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La Nueva Canción del Sur

Nota del editor: Oramos de corazón a todos los afectados por el Huracán Harvey.

Cuando consideramos donde viven los latinos en los EEUU, generalmente no pensamos en los estados del Sureste. Pensamos en California, Texas y Nueva York, no Mississippi, Georgia o Alabama.

El censo de 2012 constata que los estados con el mayor porcentaje de residentes latinos están en el Oeste o Suroeste, seguidos por Florida, Nueva York, Nuevo Jersey e Illinois entre los 10 más poblados. Pero si clasificamos los estados según donde la población latina está creciendo más rápidamente, 8 de los primeros 10 serían estados del Sur. Y cada uno de esos estados dobló su demografía, o más, entre 2000 y 2010.

A menudo los grandes cambios demográficos son acompañados por consecuencias culturales: nuevas comidas, nuevos costumbres y nueva música, sin mencionar los nuevos conflictos. Así que no es nada sorprendente que hay también un interés creciente en la cultura latina entre los sureños que están creando espacio para sus nuevos vecinos.

En la histórica Universidad de Mississippi en Oxford, un grupo se dedica específicamente a explorar estos cambios culturales. El Southern Foodways Alliance (SFA), que tiene su oficina central en el Center for the Study of Southern Culture (Centro para el Estudio de la Cultura Sureña) en la universidad, utiliza películas, historias orales, la palabra escrita y eventos en escena para documentar “las diversas culturas culinarias del Sur cambiante.”

Dada la preocupante violencia vinculada a la manifestación reciente por gente dedicada al movimiento de supremacía blanca en Charlottesville, Virginia, en la declaración de principios del grupo resuena un muy vital tono de aceptación: “Nuestro trabajo pone una mesa de bienvenida donde todos podemos considerar nuestra historia y nuestro futuro con un espíritu de respeto y reconciliación.”

Me da mucho orgullo anunciar que me han invitado a participar en el 20º Southern Foodways Symposium, del 5 al 7 de octubre en Oxford, Mississippi. El tema del charla cultural y culinaria: “El Sur Latino.”

Aunque la comida, la gloriosa comida, será el foco principal de la reunión, la música también está en la agenda. Como editor del sitio web de la Colección Frontera, hablaré sobre el corrido, que es un foco principal de este archivo. Me acompañará mi colega Gustavo Arellano, editor del OC Weekly y autor del libro Taco USA: How Mexican Food Conquered America [Taco EEUU: Cómo la Comida Mexicana Conquistó a América].

Un hombre que desempeña muchos papeles, Arellano contribuye también a una sección en el sitio web del AFA llamada “Gravy” (“Salsa”), que contiene una colección de cuentos sobre el cambiante Sur Americano. Su artículo reciente, “Song of El Sur” (“Canción de El Sur”) explora algunas de las canciones mexicoamericanas que se sitúan en El Sur.

Arellano se puso en contacto conmigo hace unas semanas para hacerme preguntas sobre una tal canción de la Colección Frontera. Es una grabación escasa en 78 rpm llamada “Enganche del Mississippi,” por Dúo San Antonio, grabada en la década de 1930. La llama “la canción mexicana más antigua que se conoce que se sitúa en El Sur.” El título contiene el término “enganche,” que es jerga para “trabajo” o “bolo.”

El doble sentido es adecuado para la historia. Este corrido corto se trata de obreros mexicanos que alegremente abordan un tren en Texas, contratados por un “enganchista” para trabajar en otro estado. En una parada en Houston, un señor dice que le gustaría bajarse y quedarse. Recibe esta respuesta enfadada: “¿Por qué quieres quedarte, ya que has sido enganchado?”

La canción sugiere no solo que los trabajadores están atrapados, sino también que no están seguros sobre su destinación. Cuando el tren sale de Houston (a las 2 a.m.), uno de ellos le pregunta al enganchista si se van a Luisiana. No, le dice, van a pasar por Luisiana e ir directo a Misisipi.

No como los corridos típicos, este no tiene ninguna lección o moraleja al final. Cuando el dúo se despide, nos deja imaginándonos el destino del tren y sus pasajeros. Pero para Arellano, la canción representa un caso claro de una explotación laboral que se aproxima a la servidumbre. Es también un ejemplo de cómo los corridos nos dan pistas sobre la historia.

