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El Soldado Mexicoamericano: Luchar en Casa y al Extranjero

Los Mexicoamericanos siempre han sentido un orgullo patriótico al realizar servicio militar para su patria adoptivo. Pero han tenido que luchar en otro frente también: recibir reconocimiento por haber cumplido con su obligación.

Hace diez años, el realizador Ken Burns recibió ataques por haber ignorado las contribuciones de los soldados latinos en su documental sobre la Segunda Guerra Mundial, The War (La Guerra). Después de que los activistas presionaron intensamente a PBS, que emitió el documental, el realizador enmendó a regañadientes su película para representar a los 300,000 latinos que lucharon en esa guerra.

Como realizador de documentales, habría sido bueno si Burns hubiera consultado la Colección Frontera, repositorio de muchas grabaciones sobre inmigrantes que fueron a la guerra. Históricamente, muchas de estas grabaciones bélicas son la única fuente primaria para esta demografía inmigrante de varones de edad para lucha. Dada la ausencia de acceso a otros medios, los discos se hicieron populares entre los mexicoamericanos como manera de expresar los sentimientos sobre servir a su país y volver a casa, a veces a una nación indiferente.

Estas canciones capturan, entre otras cosas, el fervor patriótico de la comunidad mexicoamericana. Algunas se refieren a la Segunda Guerra Mundial. Pero hay toda una riqueza de canciones que se tratan de los miles de guerreros chicanos que lucharon en Corea y Vietnam. Grabaciones más recientes se enfocan en Operación Tormenta del Desierto y la guerra en Iraq.

Hoy, mientras crecen los sentimientos antiinmigrantes, el tema ha vuelto a las noticias. Hay una lucha sobre los derechos de los latinos y otros inmigrantes que cumplieron su servicio militar y esperaban recibir ciudadanía estadounidense como recompensa. O al menos creían que su servicio los protegería de ser deportados. Sin embargo, centenas de veteranos han sido deportados a México, y miles más viven en un limbo burocrático porque sus peticiones especiales para la ciudadanía acelerada quedan estancadas.

Hay una canción en la colección que expresa muy claramente lo traicionados que sienten los mexicoamericanos cuando los EEUU no honra su servicio, y la rabia cuando siguen siendo tratados como ciudadanos de segunda clase después de volver a casa, muertos o vivos. La canción es un corrido que cuenta la historia de Félix Longoria Jr., un soldado asesinado durante la Segunda Guerra Mundial que no fue permitido un velatorio en la mortuoria de su pueblo porque, como le dijeron a su viuda, “los anglos no lo aguantarían.”

El caso recibió atención nacional y llegó a conocerse como “El Asunto Longoria.” El Pvt. Longoria nació en Three Rivers, Texas, un pueblito ubicado entre San Antonio y Corpus Christi. Trabajaba de camionero hasta que fue reclutado en 1944. Fue asesinado siete meses después, cuando su unidad fue tendida una emboscada en las Filipinas. Pero sus restos no se devolvieron a los EEUU hasta cuatro años después, y tardaría más en ser enterrado.

La controversia sobre sus servicios conmemorativos dividió profundamente al pueblo, que tenía un panteón separado para los mexicoamericanos. Los activistas de la comunidad local – especialmente el Dr. Héctor P. García, un médico y veterano de la Segunda Guerra Mundial quien acababa de fundar el Foro GI – por fin se ganó la atención de un senador novato que defendió la causa. Se llamaba Lyndon Baines Johnson. El futuro presidente permitió que Longoria fuera enterrado con honores en Arlington National Cemetery en la capital nacional.

El caso de 1948 es considerado un hito en la lucha por los derechos civiles para los mexicoamericanos, y ayudó a emprender el Foro GI como una organización nacional importante. Además, el caso fue el tema de un documental en PBS en 2010 por el realizador John J. Valadez.

La historia de Félix Longoria también es enumerada en las ocho estrofas de la canción llamada “Discriminación a un Mártir,” interpretada por Conjunto Tamaulipas en Oro Records, un sello diminuto basado en McAllen, Texas. Como en los buenos corridos, las letras, por el compositor Willie López, se adhieren a los hechos del caso mientras que la opinión editorial alimenta la narrativa.

En Tres Ríos sucedió, en los tiempos de la guerra:‎
Félix Longoria murió peleando por esta tierra.‎

En Filipinas murió este valiente soldado;‎
pero nunca imaginó que iba a ser discriminado.‎

Cuando el cuerpo del soldado llegó con sus familiares,‎
la mortuoria de su pueblo le negó sus funerales.‎

Esa es discriminación para el pobre ser humano;‎
ni siquiera en el panteón admiten al mexicano.‎

Johnson siendo senador por el estado de Texas,‎
se le ablandó el corazón al escuchar nuestras quejas.‎

Y pidió a la capital los restos de este soldado;‎
y en el panteón nacional, Félix quedó sepultado.

