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Michoacán

Juan Gabriel: Una Apreciación

La muerte del cantante y compositor mexicano Juan Gabriel salió en los titulares por todas partes del mundo esta semana. Fue una de las figuras de la música pop más importantes y más queridas en México de la última mitad del siglo XX. Su carrera va paralela a las de un puñado de pares superestrellas, incluso Vicente Fernández y Los Tigres del Norte, que ascendieron en los años 1970 y cuya popularidad continuó hasta el nuevo milenio.

He entrevistado y reseñado a Gabriel algunas veces a través de los años, tanto en momentos buenos como en momentos malos. La última vez fue en 2004 en el Staples Center en L.A., en un tipo de espectáculo de retorno después de una batalla debilitante con sus antiguos agentes, la cual él perdió. El acuerdo requiso que él le pagara a la agencia casi $2 millones a través de una división de ingresos de 45 conciertos durante dos años, una clase de gira no remunerada.

En el escenario, no permitía que las dificultades lo desanimaran.

“Por 2½ horas el sábado, dramatizaba mientras cantaba a voz en cuello una actuación maratón de 29 de sus canciones, casi una por cada año que ha estado en el mundo del espectáculo,” escribí en Los Angeles Times. “El público, encantado y casi a la cabida del sitio, cantaba con él con casi todas las letras, sus caras entusiastas y admirativas muchas veces proyectadas en dos pantallas elevadas.”

Los fanáticos todavía adoraban al Divo de Juárez. Y ese amor continuaría por 12 años más, hasta la víspera de su muerte, durante su último concierto el 26 de agosto, también en Los Ángeles. Los periódicos se llenaron de análisis repentinos de su carrera y significado. Y algunos aspectos de su vida sí requieren algo de pensamiento—como su habilidad de superar cepas fuertes de homofobia y ganar admiración universal mientras alardear una imagen pública obviamente gay y ocasionalmente extravagante en escena. En las entrevistas, solía esquivar preguntas sobre su homosexualidad, pero todo el mundo lo sabía. Como dicen en México, era “un secreto a voces.”

Cuando entrevisté a Juan Gabriel para los Los Angeles Times en 1984, enfrentó la cuestión gay como una afrenta dolorosa, denunciando a los que lo acusaban de serlo, pero nunca lo negaba tampoco. Dijo que las habladurías sobre su sexualidad contribuyeron a la muerte de su madre. Luego, a punto de llorar, el cantante añadió que él también quisiera morir pronto.

“Sí, porque choco con demasiadas cosas en este mundo—con los gobiernos, las leyes, las fronteras, las discriminaciones, las mentiras, las traiciones, las falsedades,” me dijo JuanGa. “Y encima de eso, esta soledad. Si tuviera a mi madre, no estaría sufriendo así porque tendría a alguien que pudiera entenderme, quien pudiera guiarme.”

Para entonces, la gente conocía su triste historia. El pobre muchacho de Michoacán que perdió a su padre, primero a un asilo y luego al suicidio, cuya madre lo había colocado en un orfanato en Juárez, quien luego se escapó y se valió por sí mismo como uno de los muchos niños de la calle en México. A la gente les encantaba la idea de que pudo triunfar frente a tanta adversidad.

Y en sus canciones, no expresaba más que amor y anhelo, una inocencia infantil, además de, a partes iguales, alegría y celos. Tenía un don para lo que los mexicanos llaman el despecho, ese sentimiento catártico de aliviar el dolor a través de reprender, con un ingenio pícaro, el que te abandona. Cuando interpretaba esas canciones en el escenario, sus gestos altivos y maneras sugestivas siempre evocaban carcajadas y chillidos de los fanáticos, quienes podían identificarse con la necesidad de desquitarse y de recuperar algo de dignidad después de una traición humillante.

Eso es lo importante. Cuando los mexicanos aplaudían a Juan Gabriel, estaban animando a sí mismos, tanto como individuos como como una gente con sentimientos compartidos. Los forasteros a veces no entendían su melodrama “schmaltzy,” su truco “kitsch.” Pero ésas son palabras de inglés que no son traducibles. Los mexicanos y otros latinos no lo juzgaban a través de ese lente elitista. Simplemente lo acogían como uno de los suyos.

Los críticos a veces criticaban la simplicidad de sus letras, pero los fanáticos lo perdonaban porque el lenguaje sencillo iba derecho al corazón, montado en sus melodías resonantes. Cuando las cantaba, no había de otro que ver al niño chiquito que tenía adentro, dolido, pero todavía divirtiéndose. Sus canciones alegres siempre se nos pegaban a las orejas como bombones, pero siempre era posible encontrarles un significado más profundo. Había un sentido de nostalgia por un lugar y una época pasados en “Noa Noa,” una canción sobre el club en Juárez donde interpretaba cuando empezaba su carrera. Y en otra canción pop temprana, “No Tengo Dinero,” proclama vivazmente que lo que lleva un hombre en el corazón vale más que lo que lleva en la cartera.

