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Strachwitz Frontera Collection

Juan Gabriel: Una Apreciación
Agustin Gurza | Tuesday, September 13, 2016 | 0 comments

La muerte del cantante y compositor mexicano Juan Gabriel salió en los titulares por todas partes del mundo esta semana. Fue una de las figuras de la música pop más importantes y más queridas en México de la última mitad del siglo XX. Su carrera va paralela a las de un puñado de pares superestrellas, incluso Vicente Fernández y Los Tigres del Norte, que ascendieron en los años 1970 y cuya popularidad continuó hasta el nuevo milenio.

He entrevistado y reseñado a Gabriel algunas veces a través de los años, tanto en momentos buenos como en momentos malos. La última vez fue en 2004 en el Staples Center en L.A., en un tipo de espectáculo de retorno después de una batalla debilitante con sus antiguos agentes, la cual él perdió. El acuerdo requiso que él le pagara a la agencia casi $2 millones a través de una división de ingresos de 45 conciertos durante dos años, una clase de gira no remunerada.

En el escenario, no permitía que las dificultades lo desanimaran.

“Por 2½ horas el sábado, dramatizaba mientras cantaba a voz en cuello una actuación maratón de 29 de sus canciones, casi una por cada año que ha estado en el mundo del espectáculo,” escribí en Los Angeles Times. “El público, encantado y casi a la cabida del sitio, cantaba con él con casi todas las letras, sus caras entusiastas y admirativas muchas veces proyectadas en dos pantallas elevadas.”

Los fanáticos todavía adoraban al Divo de Juárez. Y ese amor continuaría por 12 años más, hasta la víspera de su muerte, durante su último concierto el 26 de agosto, también en Los Ángeles. Los periódicos se llenaron de análisis repentinos de su carrera y significado. Y algunos aspectos de su vida sí requieren algo de pensamiento—como su habilidad de superar cepas fuertes de homofobia y ganar admiración universal mientras alardear una imagen pública obviamente gay y ocasionalmente extravagante en escena. En las entrevistas, solía esquivar preguntas sobre su homosexualidad, pero todo el mundo lo sabía. Como dicen en México, era “un secreto a voces.”

Cuando entrevisté a Juan Gabriel para los Los Angeles Times en 1984, enfrentó la cuestión gay como una afrenta dolorosa, denunciando a los que lo acusaban de serlo, pero nunca lo negaba tampoco. Dijo que las habladurías sobre su sexualidad contribuyeron a la muerte de su madre. Luego, a punto de llorar, el cantante añadió que él también quisiera morir pronto.

“Sí, porque choco con demasiadas cosas en este mundo—con los gobiernos, las leyes, las fronteras, las discriminaciones, las mentiras, las traiciones, las falsedades,” me dijo JuanGa. “Y encima de eso, esta soledad. Si tuviera a mi madre, no estaría sufriendo así porque tendría a alguien que pudiera entenderme, quien pudiera guiarme.”

Para entonces, la gente conocía su triste historia. El pobre muchacho de Michoacán que perdió a su padre, primero a un asilo y luego al suicidio, cuya madre lo había colocado en un orfanato en Juárez, quien luego se escapó y se valió por sí mismo como uno de los muchos niños de la calle en México. A la gente les encantaba la idea de que pudo triunfar frente a tanta adversidad.

Y en sus canciones, no expresaba más que amor y anhelo, una inocencia infantil, además de, a partes iguales, alegría y celos. Tenía un don para lo que los mexicanos llaman el despecho, ese sentimiento catártico de aliviar el dolor a través de reprender, con un ingenio pícaro, el que te abandona. Cuando interpretaba esas canciones en el escenario, sus gestos altivos y maneras sugestivas siempre evocaban carcajadas y chillidos de los fanáticos, quienes podían identificarse con la necesidad de desquitarse y de recuperar algo de dignidad después de una traición humillante.

Eso es lo importante. Cuando los mexicanos aplaudían a Juan Gabriel, estaban animando a sí mismos, tanto como individuos como como una gente con sentimientos compartidos. Los forasteros a veces no entendían su melodrama “schmaltzy,” su truco “kitsch.” Pero ésas son palabras de inglés que no son traducibles. Los mexicanos y otros latinos no lo juzgaban a través de ese lente elitista. Simplemente lo acogían como uno de los suyos.

Los críticos a veces criticaban la simplicidad de sus letras, pero los fanáticos lo perdonaban porque el lenguaje sencillo iba derecho al corazón, montado en sus melodías resonantes. Cuando las cantaba, no había de otro que ver al niño chiquito que tenía adentro, dolido, pero todavía divirtiéndose. Sus canciones alegres siempre se nos pegaban a las orejas como bombones, pero siempre era posible encontrarles un significado más profundo. Había un sentido de nostalgia por un lugar y una época pasados en “Noa Noa,” una canción sobre el club en Juárez donde interpretaba cuando empezaba su carrera. Y en otra canción pop temprana, “No Tengo Dinero,” proclama vivazmente que lo que lleva un hombre en el corazón vale más que lo que lleva en la cartera.

Como dije en mi reseña, “Como toda la gran música pop, las canciones alegres de Gabriel sirven de marcadores melódicos por los cuales la gente recuerda sus propios vidas y amores.”