Murió en la Segunda Guerra por defender su nación,
Hoy lo cubre la tierra del más famoso panteón

En el panteón nacional descansa Félix Longoria,
donde descansan los héroes, que Dios lo tenga en La Gloria.

Hay otro corrido sobre la Segunda Guerra Mundial que vale la pena escuchar. Llamada “Hundimiento del Potrero del Llano,” es un recuento entusiasta del hundimiento de un barco petrolero mexicano que fue torpedeado por un barco alemán cerca de la costa de Florida el 13 de mayo de 1942. El incidente les quitó la vida a 14 marineros mexicanos y motivó la declaración de guerra de México contra Alemania.

La alegre canción, grabada por Ray y Laurita y lanzada por RCA Victor Mexicana, utiliza la tragedia para inspirar una lealtad infecciosa a todos los niveles de la sociedad en defensa de México. Escrita por Antonio Allegre, lleva un subtítulo que describe su propósito: “Corrido a la memoria de sus víctimas.”

Otra canción sobre el mismo incidente, “El Corrido del Potrero del Llano,” escrita por Manuel Esquivel e interpretada por un dúo diferente, Martín y Eloísa, se encuentra en un disco completo de canciones sobre la Segunda Guerra Mundial desde una perspectiva mexicana. El disco es denominado apropiadamente La Segunda Guerra Mundial – Su Música, y también incluye una canción en solidaridad con todos los países del continente americano, “América Unida” por Julio Flores.

Usé las etiquetas temáticas asociadas con cada entrada en la colección para encontrar estas y centenas de otras canciones. En mi búsqueda, usé los términos “war” (guerra) y ”soldier” (soldado) para comenzar y, claro, aparecieron enormes listas de canciones que se refieren a esos temas. Un gran número de ellas son corridos sobre la Revolución Mexicana y sus héroes, que es tema para otro día. Pero por ahora vale mencionar dos corridos clásicos sobre soldados revolucionarios: “La Adelita” sobre la icónica luchadora, y “El Soldado Raso” (también escrito “razo” por error), sobre el soldado raso que acepta su conscripción a la guerra con orgullo.

Algunas grabaciones que aparecieron en mi búsqueda resultaron superfluas, como el instrumental “Hawaiian War Chant,” (“Canto de Guerra Hawaiana”) por el rey de mambo cubano Pérez Prado. Además, me topé con una versión cover del éxito de música soul “Why Can’t We Be Friends” (“Por Qué No Podemos Ser Amigos”) por la banda WAR, traducido como “Vamos a Tratar” por el cantante Tex-Mex Steve Jordan.

Luego reduje mi lista manualmente, seleccionando canciones sobre los mexicoamericanos y las guerras estadounidenses en las cuales participaron. Los sentimientos expresados en estas canciones varían desde el nacionalismo ferveroso hasta la tristeza de un reclutado resignado que se enfrenta con un futuro desconocido. Machas canciones son personales. Algunas se tratan del trauma de los soldados en las zonas bélicas que reciben cartas de “Querido Juan” de sus esposas o novias. Muchísimas otras siguen el tema de “El Soldado Raso” al invocar a la madre del soldado – despidiéndose, preocupándose por su bienestar o esperando una reunión feliz. Y finalmente, hay canciones sobre los soldados que vuelven de la guerra para luchar por sus derechos civiles en casa.

En el blog de la semana que viene, exploraré algunas de estas canciones bélicas sobre los mexicoamericanos que lucharon en Vietnam, Corea e Iraq.

--Agustín Gurza

 

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El Corrido y la Inmigración: “Adiós, Estados Unidos”

Las grabaciones son más que entretenimiento. Son ventanas a otra cultura. En las voces de los artistas, las canciones nos permiten percibir lo que los demás piensan y sienten en un momento y lugar particular. Lo escuchamos en los blues de la Mississippi Delta, en el tango argentino, en el rock de San Francisco de la década de 1960, y en una especialidad de este archivo, el corrido México-americano de los principios del siglo XX en el Suroeste de los Estados Unidos.

Hay más de 4,000 corridos en la Colección Frontera, y muchos cuentan historias trágicas de la frontera, muchas veces reflejando la experiencia del inmigrante. Por eso, siguen siendo especialmente relevantes hoy, casi 100 años después, ya que la inmigración mexicana se ha hecho un asunto candente en la elección presidencial. Un ejemplo primordial es el trabajo de Los Hermanos Bañuelos, un dúo de guitarra prolífico que grabó aquí mismo en Los Ángeles durante las décadas de 1920 y 1930.