“‘Enganche del Mississippi” permanece como un relato extraordinario sobre mexicanos en un lugar y en una época apenas documentados por los eruditos, mucho menos representados en la cultura popular,” escribe.

Arellano menciona dos otras canciones de aflicción que son ligadas, al menos de pasada, a Luisiana. Una de ellas es “Canto del Bracero,” una canción de la década de los 1950 por la estrella mexicana Pedro Infante que lamenta la “vida triste” de un obrero transitorio. La otra es “La Tumba del Mojado” por Los Tigres del Norte, sobre un migrante miedoso que vive en un sótano en Luisiana porque es un “mojado”: “Tuve que inclinar la cabeza [en deferencia] para recibir el pago de una semana."

Estas canciones son típicas de corridos de la clase obrera, sin importar el entorno geográfico. Pero es un reto encontrar canciones que se sitúan en el Sur y que se refieren tanto a la comida como a los latinos.

La Colección Frontera incluye un rico bufet de canciones con la comida como tema, unas dos docenas de grabaciones en estilo que varían entre merengue y cumbia. Ninguna de ellas se sitúa en el Sur de los EEUU, pero muchos tienen un toque caribeño, al menos en su ritmo. Incluyen “Las Enchiladas,” “Menudo,” “Pico de Gallo,” “La Rajita de Canela” y “Sopa de Pichon.” Hay también una canción humorística del famoso cantante de country de Puerto Rico Chuito El De Bayamon, cuyo protagonista glotón come todo lo que ve pero no parece nunca quedar satisfecho: “Me Quedé con Hambre.”

Arellano cree que pronto aparecerán el en menú más canciones sobre la comida latina y el Sur. Yo concuerdo. Mientras sigue creciendo la población latina en esa región, también crecerá su nivel de expresión cultural. Solo hay que contemplar la gama de ponentes que están en el horario del Foodways Alliance Symposium. Incluyen a un pastelero ecuatoriano, un poeta mexicoamericano, un periodista culinario guatemalteco que trabaja con NPR, un chef venezolano de Atlanta, un dueño, también venezolano, de un restaurante caribeño en Memphis y el dueño de una taquería en Altanta que “combina las tradiciones de su pueblo de Monterrey, México, y su tierra adoptada, el Sur Americano.”

También aparece en el programa un trío de músicas de Los Ángeles que forman la banda La Victoria, que combina la música mariachi y el activismo social. La banda cerrará el simposio con un concierto en vivo en que cantarán corridos nuevos escritos especialmente para este evento.

Vaneza Marie Calderón, quien toca el guitarrón para el conjunto, consultó la Colección Frontera esta semana como parte de la investigación que hizo para escribir los nuevos corridos. La conocí en la biblioteca del Chicano Studies Research Center de UCLA, donde el público puede acceder a las canciones completas del archivo, en vez de los fragmentos de 60 segundos que son accesibles en las computadoras fuera del campus. Dejé a la joven música en la computadora, audífonos puestos, tomando apuntes con cuidado mientras escuchaba “Enganche de Mississippi,” el corrido original del Sur Americano.

“Ya que los mexicanos han hecho del Sur su hogar permanente, en vez de temporal, hay cada vez más canciones que lo incorporan como escenario,” concluye Arellano. “Esta nueva ola todavía está en su infancia. Un puñado de corridos del siglo XXI se tratan de los caballos y ‘los derbies de Kentucky,’ un guiño a los mexicoamericanos que traban en la industria de carrera de caballos en Kentucky. La comida también le está entrando a la conversación.

Eso simplemente me abre el apetito musical.

 

- Agustín Gurza

         

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Mi Memorable Saludo y Encuentro con Los Cadetes de Linares

A fines de los 1970, entre trabajos como periodista, trabajé en la industria de la música, por el lado de la venta, no de la producción. Con absolutamente nada de experiencia directa en el mercado, acepté un trabajo como comprador de música para Pickwick International, un importante distribuidor de música al nivel nacional. Con una bodega gigantesca en el Valle de San Fernando, la compañía operaba su cadena de tiendas de discos, Musicland, y suministraba discos a centenas de tiendas de discos en cadenas de tiendas nacionales, incluso Sears, Woolworths, Montgomery Ward y Kmart.

