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Strachwitz Frontera Collection

La Adelita, parte 1: ¿Combatiente feminista o creación machista?
repstein | Tuesday, February 2, 2021 | 2 comments

             Muchos países tienen imágenes icónicas e himnos no oficiales que captan la esencia del espíritu nacional. En los Estados Unidos, hay la melodía viva de “Yankee Doodle Dandy”. A veces, bastan unas pocas palabras para evocar una causa familiar y su importancia histórica. Rosie la Remachadora. Las sufragistas. Los minutemen coloniales. Podemos visualizarlos fácilmente en nuestra mente, con cualquier nostalgia u orgullo nacional que ello conlleva.

             En México, una figura femenina icónica encarna esa importancia cultural e histórica. La Adelita, un personaje mítico compuesto, representa a las miles de mujeres desconocidas que se unieron a la Revolución de 1910, en la cual desempeñaron diversos papeles clave en el levantamiento popular que derrocó la dictadura eurocéntrica de Porfirio Díaz.

            Históricamente, las mujeres que lucharon durante la Revolución Mexicana fueron llamadas “soldaderas,” un término genérico para las mujeres soldado. Pero su estatus como íconos culturales llegó a través de una canción que ayudó a popularizar su apodo. “La Adelita” es un corrido que toca la fibra sensible de los mexicanos de todas las tendencias políticas y clases sociales. Es tan universalmente aceptada como lo es una canción como “This Land Is Your Land” (“Esta tierra es tu tierra”) en los Estados Unidos.

           Sin embargo, el origen de la canción y la persona a la que pretende idolatrar siguen siendo un misterio. La controversia también rodea el significado de la sencilla letra de la canción. A primera vista, se considera una oda a las mujeres valientes pero oprimidas que lucharon por la libertad y la igualdad, un himno para el propio feminismo. Pero una lectura más atenta revela matices descaradamente machistas, con una perspectiva patriarcal que trata a las mujeres como objeto de los deseos masculinos e incluso como víctimas amenazadas de acecho, disfrazado de persecución romántica.

           Hoy en día, gracias en parte a los análisis de los académicos feministas, ha surgido una nueva comprensión del corrido y su significado mítico. Lejos de representar los derechos de la mujer, dicen estos académicos, La Adelita se ha convertido en una figura romántica, incluso sexualizada, en la cultura popular, un producto de la imaginación masculina, no de la verdadera liberación femenina.

           En la cultura popular (en los calendarios, los cómics, la música y el cine), Las Adelitas son representadas como guerreras exóticas, con blusas escotadas y bandoleras en el pecho, con rifles Mouser de fabricación mexicana a la espalda y con una mirada ardiente tanto de seducción como de amenaza.

           “La figura de ‘La Adelita’ ... subraya la belleza de la mujer, su juventud y su valentía al seguir a los hombres a la guerra. Pero al mismo tiempo, enturbia y complica el reconocimiento de las muchas mujeres reales que participaron en la lucha”, afirma Gabriela Cano, investigadora de estudios de género de El Colegio de México, citada en El Informador en su cobertura del Centenario de la Revolución Mexicana (1910–2010).

Guerreras Anónimas

            Entonces, ¿quiénes eran estas Adelitas revolucionarias que enloquecían de deseo a los soldados y cómo obtuvieron su nombre lírico?

            En realidad, nadie lo sabe, y eso apunta a otra cuestión importante. A diferencia de los líderes masculinos de la revolución que son internacionalmente famosos, especialmente Pancho Villa y Emiliano Zapata, La Adelita es totalmente anónima. Es simplemente un símbolo del grupo entero de luchadoras, un sustituto de la legión de mujeres guerreras no identificadas que fueron clave para ganar la rebelión.

            Históricamente, la memoria de las Adelitas se ha mantenido viva gracias al corrido, así como al intrépido fotoperiodismo de Agustín V. Casasola y otros fotógrafos pioneros. A menudo, sus vívidas imágenes proporcionan el único registro histórico de estas mujeres movilizadas. Sus rostros sombríos y de tez oscura son captados por el objetivo de la cámara como fantasmas que luego se desvanecieron.

