiéndose hacia el norte en busca de las riquezas, navíos chilenos llenos de mineros y prospectores se paraban en camino en los puertos mexicanos, desde Acapulco en Guerrero hasta Puerto Escondido en Oaxaca. Muchos decidieron quedarse, que añadió otra infusión de la cultura chilena a la Costa Chica
Una breve recapitulación de esta historia se encuentra en este video[.1] de YouTube de TV Chile con el título “La Chilena Mexicana.” Al principio, un joven que habla en rima hace la siguiente proclamación: “Saludos de Pinotepa, donde nació la chilena.”
Se refiere a la cuidad cuyo nombre oficial es Santiago Pinotepa Nacional. Pero su afirmación es debatible, ya que otras fuentes dicen que otro pueblo, Santiago Jamiltepec, sitio donde ocurre el festival anual de la música, es la verdadera cuna de la chilena. Sea como sea, fue al leer sobre Pinotepa que yo descubrí el género. En mi último blog sobre las canciones de desastre, escribí sobre la canción, “Cataclismo en Pinotepa,” que describe un pánico público que agarró a los residentes de Pinotepa en 1977 después de predicciones hechas por científicos en los Estados Unidos sobre un terremoto. La canción fue escrita por el difunto Higinio Peláez Ramos, un compositor e intérprete con profundas raíces familiares en la Costa Chica. Mientras investigaba su historia, descubrí que era comprometido a la preservación y promoción de la rica música popular de la región, incluso la chilena. Y eso fue lo primero que supe del género trasplantado.
Arraigándose en México, la chilena ha evolucionado a una forma indígena distintiva, muy aparte de la cueca original. Hoy, los vestigios andinos que quedan en el estilo mexicano son básicamente el ritmo de la cueca, el tempo 6/8 y el uso de un pañuelo por los bailadores, según el artículo, “La Chilena en Guerrero” de un excelente sitio web pedagógico de Chile.
“Una vez en las tierras de Guerrero y Oaxaca, la chilena empezó a absorber diversas influencias hasta que llegó a ser una variante del son mexicano, con el cual comparte rasgos musicales y coreográficos,” dice el artículo. “Bailada por gente indígena, negros y mestizos, la chilena ha evolucionado con sus propias características regionales.
Musicalmente, la chila es un estilo lírico interpretado con una variedad de formatos instrumentales. Originalmente, se tocaba con el conjunto de cuerdas, que incluía el violín y la arpa. A mediados del siglo XX, muchos tríos populares tocaban chilenas, abandonando los violines a favor de las guitarras y requintos. El compositor mexicano Álvaro Carrillo, autor de muchos boleros famosos de la época, es conocido también por haber escrito varias chilenas, incluso una que, apropiadamente, lleva el título, “Pinotepa.” Hoy, las chilenas son tocadas popularmente por las bandas, con una batería impulsora y secciones de trompa y de viento, como se puede escuchar en esta versión muy diferente de la misma canción de Carrillo, interpretada por Pepe Ramos, conocido como el “Rey de las Chilenas.”
Los mexicanos dejaron su huella también en los pasos del baile, derivados del estilo popular de la cueca chilena. La chilena mexicana toma prestados los pasos saltantes y cabriolados de la cueca, y los bailarines aún usan pañuelos que mueven en círculos arriba de la cabeza. Como la música, sin embargo, el baile para la chilena también fue mexicanizado, como se ve en este video[.2] , con una breve introducción en inglés.
La Colección Frontera contiene varios ejemplos de la chilena mexicana, como también de la cueca chilena original. La mayoría de las grabaciones de la cueca están en discos de 78 rpm. Reflejan un estilo tradicional con acompañamiento de cuerdas o de orquesta, como “Viva Chile” por Los Huasos de Chincolco, o el elegante acompañamiento para el barítono español Juan Pulido cuando canta la composición de Ernesto Lecuona, “Chilena Gentil.” (La chilena del título se refiere a una mujer, no al género.) También hay cuecas más recientes, como “Los 60 Granaderos” por el Trío Los Panchos de México y “La Espiga” por la cantante de música ranchera Lola Beltrán, en un arreglo de estilo huapango por Mariachi Vargas de Tecalitlán, una adaptación totalmente mexicanizada del estilo.