El problema era que la música latina no se vendía bien en esos puntos de venta, a pesar de tener una clientela altamente latina en muchas de las tiendas. Así que me contrataron a mí con la espera de que yo pudiera solucionar el problema. Los gerentes se arriesgaron conmigo porque en mi trabajo anterior como editor en Billboard, yo cubría el negocio y también seguía las ventas de los más vendidos en la música latina.

Fue entonces que descubrí que escribir sobre el negocio y estar, de hecho, en el negocio son dos cosas muy distintas. Yo estaba nervioso, pero para decir la verdad, no fue difícil encontrar la solución. Los discos no se vendían simplemente porque la compañía no distribuía el producto adecuado, por varias razones internas. En resumen, las tiendas no tenían los grandes éxitos por las grandes estrellas, así que los compradores perdieron el interés.

Mi trabajo era asegurarnos de poner los discos adecuados en los estantes y luego hacer suficiente promoción para recuperar a los clientes. A veces aun yo me sorprendía con nuestro éxito.

Una de nuestras promociones más grandes incluía una visita en persona por uno de los grupos norteños más importantes en la época, Los Cadetes de Linares. Estas promociones eran típicas en esos días. Un artista aceptaba visitar a una tienda y firmar autógrafos para los aficionados, mientras el distribuidor vendía una paleta de discos dentro de unas horas. Una situación beneficiosa para todos.

Los Cadetes eran calientes en esa época, así que sabíamos que atraerían un público. Pero nunca anticipamos las masas que llegaron a la tienda de Kmart en Delano, California, para conocer al dúo cantante, Homero Guerrero y Lupe Tijerina. Claro, esto era territorio de trabajadores agrícolas, la base de aficionados natural de la música norteña. La gente esperó en la cola por horas y los pasillos se llenaron tanto que los otros compradores no podían llegar a la pasta dental y los televisores. Fue una muchedumbre, pero una muchedumbre bastante ordenada y paciente.

Me quedé impresionado por el profesionalismo de los dos músicos. Se quedaron hasta firmar el último autógrafo. No eran lo que uno llamaría carismáticos; no sonreían, y no se les podría llamar extrovertidos. Pero tampoco se quejaban. Vestidos de un juego de guayaberas, eran serios y respetuosos, y eso fue todo lo que requerían sus aficionados. La gente se les acercaba con una mezcla de asombro y deleite. Aun los deslumbrados empleados de Kmart exhibían con orgullo sus carteles personalmente autografiados, como se puede ver en una de las fotos que saqué con mi vieja cámara manual de 35mm de Minolta (lo cual explica el enfoque tan penoso). En la otra foto, Tijerina recibe de un aficionado una copia del disco Pistoleros Famosos para firmarlo, mientras su pareja firma otra autografía con un muchacho curioso que mira por encima de su hombro.  

Ese día, los discos de Los Cadetes se vendieron como tamales calientes. Al final, promociones como ésta ayudaron a impulsar los discos de música latina a la cima de los rankings de Pickwick de la región oeste. Terminé siendo yo también una especie de estrella en esa compañía. Pero es fácil verse bien cuando se trata simplemente de hacer disponible la música por los artistas queridos por tanta gente.

Los dos miembros de Los Cadetes ahora han fallecido, pero su música todavía se toca y se vende. Se puede leer mi biografía completa de este duradero dúo norteño aquí.

 

-- Agustín Gurza

 

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Biografía de Artista: Los Cadetes de Linares

Los Cadetes de Linares eran un dúo norteño popular que consistía, en su apogeo, en Homero Guerrero y Lupe Tijerina, los dos de los cuales eran del pueblo de Linares, Nuevo León, al sureste de Monterrey, México. Eran particularmente bien conocidos por sus corridos populares, empezando con su primer sencillo, “Los Dos Amigos,” escrito por Tijerina. Su carrera como dúo duró unos breves ochos años, hasta la muerte prematura de Guerrero. De todas formas, dejaron un legado duradero a través de muchas grabaciones como también apariencias en películas que llevaban los títulos de sus baladas mejor conocidas de bravuconería y tragedia de bandido, incluso “Las Tres Tumbas,” “Cazador de Asesinos” y “Pistoleros Famosos.”