            Ningún nombre, ningún título, ninguna lápida para honrar su servicio. Ni siquiera una Tumba de la Adelita Desconocida.

            “En el caso de las Adelitas, que en su mayoría eran de origen humilde, trabajadoras de hacienda o campesinas, no se conocen nombres ni apellidos, más allá de los poquísimos que aparecen en archivos de historia especializados", escribe Ximena Rojo en el Mazatlán Post. "Los libros de texto de historia no hablan mucho de ellas, más allá de la anécdota de Adelita y el corrido. Si no fuera por las fotos de las soldaderas del Archivo Casasola, o por la canción de la Adelita, no sabríamos nada de las mujeres en la Revolución”.

            Algunos sostienen que la minimización de la importancia histórica de las Adelitas fue impulsada por la arraigada jerarquía social de México, determinada por la clase, la casta y el color. En el frente político, las mujeres que emprendieron la lucha liberal contra la dictadura eran en su mayoría urbanas, con estudios formales y de clase media. Y muchas de ellas eran conocidas por su nombre, como Hermila Galindo, una feminista que en 1915 fundó el semanario La Mujer Moderna, que defendía el derecho al voto de las mujeres.

            En el campo de batalla, sin embargo, las soldaderas eran en su mayoría pobres, rurales, indígenas y, a ojos de la sociedad, olvidables. Ni siquiera se conoce con certeza histórica la identidad de la mujer que inspiró el famoso corrido.

¿Quién es la verdadera Adelita?

            Según versiones populares pero no comprobadas, la canción está basada en la vida de Adela Velarde Pérez, una enfermera adolescente de Ciudad Juárez. Nacida en 1900 en el seno de una familia acomodada, Velarde se unió a las fuerzas revolucionarias cuando solo tenía 13 años, muy a pesar de sus padres. Se subió a un tren hospitalario de la Cruz Roja Mexicana y acabó uniéndose a las fuerzas de Pancho Villa.

            No hay duda de que la joven enfermera existió. La cuestión es si fue la mujer que de hecho inspiró al compositor de la canción, cuya identidad también es nebulosa. Un recorrido en vídeo por Internet en el Museo de la Revolución en la Frontera en la ciudad natal de Velarde también afirma que es La Adelita, pero no ofrece más información convincente que la que suele circular.

            La historia de la creación del corrido, en este punto, empieza a parecerse más a un guion cinematográfico melodramático que a una pieza de historia auténtica. Se puede escuchar cómo se desenrollan los cilindros de película a medida que se desarrolla esta fantástica historia. El siguiente relato es de José Alberto Galindo Galindo, quien escribió en 2009 una biografía de Velarde: Un cielo de metrallas: La verdadera historia de La Adelita. Galindo, el historiador (cronista) del pueblo de Zaragoza, Coahuila, cerca de la frontera con Texas, ha dado ponencias a nivel internacional sobre la vida de Velarde.

            Poco después de unirse a la revolución, afirma Galindo, Velarde se enamoró de un joven sargento del ejército de Villa llamado Antonio Gil del Río Armenta. El romance fue breve, víctima de la omnipresente violencia de la época.

            Es 1914, cuenta la historia, y el sargento es abatido por una lluvia de disparos mientras cruza una calle durante una sangrienta batalla en el pueblo de Gómez Palacio, Coahuila, adyacente a Torreón. Adelita corre a su lado, pero no puede salvarlo. Mortalmente herido, el sargento Del Río le pide que recupere un papel de su mochila. En él están las letras de la canción que se haría famosa. El soldado, sangrando, le escribe la letra, pero la canción quedó inacabada. Con su último aliento, le recita la última estrofa a su amante, quien la escribe diligentemente antes de que su soldado-poeta expire.

            El conmovedor relato de Galindo apareció el 23 de abril de 2018 en Del Rio Grande, una revista publicada por el ya desaparecido Del Rio News-Herald. (El periódico comunitario fue fundado hace casi 100 años en la pequeña ciudad fronteriza de Del Rio, Texas, a unos 160 kilómetros al oeste de San Antonio, pero se vio obligado a cerrar en noviembre debido a la pandemia.)