A pesar de la producción prodigiosa de Juan Gabriel, la Colección Frontera contiene sólo 28 cortes por el cantante, todos sencillos y la mayoría en Arcano, el sello de Nueva York que una vez tenía la autorización de distribuir música latina lanzada por RCA en varios países, incluso México. (Arcano fue parte de la Caytronics Corporation, de Joe Cayre, que una vez virtualmente monopolizaba los lanzamientos latinos importantes en los EEUU, con derechos a todos los productos de CBS y Ariola de España y América Latina también.) La colección tiene muchas otras canciones de Juan Gabriel interpretadas por otros artistas.

Sin contar las duplicadas, los 28 lados de Arcano representan 26 diferentes canciones escritas y cantadas por Juan Gabriel. Porque éstas son de su carrera temprana, la voz del cantante parece más débil, menos robusta que en la plenitud de su carrera. Otro detalle sobresalió mientras yo revisaba estas grabaciones: las frecuentes contribuciones musicales por Jesús Rodríguez de Híjar, un respetado arreglista de mariachi y director musical. Gabriel es acompañado a menudo por el Mariachi de América de Rodríguez o por el famoso Mariachi Vargas de Tecalitlán.

Aquí he mis cinco preferidas:

Ases y Tercia de Reyes (RCA SP-4216 y Arcano DKA0-9289)

No soy un hombre de juego, pero esta referencia a Ases y Reyes en el título quiere decir que, en esta relación agriada, Gabriel tiene todas las cartas. El emocionante acompañamiento de mariachi por Mariachi Vargas añade bravata al amante a quien una vez lo dejaron plantado, quien ahora ha tomado la delantera. Los dos sencillos llevan la fecha de 1975, pero el disco de Arcano suena mucho más limpio que el lanzamiento de RCA.

Juro Que Nunca Volveré (Arcano DKA0-9481)

Ésta es una de esas tragedias entregadas con la voz apasionada pero imperfecta de Gabriel, con una tristeza ronca y empapada de tequila. Aquí jura nunca volver, aun si su amante caprichoso ahora ruega que vuelva. La versión más refinada por la elegante española Rocío Durcal, la intérprete de sus canciones preferida de Gabriel, fue tal vez más popular. Pero sigue siendo un clásico de JuanGa. Esta grabación es de 1978, con acompañamiento de El Mariachi de América de Jesús Rodríguez de Híjar, quien hace el arreglo también.

No Tengo Dinero (Arcano DKA1-9009)

Este sencillo de Arcano no tiene fecha, pero la famosa canción fue el primer sencillo del disco debut de Gabriel de 1971, El Alma Joven, y fue su primer éxito. Es una típica cancioncilla pop con un estribillo fácil de cantar a coro que te acompaña todo el día y te pone una sonrisa. Aun mi hijo con 13 años de edad, quien apenas está aprendiendo el español, no lograba dejar de cantarla después de escucharla por la primera vez esta semana, siguiendo los pasos de la muerte del cantante. El acompañamiento y el arreglo son por Chucho Ferrer, uno de los músicos y directores de orquesta más famosos de México.

Se Me Olvidó Otra Vez (Arcano DKA0-9289 y RCA SP-4216)

Los compases de apertura de la única guitarra crean el ambiente triste de esta canción de anhelo y desamor, que es, como dicen los mexicanos, “para cortarse las venas.” Las letras tienen ese vuelco astuto, y frase clave, que llegó a ser característico de Gabriel. El título se refiere a algo que se le ha olvidado otra vez, en conexión con el amor que lo ha dejado. Luego le dice, como si fuera en una carta, que la está esperando “en el mismo lugar y con la misma gente” con la ilusión de que vaya a volver y encontrar que nada ha cambiado y pueden estar juntos y nunca más partir. Pero entonces añade que tal vez se haya equivocado. Porque hay esa cosa que se le olvidó—ella nunca lo quiso. Es aquí que la esperanza se enfrenta con la desesperación, y es por esto que los mexicanos lloran con su música. Las dos grabaciones llevan la fecha de 1975, aunque otra vez, el disco de Arcano tiene mucho menos ruido de la superficie, pero también menos fidelidad. El acompañamiento es por Mariachi Vargas y el arreglo por Jesús Rodríguez de Híjar.

Tarde (Pronto PR-6165)

Este corte es cantado por Rocío Durcal, en su estilo más suave, delicado y sofisticado. Pero el sentimiento sigue presente, con un ligero toque de flamenco en su voz. Esto es un buen ejemplo de la sencillez del estilo de escribir de Gabriel, directo y declarativo, con un poco de repetición intencionada. También hay mucho dolor y perdición aquí, y es expresado con esa cualidad de corazón abierto que evoca una simpatía inmediata, como cuando uno ve a un niño lastimado. Otra vez, el acompañamiento y el arreglo son por Jesús Rodríguez de Híjar, pero aquí son más orquestales, menos rústicos, para combinar con la elegancia de la cantante española. Note al respecto el uso de una trompeta apagada. Está en el sello Pronto, el que usó Caytronics para lanzar los productos latinos de Ariola nacionalmente. El sencillo lleva la fecha de 1977 y es del disco Rocío Durcal Canta a Juan Gabriel, que la estableció como la intérprete principal del compositor.

 

--Agustín Gurza

 

 

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