Aunque a menudo fueron suplantados por bandas que se apropiaron de su nombre, los Cadetes de Linares originales tenían un estilo inimitable que tuvo influencia en un gran número de conjuntos y grupos norteños, y muchas de sus canciones han sido grabadas por un sinnúmero de otros artistas. La Colección Frontera contiene unas 150 grabaciones auténticas de los Cadetes, muchas escritas por Guerrero y Tijerina como individuos o en equipo. Dejaron una huella tan singular en su música que llegaron a ser identificados como los auténticos intérpretes de ciertos éxitos, aunque muchas otras bandas populares hicieron sus propias versiones que no fueron tan memorables. Por ejemplo, hay casi dos docenas de versiones de “El Chubasco” en la colección, incluso grabaciones por otros duetos populares como Los Alegres de Terán y Carlos y José, como también Los Tremendos Gavilanes. Pero la que se recuerda, por sus armonías concisas y riffs irresistibles de acordeón, es el éxito por Los Cadetes de Linares.

El nombre completo del fundador de la banda es Homero Guerrero de la Cerda, un cantante que tocaba el bajo sexto y que nació el 10 de abril de 1937 en El Popote, Nuevo León. Su rancho queda en el distrito de Linares, un área mejor conocida por sus hijos nativos musicales. Guerrero de la Cerda era parte de una familia grande que trabajaba en el rancho que no tenía los recursos para apoyar los sueños de su niñez de ser músico. Sin poder comprar una guitarra, el muchacho construyó una a mano, hecha de madera y banditas elásticas. Su hermano mayor Benjamín le enseñó a tocar, e interpretaba en la escuela y en eventos familiares, como también en el zócalo de su pueblo natal.

Cuando tenía sólo 16 años, Guerrero se mudó a Monterrey, la capital estatal y una meca dinámica de la música norteña en los 1950. Aceptó un trabajo en una fábrica que producía pigmentos de pintura, pero continuó buscando una entrada al negocio de la música, y frecuentaba los garitos musicales conocidos de la ciudad. En esos lugares, se codeaba con otros músicos norteños que llegarían a ser de renombre, incluso Salomón PradoJuan SalazarLos Gorriones de Topo Chico.

Por fin, en 1960, Guerrero formó su propio grupo, juntándose con Adán Moreno, el primero en una serie de acordeonistas que trabajarían como su pareja. Moreno, quien también era de Linares, dejó la banda en 1967 debido a diferencias creativas. Luego Guerrero se puso en camino; viajó por el sendero de migrantes desde Luisiana hasta Ohio y Michigan, y luego retrocedió al sur de Tejas.

En 1968, el músico viajero se encontraba en el pueblo fronterizo de McAllen, donde trabajaba en la fábrica de impresión de discos Discos Del Valle, el famoso sello regional. El dueño, Cristóbal García, no sólo le dio un trabajo a Guerrero, sino también su primera oportunidad para grabar. En su primer disco, Guerrero se juntó con su segundo acordeonista, Samuel Zapata. Según una biografía por su siguiente sello, Ramex Records, este dúo fue bautizado Los Cadetes de Samuel y Homero, un nombre que usó el término militar por primera vez. Según la historia, se escogió el nombre “cadetes” porque cuando era joven, Guerrero aspiraba a asistir a la academia militar de México, pero le faltaban los recursos para proseguir sus ambiciones de una carrera militar.

Ese primer disco incluía canciones – como “La Menudita”, “Estoy Pagando”, “Las Puertas del Cielo” y “Ven a Buscarme” –  que Guerrero volvería a grabar luego como Los Cadetes de Linares. Pero no produjeron ningún gran éxito. Dentro de un año, los asuntos familiares le forzaron a Zapata a dejar el grupo.