            Sin embargo, los informes sobre el compositor del corrido son contradictorios. Algunas fuentes afirman que las letras fueron escritas por Guadalupe Barajas Romero, de Pátzcuaro, Michoacán. Sin embargo, sus herederos niegan que la canción se haya inspirado en la susodicha enfermera.

            Ninguno de los supuestos compositores aparece en una búsqueda en la base de datos de la Colección Frontera, que contiene 82 grabaciones de la canción en varios estilos. Tampoco aparecen los supuestos compositores en la exhaustiva discografía Ethnic Music on Records (Música étnica en discos) de Richard K. Spottswood, que abarca miles de grabaciones en español realizadas en los Estados Unidos entre 1893 y 1942. Tampoco se encuentran en los anales en línea de la Sociedad de Autores y Compositores de México (SACM).

            En cuanto a la verdadera Adela Velarde, la enfermera enamorada, se sabe que se trasladó a la Ciudad de México después de 18 meses en el campo de batalla y aceptó un trabajo en la oficina de correos. En 1965, se casó con el coronel Alfredo Villegas, un oficial que había servido con Francisco Madero, el primer presidente revolucionario. La pareja se instaló en Del Río, Texas, donde Adela Velarde murió de cáncer de ovario en 1971, cuatro días antes de cumplir 71 años.

           Velarde, quien fue reconocida oficialmente como veterana revolucionaria en 1941, está enterrada en el Cementerio San Felipe de Del Río. Hasta hace poco, su tumba estaba marcada con un rústico bloque de cemento en el que aparecían toscamente inscrito su nombre, con las fechas correspondientes (8 de septiembre de 1900 – 4 de septiembre de 1971), grabadas sin gracia. No fue hasta 43 años después de su fallecimiento que se celebró el primer homenaje oficial en su tumba, organizado por la Secretaría de Relaciones Exteriores de México y con la asistencia de unas 100 personas, según Imagen Radio, un sitio de noticias mexicano en línea. En esa ocasión, en 2014, se colocó una placa en su honor a los pies de la lápida, que yacía horizontalmente en la desaliñada parcela de tierra.

           El estado de la tumba era patético, independientemente de que la difunta Adela fuera la heroína del corrido o no. La desgracia de su lápida, sencilla y paupérrima, subrayaba con crudeza el abandono histórico que perseguía a sus compañeras soldaderas.

           Afortunadamente, la ciudad de Del Río se ha movilizado en los últimos años para renovar la tumba y añadir un llamativo homenaje. Organizado como Amigos de La Adelita, con la ayuda de la comunidad empresarial, los medios de comunicación locales y el Cónsul de México en Del Río, el grupo creó un sitio web y una página de Facebook con el objetivo de recaudar 40,000 dólares para una escultura única de la querida Adelita.

           La figura estilizada representa a la soldadera caída en reposo, envuelta en su blusa tradicional y su falda fluida, envuelta en rosas y un cinturón de balas. Fue creada por el escultor Piti Luna de Saltillo, Coahuila.

           La figura de bronce terminada, que mide más de ocho pies (2.4 metros) de largo y pesa más de 550 libras (249 kg), fue transportada las 300 millas (480 km) de Saltillo a Del Río y develada en el cementerio el 20 de noviembre de 2019, el 109 aniversario de la Revolución. Se ha eliminado la antigua lápida, que ha sido sustituida por una elegante losa de hormigón para alojar la escultura junto a la placa existente.

La Adelita para todo

           Independientemente de la verdadera identidad de La Adelita, los nombres y las historias individuales de la gran mayoría de estas luchadoras podrán quedar enterrados para siempre con ellas. Sin embargo, sus actos como grupo durante la Revolución han sido ampliamente documentados. De hecho, estas mujeres desempeñaron un papel fundamental (en realidad, múltiples papeles) en la violenta convulsión que dio forma al México moderno.