Los hermanos Bañuelos, Luis y David, dejaron un tesoro de grabaciones socialmente relevantes y muchas veces satíricas que tocaron la fibra sensible en la comunidad México-americana en una época en la cual la discriminación y hasta el odio eran explícitos. Ya que grabaron durante la época de 78-rpm, cuando los discos podían acomodar sólo una canción por lado, el dúo hizo varios corridos de dos partes, con historias que comenzaban en el Lado A y terminaban con el clímax en el Lado B. Muchas de estas grabaciones aparecen en la acreditada discografía por Richard K. Spottswood, con fechas y lugares de grabación.

Una de sus canciones más famosas, “El Lavaplatos,” contiene mucha de la sátira mordaz y amarga que marcaba el trabajo del dúo. Este corrido de dos partes (Vocalion 8349) cuenta la historia, en primera persona, de un inmigrante mexicano que busca éxito en Hollywood, pero quien encuentra sólo labor de baja categoría y sueños frustrados, y vuelve a México más roto que nunca. Los Hermanos Bañuelos también iluminan la brutalidad y discriminación de la policía en otra canción, “El Corrido de Juan Reyna” (Vocalion 8383), sobre un celebrado juicio criminal que uno podría llamar el caso Rodney King de su época. La canción, escrita por Luis, cuenta el caso de Reyna, un joven trabajador de herrería que le había dado un balazo a un policía, matándolo, mientras que estaba detenido. Reyna, quien sostenía que había sido en defensa propia y alegaba que la policía lo había insultado con términos raciales, luego se mató en la prisión de San Quentin. Otras canciones notables del dúo anuncian el tema con sus títulos: “El Deportado,” “Los Prisioneros de San Quintín,” y el narcocorrido seminal, “El Contrabando del Paso.”

El tema en estos y otros corridos es esencialmente el maltrato de los inmigrantes México-americanos en los Estados Unidos. A un nivel, éstas son canciones trágicas sobre un orgullo nacional herido, y sobre aquéllos que son considerados héroes, como Reyna, quienes se levantan para defenderlo. Sin duda, la letra del corrido de Reyna presenta el argumento: Insultarlo a él era insultar a México (Porque al insultar a Reyna / A México se insultó) y dio su vida para defender su dignidad y su nacionalidad (Adiós Juan Reyna / Supiste defender tu dignidad, / Y hasta tu vida expusiste / Por tu nacionalidad.)

Más de 80 años después, es fácil ver una dinámica paralela en la reacción a los comentarios insultantes sobre los mexicanos hechos durante la elección presidencial actual por el favorito republicano Donald Trump. (Aun existe un corrido moderno que ensarta a Trump por un trio llamado Tres Tristes Tigres.)

Una canción, “Adiós, Estados Unidos,” contiene todos los elementos de la experiencia del inmigrante—resistencia, desilusión, deportación y defensa del honor nacional. El corrido de dos partes expone en detalle la humillación que encuentran los inmigrantes desde el momento en que tratan de entrar al país desde México. Claro, en esa época, obtener permiso para cruzar la frontera era un juego de niños comparado con los obstáculos infranqueables que existen hoy. De hecho, en la década de 1920, se les daba la bienvenida a los trabajadores mexicanos y eran exentos de las cuotas de inmigración. Muchos cruzaban legalmente todos los días para trabajar.

Eso no quiere decir que era seguro para los migrantes, o bueno para su auto-estima. En una estrofa, el inmigrante/protagonista menciona que él se negó a irse a bañar cuando se le dio la orden, una práctica común en la frontera a principios del siglo XX. El migrante rehúsa porque dice que ya se bañó en el hotel, que tiene algo de inocencia ingenua. Pero el agente fronterizo insiste, y le dice que o se baña o se puede “go to hell” (“irse al infierno”), una frase pronunciada en inglés con un acento tan fuerte que es casi ininteligible, lo cual lo hace chistoso pero patético. Ya que el migrante no habla inglés y no entiende la opción que se le ha ofrecido, él dice “yes,” que evoca burla de la patrulla fronteriza (“el güero aquel se reía”). Al final, termina en los baños de todas formas.

Así describe el episodio en tres estrofas:

 

De allí me fui a la frontera,

Fue mi primer desengaño.

Para principios de cuentas

Me despacharon al baño.

 

Yo les dije, “No, señores,

Ya me bañé en el hotel.”

Me dijeron, “You se baña,

Si no querer, go to hell.”

 

Yo el “go to hell” no entendía

Por no hablar nada de inglés.