Aún en busca del éxito en el negocio de la música, Guerrero volvió a mudarse, esta vez a Houston, donde hizo equipo con su tercer acordeonista, Candelario Villarreal, originalmente de Matamoros. La pareja interpretaba en salones de baile y clubes en el pueblo, y eventualmente los vio Emilio Garza, fundador de Ramex, el sello que por fin tendría un gran éxito con Los Cadetes. Pero antes de que eso podía ocurrir, Guerrero tendría que hacer un último cambio en su colaboración musical. Sus amigos le decían que el acompañamiento en acordeón por Villarreal no combinaba bien con su estilo, así que lo remplazó por Lupe Tijerina, el músico altamente respetado que sería su pareja hasta que la muerte los separó.

Ya que tanto Guerrero como Tijerina eran del mismo pueblo, nació un nuevo nombre afortunado: Los Cadetes de Linares. En 1974, Ramex imprimió sólo 200 copias de su primer disco, que llegó a ser un éxito desenfrenado que requiso varias impresiones más. El disco incluía el corrido de Tijerina que sería su primer gran éxito, “Los Dos Amigos,” escrito por Tijerina. Esto marcó el verdadero comienzo de Los Cadetes de Linares, quienes pasarían a disfrutar una serie de éxitos que eran entre los primeros en los rankings, como “El Chubasco,” “Las Tres Tumbas,” “Pueblito,” “Regalo de Reyes,” “Polvo Maldito,” “Cruzando el Puente,” “Pistoleros Famosos” y muchos más. Además de ser un dueto vocálico espectacular, Guerrero y Tijerina también eran pareja en la composición. Juntos compusieron 23 canciones, incluso “El Caballo Jovero,” “El Tejanito,” “Tu Nombre” y la ya mencionada “Cazador de Asesinos.” Individualmente, Guerrero compuso más de una docena de canciones más, incluso la tragedia de un hijo ya crecido que visita la tumba de su madre, “Dos Coronas a Mi Madre.”

Para los fines de los 1970, Los Cadetes habían recibido múltiples honores y discos de oro, y habían aparecido en programas televisados que les dieron publicidad internacional, como Siempre en Domingo de Raúl Velasco, el programa de variedades semanal emitido desde la Ciudad de México. Sus apariciones en varias películas mexicanas clásicas les ayudaron a amplificar su éxito musical.

Trágicamente, Guerrero se murió a la cima del éxito que tanto había buscado. El músico falleció en un accidente automovilístico el 19 de febrero de 1982, mientras viajaba el camino entre Monterrey y Reynosa en su estado natal de Nuevo León. Después de la muerte repentina de su pareja, Tijerina compuso un tributo conmovedor que llegó al corazón de los aficionados de la banda que estaban en luto. Fue un bolero con el título, “Adiós, Amigo del Alma,” que también llegó a ser un éxito.

Tijerina, admirado por sus pares como un acordeonista de los acordeonistas, pensaba en la posibilidad de jubilarse después de la pérdida del que había sido su pareja musical por tanto tiempo. Pero el clamor público lo convenció a continuar con Los Cadetes de Linares. Así que el baterista original de la banda, Ernesto Báez, asumió el papel de cantante principal, y también tocaba el bajo sexto. Tijerina y Báez seguían tocando ante estadios agotados y apareciendo en programas de variedades televisados que eran populares en la época.

Después de que Báez dejó la banda en 2006, fue reemplazado por Rosendo Cantú. Pero los días de gloria de Los Cadetes de Linares habían ya desvanecido, y el éxito de la banda recayó en una amargada disputa de negocios cuando Cantú reclamó los derechos al nombre del dueto original. Mientras tanto, Tijerina comenzó otra banda bajo un alias inconfundible, Los Cadetes de Linares de Lupe Tijerina. Ésta no fue la primera disputa sobre el nombre y el legado de la banda. Otros ex miembros también formaron grupos astilla que usaron el nombre Los Cadetes de Linares, lo cual le impulsó a Tijerina a aseverar que sólo dos personas podían, de hecho, llamarse “cadetes” legítimamente.