         “Sin las soldaderas, no hay Revolución Mexicana”, afirmó la famosa escritora mexicana Elena Poniatowska. “La mantuvieron viva y fértil, como la tierra”.

          El mito de La Adelita sugiere que las mujeres tomaron las armas y lucharon por la revolución codo a codo con los hombres. Aunque esto es parcialmente cierto, la mayoría de estas revolucionarias nunca dispararon un solo fusil en la batalla.

         De hecho, la mayoría se unió a la rebelión no por elección, sino por miedo y por falta de mejores opciones, según los historiadores.  Un número considerable de ellas fueron secuestradas en sus pueblos natales para servir a los hombres, ya sea como compañeras, cuidadoras o seguidoras del campamento. Otras se unieron a las filas revolucionarias como estrategia de supervivencia, pensando que estaban más seguras en compañía de los soldados que en los pueblos indefensos con las demás mujeres que se habían quedado atrás.

        Otras se unieron para apoyar a sus maridos, no en el campo de batalla, sino en la logística militar: buscar alimentos, cocinar, montar tiendas, adquirir municiones, proporcionar atención médica. Las mujeres tuvieron que improvisar para compensar las vías de abastecimiento regulares que eran inadecuadas o inconsistentes, incluso para el Ejército Mexicano, que estaba mal preparado y con poco personal.

        Las tareas de las mujeres no eran tan sencillas como las tareas domésticas cotidianas. A pesar de su diminuto apodo que sugiere que eran niñas, las Adelitas tenían que ser tan fuertes y astutas como los superviventistas. Aprendieron a cocinar y a hacer tortillas mientras viajaban encima de trenes en marcha. En su constante búsqueda de alimentos, entraban en los pueblos después de que los soldados se habían marchado, saqueaban las tiendas en busca de suministros y examinaban los cadáveres en busca de armas y otros objetos de valor.

       Las soldaderas “no vacilaban ante nada para preparar una comida”, escribe Andrés Reséndez Fuentes en su ensayo “Battleground Women: Soldaderas and Female Soldiers in the Mexican Revolution” (“Mujeres del campo de batalla: Soldaderas en la Revolución Mexicana”) (The Americas, abril de 1995). “La presión para alimentar a las tropas era siempre fuerte, por lo que los métodos utilizados para conseguir vituallas eran a menudo extremos”.

       A las mujeres se las llamaba coloquialmente “pateras” porque se adelantaban a pie para montar el siguiente campamento. Algunas hacían el trabajo pesado incluso cuando estaban embarazadas, o mientras llevaban a sus hijos, con ollas y sartenes a la espalda.

      “Que se muevan tan rápidamente como lo hacen es un milagro”, escribió el periodista británico H. Hamilton Fyfe, corresponsal especial para el London Times, en un despacho del 1 de mayo de 1914. “Cualquiera que sea la marcha del día, siempre están en el terreno de acampada antes de que lleguen los hombres. Arreglan los refugios, cocinan tortillas y frijoles, hacen café. Se las ve remendando los abrigos de sus maridos, lavando sus camisas, curando toscamente las heridas superficiales. Sin estas soldaderas el ejército no podría moverse”.

       Cuando se trataba de atender a los enfermos y heridos, el papel de Las Adelitas como enfermeras en el campo de batalla era fundamental. La atención médica militar, al igual que las provisiones básicas, no siempre estaba disponible de forma organizada y fiable. Para algunos soldados caídos, estas mujeres eran su única esperanza de supervivencia.

       Si había un hospital cerca, las mujeres se encargaban de transportar a los heridos llevándolos en carretas de bueyes. Cuando los soldados morían, trasladaban los cadáveres para enterrarlos.

       Sin embargo, más allá de cocinar, limpiar y atender a los enfermos, unas pocas mujeres atrevidas llevaron a cabo peligrosas misiones de capa y espada.