La búsqueda por chilenas por género, sin embargo, puede ser algo engañosa. Por ejemplo, los resultados dan una grabación de 78 rpm, “Corazones Partidos” por Dúo Cornejo-Cácares, que es de hecho una cueca tradicional pero que es identificada como una “cueca chilena,” que quiere decir de Chile, no del género mexicano. Además, la búsqueda por género muestra sólo una versión de lo que es considerado el epítome de la chilena mexicana, “La Sanmarqueña,” una oda a las mujeres de San Marcos, Guerrero. Pero una búsqueda por canciones con ese título, por la otra mano, nos da tres versiones más de “La Sanmarqueña” que no son identificadas específicamente como chilenas. Este problema surge porque el género se anota en la base de datos solamente cuando el nombre del género aparece en la misma discográfica. (Curiosamente, la única canción identificada bajo la búsqueda por género, por Los Cancioneros del Sur en Columbia Records, no aparece bajo la búsqueda por título porque está escrito como dos palabras, “San Marqueña,” en vez de tener el título más común de una sola palabra.) La lección: ¡Siga buscando!
“La Sanmarqueña” es considerada un pilar tan importante en la música que aun existe un mini-documental de 25 minutos que explora la historia de la canción. El narrador explora cuestiones de la autoría de la canción, que generalmente se atribuye a Agustín Ramos, como esto es lo que dicen dos grabaciones en la Frontera. Sin embargo, el video establece a través de entrevistas que de hecho fue escrito por un sacerdote afro-mexicano llamado Emilio Vázquez Jiménez, a quien supuestamente le gustaban las mujeres hermosas de la región. El narrador aun identifica al sujeto de la inspiración del sacerdote: la sanmarqueña Doña Rosa Baltazar. Pero la identidad de la mujer también se disputa. El video reconoce que el tema de la canción es otra joven, Eleuteria Genchi, apodada cariñosamente “la Cumanchín.”
“La Sanmarqueña” fue elevada a un estatus clásico en un arreglo sinfónico por la Orquesta Sinfónica de Acapulco. La canción también fue conmemorada en la película de 1952 Subida al Cielo por el célebre director Luis Buñuel, que fue nominado en el Cannes Film Festival ese año. En la película, conocida en inglés como Mexican Bus Ride, la voluptuosa Lilia Prado interpreta “La Sanmarqueña,” pero como réplica a las faroleadas de pueblito de una mujer de otro lugar.
La chilena se ha vuelto tan versátil que se trasfiere fácilmente del auditorio sinfónico al salón de baile a las calles. “Todo el mundo baila la chilena, sin importar la clase social,” dice el sitio de web pedagógico chileno. “En los fandangos costeños, la música no tiene barreras y junta a todos como iguales.” Aun hay una variante conocida como la chilena mixteca, cantada en el idioma nativo de los indígenas mixtecos de la región. Estilísticamente, suena como primo distante de la chilena, tocada sencillamente como una cumbia recortada y bailada hasta más sencillamente con un paso de lado a lado, con los brazos rígidos a los lados.
La chilena mexicana también refleja los fuertes elementos africanos de la región, una parte distintiva de la cultura de Costa Chica. Como grupo étnico, los mexicanos negros emergieron cuando los descendientes de los esclavos se casaron con la población indígena. Recientemente, han empezado a afirmar su identidad, que en el pasado había sido mayormente subsumido bajo la cultura más general. Un documental, todavía en rodaje, explora la herencia afro-mexicana de la Costa Chica, con un eslogan que dice, “Nunca más un México sin afromexicanos.” Otro documental que está en producción, ésta una producción franco-mexicana, señala el creciente interés en el tema.
Entonces, un descubrimiento nos lleva a otro. Eso es lo bello de la Colección Frontera. Es como un río musical, y mientras uno deambula por sus afluentes, uno nunca sabe lo que encontrará.
Agustín Gurza