Así que, cuando el mismísimo Tijerina falleció inesperadamente más temprano este año, fue honrado como “El Último Cadete.” Por la noche del 4 de julio de 2016, Tijerina había apenas tocado dos canciones de un concierto en un pueblo a las afueras de la ciudad de San Luis Potosí, otra parada en un horario de gira ocupado, cuando de repente se enfermó y tuvo que abandonar el escenario, acompañado por su hija Yajaira, quien también es intérprete. Mientras sus músicos seguían tocando, lo llevaron por ambulancia al hospital, donde murió de insuficiencia cardíaca en las horas tempranas del día siguiente. Tenía 69 años.

Una nueva generación ahora continúa la música del famoso dueto, con un toque moderno. Yajaira Tijerina, con su cabello rubio y largo bajo un sombrero de vaquero y leggings de lycra ajustados, exhibe sus habilidades en el acordeón en este video durante un concierto en Florida. Además, publicó un video reciente de Facebook que les advertía a los aficionados sobre las estafas que fingen representar los intereses de su difunto padre. Mientras tanto, Homero Guerrero Jr. interpreta y graba música norteña bajo el nombre fundado por su padre, pero con una variación hip-hop en la ortografía, Los KDT’s de Linares. Uno de los videoclips de la banda sobre una aventura amorosa picante tiene más de 2 millones de visitas en YouTube. En otro video, el de la pegadiza canción de amor “Mi Niña Bonita,” se puede ver a la nueva banda que interpreta ante un público grande en la plaza abierta de la ciudad donde todo comenzó, Linares, Nuevo León.

El Guerrero menor también grabó una canción a la memoria de su padre, “Lágrimas de Tu Hijo,” que fue incluida en una compilación de Ramex Records que marcaba el 25º aniversario de la muerte del Guerrero mayor. El disco de tributo póstumo, que llevaba el título Homenaje A Homero Guerrero...25 Aniversario, también incluía dos canciones por su amigo y pareja musical Lupe Tijerina, quien compuso dos canciones de despedida, “Despedida con Mariachi” y  “Adiós Amigo del Alma.”

En la segunda, Tijerina visita la tumba de su amigo y colaborador para darle la última despedida:

 

Yo recuerdo aquellos tiempos que vivimos como hermanos. 
Las tristezas compartimos, y reímos y lloramos.

Adiós, amigo del alma.

En mi corazón no hay calma; ya me voy a resignar. 

 

-- Agustín Gurza

Entrada relacionada: Mi Memorable Saludo y Encuentro con Los Cadetes de Linares

 

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El Corrido y la Inmigración: “Adiós, Estados Unidos”

Las grabaciones son más que entretenimiento. Son ventanas a otra cultura. En las voces de los artistas, las canciones nos permiten percibir lo que los demás piensan y sienten en un momento y lugar particular. Lo escuchamos en los blues de la Mississippi Delta, en el tango argentino, en el rock de San Francisco de la década de 1960, y en una especialidad de este archivo, el corrido México-americano de los principios del siglo XX en el Suroeste de los Estados Unidos.

Hay más de 4,000 corridos en la Colección Frontera, y muchos cuentan historias trágicas de la frontera, muchas veces reflejando la experiencia del inmigrante. Por eso, siguen siendo especialmente relevantes hoy, casi 100 años después, ya que la inmigración mexicana se ha hecho un asunto candente en la elección presidencial. Un ejemplo primordial es el trabajo de Los Hermanos Bañuelos, un dúo de guitarra prolífico que grabó aquí mismo en Los Ángeles durante las décadas de 1920 y 1930.

Los hermanos Bañuelos, Luis y David, dejaron un tesoro de grabaciones socialmente relevantes y muchas veces satíricas que tocaron la fibra sensible en la comunidad México-americana en una época en la cual la discriminación y hasta el odio eran explícitos. Ya que grabaron durante la época de 78-rpm, cuando los discos podían acomodar sólo una canción por lado, el dúo hizo varios corridos de dos partes, con historias que comenzaban en el Lado A y terminaban con el clímax en el Lado B. Muchas de estas grabaciones aparecen en la acreditada discografía por Richard K. Spottswood, con fechas y lugares de grabación.