       Algunas actuaron como espías, infiltrándose en las filas enemigas disfrazadas de seguidoras del campamento para obtener información sobre el otro bando. Otras entregaban mensajes urgentes personalmente entre sus propios jefes militares. Aun otras contrabandearon armas y municiones, especialmente desde los Estados Unidos, explotando el machismo que degradaba su valor. Como eran percibidas como inofensivas, rara vez se sospechaba de ellas como contrabandistas, según Reséndez. Escondían la munición bajo sus faldas, a veces colgando centenares de cartuchos de cinturones que les llegaban a las rodillas.

       Aunque Las Adelitas han llegado a representar el espíritu revolucionario, no todas lucharon en el bando rebelde. Muchas se unieron a los Federales, las fuerzas gubernamentales que luchaban para sofocar la rebelión. Las mujeres eran necesarias para ambos bandos, no solo por sus funciones de apoyo, sino por lo que los historiadores llaman “promoción de la cohesión social”.

       En el contexto de la Revolución Mexicana, la “promoción de la cohesión social” significaba una cosa: mantener a los hombres satisfechos.

       Incluso los generales reacios y los revolucionarios machistas que se oponían abiertamente a la presencia de mujeres en las filas, por razones tácticas, filosóficas o misóginas, llegaron a ver que el llamado sexo débil era esencial para la lucha. Cuando se permitía que las mujeres y los niños acompañaran a las fuerzas combatientes, la moral subía y los índices de violaciones y deserción bajaban.

       El uso extensivo de trenes para trasladar a las tropas, especialmente en el Norte, facilitó en gran medida que las mujeres y los niños acompañaran a los hombres a los campos de batalla. Mientras los hombres y los caballos viajaban en el interior de los trenes, las mujeres viajaban encima o se colocaban en los espacios entre los vagones. Algunas incluso se colgaban de las cuerdas bajo los trenes, o se agarraban precariamente a los “cowcatchers”, las estructuras metálicas en forma de V de la parte delantera de las locomotoras utilizadas para despejar las vías y evitar descarrilamientos.

       Los observadores, tanto extranjeros como nacionales, quedaron impresionados por el modo en que Las Adelitas se defendían en circunstancias extremadamente duras. En su bien documentada tesis de licenciatura, la historiadora María Leland señaló que las mujeres llevaron a cabo sus tareas de guerra con “tremendo ingenio e inventiva”.

       Su valor en el campo de batalla no pasó por alto a un observador extranjero, Ivar Thord-Gray, un mercenario sueco que se había unido a las fuerzas de Villa.

       “Las seguidoras del campamento tenían órdenes de quedarse atrás, pero cientos de ellas, colgadas de los estribos, siguieron a sus hombres en el camino por un rato”, escribió en 1911. “Algunas otras mujeres que llevaban carabinas, bandoleras y que estaban montadas, lograron colarse en las filas y vinieron con nosotros. Éstas ocuparon sus puestos en las líneas de fuego y soportaron las dificultades y el fuego de las ametralladoras tan bien como los hombres. Eran un grupo valiente y digno. Era un espectáculo muy pintoresco, pero el completo silencio, los rostros estoicos pero angustiados de las mujeres, era deprimente, ya que daba la impresión de que todos iban a un tremendo funeral, o a su perdición”.

̶ Agustín Gurza

Continua a “La Adelita, Parte 2: De comodidad pop a heroína histórica”

 

2 Comments

Feminista

de feminista (not verified), 10/30/2022 - 15:30

Hola. totalmente de acuerdo con la idea: A veces, bastan unas pocas palabras para evocar una causa familiar y su importancia histórica. Rosie la Remachadora. Las sufragistas. Los minutemen coloniales. Podemos visualizarlos fácilmente en nuestra mente, con cualquier nostalgia u orgullo nacional que ello conlleva. Excelente artículo sobre la dificultad de entender qué es ser feminista https://elfeminismo.com/articulos-sobre-feminismo/que-es-ser-feminista/

ánimo. Un abrazo

Del Rio Family & Pancho Villa Rebel Relations

de Norma Diana Rod... (not verified), 09/23/2022 - 10:43

Thank you for this awesome important oral history, excited to learn more. also, did you find any historical reference to Juaquin Murrieta, as the Robinhood Pancho Villa of CA?? Grateful for your important work!

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