Y el güero aquel se reía

Cuando yo le dije, “Yes.”

 

El guantelete con el que se enfrentaban los mexicanos en la frontera no era para reírse. Tenían que desvestirse, y luego fueron rociados con un pesticida con cianuro, conocido como Zyclon B, como tratamiento para los piojos. Era la misma sustancia tóxica que luego se usó en los campos de concentración de los nazis, según el historiador David Dorado Romo. El nativo de El Paso ha escrito un nuevo libro sobre disturbios que estallaron en 1917 como protesta del procedimiento ignominioso impuesto en la frontera con la Ciudad Juárez. El autor supo de los llamados “Disturbios de los Baños” por primera vez de su tía-abuela, quien trabajaba de criada en El Paso. Ella había sido sometida al humillante proceso de desinfección regularmente, lo cual la hacía sentir que era una “mexicana sucia.”

Así que esta primera impresión de los Estados Unidos estaba a años luz del sueño dorado que los inmigrantes se habían imaginado. En la canción, el protagonista nos dice que él había vendido todas sus pertenencias allá en México para encontrar su fortuna en la tierra donde la gente recogía el dinero con una escoba. A pesar de las humillaciones iniciales en la frontera, siguió adelante, determinado a alcanzar el lugar donde, le decían allá en su casa, había “dinero a montones.”

 

Crucé por fin la frontera

Tras muchas humillaciones.

Quería llegar hasta el sitio

Donde hay dinero a montones.

 

Pero al principio de la Parte 2 en el lado B del disco, pronto se da cuenta de que su misión sería como buscar la proverbial olla de oro. Hay que sudar para tener qué comer, afirma, y los mexicanos reciben los trabajos más difíciles.

 

Para sacar los frijoles

Hay que sudar mucho, hermanos

Solo trabajos muy duros

Nos dan a los mexicanos.

 

Los próximos versos contienen observaciones interesantes, aunque también desconcertantes. No como otras canciones, que culpan a los gringos por la discriminación, aquí el protagonista culpa a los mismos mexicanos por su falta de asimilación. Eso de por sí no es malo. El mexicano, dice el narrador, retiene su ciudadanía como “buen patriota.” No es como gente de “otras razas” que traicionan sus banderas y se americanizan.

 

Pero el chicano, señores,

Trabaja con alegría,

Y guarda cual buen patriota

Su amada ciudadanía.

 

En cambio, las otras razas

Luego se ciudadanizan.

Traicionando su bandera,

Luego se americanizan

 

Y concluye de manera rara:

 

Por eso aquí el mexicano

Tiene muy negro destino,

Porque no es americano

Como lo es el filipino.

 

La referencia al filipino viene de la nada. Pero refleja el tipo de conflictos inter-étnicos que aparecen con frecuencia en otras grabaciones mexicanas de la época, como descrito en “Gringos, Chinos, and Pochos: The Dialectics of Intercultural Conflict in Mexican Music” (“Gringos, Chinos y Pochos: Los Dialécticos del Conflicto Intercultural en la Música Mexicana”), un capítulo en mi libro sobre la Colección Frontera. En este caso, la canción continúa con describir a los filipinos como “desgraciados tan feos” que pasan el tiempo “comprando y vendiendo güeras.”

Después de esa desviación desagradable, la canción vuelve a la historia del inmigrante. El señor sigue sin poder encontrar trabajo porque no es ciudadano. Luego lo deportan como resultado de esta “crisis canalla,” una posible referencia a la deportación y expulsión de trabajadores mexicanos durante la época de la Depresión para proteger los trabajos de los ciudadanos estadounidenses. Naturalmente, se va con la cabeza alta, ya que nunca había traicionado su “pabellón mexicano.”

La estrofa final está llena de amargura por los sueños rotos del señor. A los que se quedan atrás, les deja “como un recuerdo esta sentida canción,” junto con la “escoba con la que barrí dinero.” Termina con un portazo sarcástico: “Qué bien nos han tratado en este país extranjero.”

 

Les dejo como un recuerdo

Esta sentida canción.

El tren ya va caminando,

Me llevan a mi nación.

 

También les dejo mi escoba

Con la que barrí dinero.

Ay, qué bien nos han tratado

En este país extranjero.

 

Como dije antes, el tema todavía resuena. Pero hay una gran diferencia entre los inmigrantes México-americanos de hoy en día. No sienten ninguna vergüenza en quedarse aquí, en hacerse ciudadanos y votar en las elecciones estadounidenses. Esto es una tendencia que podría tener un impacto enorme en los resultados de la elección de este año, perjudicando la suerte de cualquier candidato presidencial que escoja una plataforma anti-inmigrante.

 

--Agustín Gurza

 

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