Una de sus canciones más famosas, “El Lavaplatos,” contiene mucha de la sátira mordaz y amarga que marcaba el trabajo del dúo. Este corrido de dos partes (Vocalion 8349) cuenta la historia, en primera persona, de un inmigrante mexicano que busca éxito en Hollywood, pero quien encuentra sólo labor de baja categoría y sueños frustrados, y vuelve a México más roto que nunca. Los Hermanos Bañuelos también iluminan la brutalidad y discriminación de la policía en otra canción, “El Corrido de Juan Reyna” (Vocalion 8383), sobre un celebrado juicio criminal que uno podría llamar el caso Rodney King de su época. La canción, escrita por Luis, cuenta el caso de Reyna, un joven trabajador de herrería que le había dado un balazo a un policía, matándolo, mientras que estaba detenido. Reyna, quien sostenía que había sido en defensa propia y alegaba que la policía lo había insultado con términos raciales, luego se mató en la prisión de San Quentin. Otras canciones notables del dúo anuncian el tema con sus títulos: “El Deportado,” “Los Prisioneros de San Quintín,” y el narcocorrido seminal, “El Contrabando del Paso.”

El tema en estos y otros corridos es esencialmente el maltrato de los inmigrantes México-americanos en los Estados Unidos. A un nivel, éstas son canciones trágicas sobre un orgullo nacional herido, y sobre aquéllos que son considerados héroes, como Reyna, quienes se levantan para defenderlo. Sin duda, la letra del corrido de Reyna presenta el argumento: Insultarlo a él era insultar a México (Porque al insultar a Reyna / A México se insultó) y dio su vida para defender su dignidad y su nacionalidad (Adiós Juan Reyna / Supiste defender tu dignidad, / Y hasta tu vida expusiste / Por tu nacionalidad.)

Más de 80 años después, es fácil ver una dinámica paralela en la reacción a los comentarios insultantes sobre los mexicanos hechos durante la elección presidencial actual por el favorito republicano Donald Trump. (Aun existe un corrido moderno que ensarta a Trump por un trio llamado Tres Tristes Tigres.)

Una canción, “Adiós, Estados Unidos,” contiene todos los elementos de la experiencia del inmigrante—resistencia, desilusión, deportación y defensa del honor nacional. El corrido de dos partes expone en detalle la humillación que encuentran los inmigrantes desde el momento en que tratan de entrar al país desde México. Claro, en esa época, obtener permiso para cruzar la frontera era un juego de niños comparado con los obstáculos infranqueables que existen hoy. De hecho, en la década de 1920, se les daba la bienvenida a los trabajadores mexicanos y eran exentos de las cuotas de inmigración. Muchos cruzaban legalmente todos los días para trabajar.

Eso no quiere decir que era seguro para los migrantes, o bueno para su auto-estima. En una estrofa, el inmigrante/protagonista menciona que él se negó a irse a bañar cuando se le dio la orden, una práctica común en la frontera a principios del siglo XX. El migrante rehúsa porque dice que ya se bañó en el hotel, que tiene algo de inocencia ingenua. Pero el agente fronterizo insiste, y le dice que o se baña o se puede “go to hell” (“irse al infierno”), una frase pronunciada en inglés con un acento tan fuerte que es casi ininteligible, lo cual lo hace chistoso pero patético. Ya que el migrante no habla inglés y no entiende la opción que se le ha ofrecido, él dice “yes,” que evoca burla de la patrulla fronteriza (“el güero aquel se reía”). Al final, termina en los baños de todas formas.

Así describe el episodio en tres estrofas:

 

De allí me fui a la frontera,

Fue mi primer desengaño.

Para principios de cuentas

Me despacharon al baño.

 

Yo les dije, “No, señores,

Ya me bañé en el hotel.”

Me dijeron, “You se baña,

Si no querer, go to hell.”

 

Yo el “go to hell” no entendía

Por no hablar nada de inglés.

Y el güero aquel se reía

Cuando yo le dije, “Yes.”

 

El guantelete con el que se enfrentaban los mexicanos en la frontera no era para reírse. Tenían que desvestirse, y luego fueron rociados con un pesticida con cianuro, conocido como Zyclon B, como tratamiento para los piojos. Era la misma sustancia tóxica que luego se usó en los campos de concentración de los nazis, según el historiador David Dorado Romo. El nativo de El Paso ha escrito un nuevo libro sobre disturbios que estallaron en 1917 como protesta del procedimiento ignominioso impuesto en la frontera con la Ciudad Juárez. El autor supo de los llamados “Disturbios de los Baños” por primera vez de su tía-abuela, quien trabajaba de criada en El Paso. Ella había sido sometida al humillante proceso de desinfección regularmente, lo cual la hacía sentir que era una “mexicana sucia.”

Así que esta primera impresión de los Estados Unidos estaba a años luz del sueño dorado que los inmigrantes se habían imaginado. En la canción, el protagonista nos dice que él había vendido todas sus pertenencias allá en México para encontrar su fortuna en la tierra donde la gente recogía el dinero con una escoba. A pesar de las humillaciones iniciales en la frontera, siguió adelante, determinado a alcanzar el lugar donde, le decían allá en su casa, había “dinero a montones.”

 

Crucé por fin la frontera

Tras muchas humillaciones.

Quería llegar hasta el sitio

Donde hay dinero a montones.

 

Pero al principio de la Parte 2 en el lado B del disco, pronto se da cuenta de que su misión sería como buscar la proverbial olla de oro. Hay que sudar para tener qué comer, afirma, y los mexicanos reciben los trabajos más difíciles.

 

Para sacar los frijoles

Hay que sudar mucho, hermanos

Solo trabajos muy duros

Nos dan a los mexicanos.

 

Los próximos versos contienen observaciones interesantes, aunque también desconcertantes. No como otras canciones, que culpan a los gringos por la discriminación, aquí el protagonista culpa a los mismos mexicanos por su falta de asimilación. Eso de por sí no es malo. El mexicano, dice el narrador, retiene su ciudadanía como “buen patriota.” No es como gente de “otras razas” que traicionan sus banderas y se americanizan.

 

Pero el chicano, señores,

Trabaja con alegría,

Y guarda cual buen patriota

Su amada ciudadanía.

 

En cambio, las otras razas

Luego se ciudadanizan.

Traicionando su bandera,

Luego se americanizan

 

Y concluye de manera rara:

 

Por eso aquí el mexicano

Tiene muy negro destino,

Porque no es americano

Como lo es el filipino.

 

La referencia al filipino viene de la nada. Pero refleja el tipo de conflictos inter-étnicos que aparecen con frecuencia en otras grabaciones mexicanas de la época, como descrito en “Gringos, Chinos, and Pochos: The Dialectics of Intercultural Conflict in Mexican Music” (“Gringos, Chinos y Pochos: Los Dialécticos del Conflicto Intercultural en la Música Mexicana”), un capítulo en mi libro sobre la Colección Frontera. En este caso, la canción continúa con describir a los filipinos como “desgraciados tan feos” que pasan el tiempo “comprando y vendiendo güeras.”

Después de esa desviación desagradable, la canción vuelve a la historia del inmigrante. El señor sigue sin poder encontrar trabajo porque no es ciudadano. Luego lo deportan como resultado de esta “crisis canalla,” una posible referencia a la deportación y expulsión de trabajadores mexicanos durante la época de la Depresión para proteger los trabajos de los ciudadanos estadounidenses. Naturalmente, se va con la cabeza alta, ya que nunca había traicionado su “pabellón mexicano.”

La estrofa final está llena de amargura por los sueños rotos del señor. A los que se quedan atrás, les deja “como un recuerdo esta sentida canción,” junto con la “escoba con la que barrí dinero.” Termina con un portazo sarcástico: “Qué bien nos han tratado en este país extranjero.”

 

Les dejo como un recuerdo

Esta sentida canción.

El tren ya va caminando,

Me llevan a mi nación.

 

También les dejo mi escoba

Con la que barrí dinero.

Ay, qué bien nos han tratado

En este país extranjero.

 

Como dije antes, el tema todavía resuena. Pero hay una gran diferencia entre los inmigrantes México-americanos de hoy en día. No sienten ninguna vergüenza en quedarse aquí, en hacerse ciudadanos y votar en las elecciones estadounidenses. Esto es una tendencia que podría tener un impacto enorme en los resultados de la elección de este año, perjudicando la suerte de cualquier candidato presidencial que escoja una plataforma anti-inmigrante.

 

--Agustín Gurza

 

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