Como dije en mi reseña, “Como toda la gran música pop, las canciones alegres de Gabriel sirven de marcadores melódicos por los cuales la gente recuerda sus propios vidas y amores.”

A pesar de la producción prodigiosa de Juan Gabriel, la Colección Frontera contiene sólo 28 cortes por el cantante, todos sencillos y la mayoría en Arcano, el sello de Nueva York que una vez tenía la autorización de distribuir música latina lanzada por RCA en varios países, incluso México. (Arcano fue parte de la Caytronics Corporation, de Joe Cayre, que una vez virtualmente monopolizaba los lanzamientos latinos importantes en los EEUU, con derechos a todos los productos de CBS y Ariola de España y América Latina también.) La colección tiene muchas otras canciones de Juan Gabriel interpretadas por otros artistas.

Sin contar las duplicadas, los 28 lados de Arcano representan 26 diferentes canciones escritas y cantadas por Juan Gabriel. Porque éstas son de su carrera temprana, la voz del cantante parece más débil, menos robusta que en la plenitud de su carrera. Otro detalle sobresalió mientras yo revisaba estas grabaciones: las frecuentes contribuciones musicales por Jesús Rodríguez de Híjar, un respetado arreglista de mariachi y director musical. Gabriel es acompañado a menudo por el Mariachi de América de Rodríguez o por el famoso Mariachi Vargas de Tecalitlán.

Aquí he mis cinco preferidas:

Ases y Tercia de Reyes (RCA SP-4216 y Arcano DKA0-9289)

No soy un hombre de juego, pero esta referencia a Ases y Reyes en el título quiere decir que, en esta relación agriada, Gabriel tiene todas las cartas. El emocionante acompañamiento de mariachi por Mariachi Vargas añade bravata al amante a quien una vez lo dejaron plantado, quien ahora ha tomado la delantera. Los dos sencillos llevan la fecha de 1975, pero el disco de Arcano suena mucho más limpio que el lanzamiento de RCA.

Juro Que Nunca Volveré (Arcano DKA0-9481)

Ésta es una de esas tragedias entregadas con la voz apasionada pero imperfecta de Gabriel, con una tristeza ronca y empapada de tequila. Aquí jura nunca volver, aun si su amante caprichoso ahora ruega que vuelva. La versión más refinada por la elegante española Rocío Durcal, la intérprete de sus canciones preferida de Gabriel, fue tal vez más popular. Pero sigue siendo un clásico de JuanGa. Esta grabación es de 1978, con acompañamiento de El Mariachi de América de Jesús Rodríguez de Híjar, quien hace el arreglo también.

No Tengo Dinero (Arcano DKA1-9009)

Este sencillo de Arcano no tiene fecha, pero la famosa canción fue el primer sencillo del disco debut de Gabriel de 1971, El Alma Joven, y fue su primer éxito. Es una típica cancioncilla pop con un estribillo fácil de cantar a coro que te acompaña todo el día y te pone una sonrisa. Aun mi hijo con 13 años de edad, quien apenas está aprendiendo el español, no lograba dejar de cantarla después de escucharla por la primera vez esta semana, siguiendo los pasos de la muerte del cantante. El acompañamiento y el arreglo son por Chucho Ferrer, uno de los músicos y directores de orquesta más famosos de México.

Se Me Olvidó Otra Vez (Arcano DKA0-9289 y RCA SP-4216)

Los compases de apertura de la única guitarra crean el ambiente triste de esta canción de anhelo y desamor, que es, como dicen los mexicanos, “para cortarse las venas.” Las letras tienen ese vuelco astuto, y frase clave, que llegó a ser característico de Gabriel. El título se refiere a algo que se le ha olvidado otra vez, en conexión con el amor que lo ha dejado. Luego le dice, como si fuera en una carta, que la está esperando “en el mismo lugar y con la misma gente” con la ilusión de que vaya a volver y encontrar que nada ha cambiado y pueden estar juntos y nunca más partir. Pero entonces añade que tal vez se haya equivocado. Porque hay esa cosa que se le olvidó—ella nunca lo quiso. Es aquí que la esperanza se enfrenta con la desesperación, y es por esto que los mexicanos lloran con su música. Las dos grabaciones llevan la fecha de 1975, aunque otra vez, el disco de Arcano tiene mucho menos ruido de la superficie, pero también menos fidelidad. El acompañamiento es por Mariachi Vargas y el arreglo por Jesús Rodríguez de Híjar.

Tarde (Pronto PR-6165)

Este corte es cantado por Rocío Durcal, en su estilo más suave, delicado y sofisticado. Pero el sentimiento sigue presente, con un ligero toque de flamenco en su voz. Esto es un buen ejemplo de la sencillez del estilo de escribir de Gabriel, directo y declarativo, con un poco de repetición intencionada. También hay mucho dolor y perdición aquí, y es expresado con esa cualidad de corazón abierto que evoca una simpatía inmediata, como cuando uno ve a un niño lastimado. Otra vez, el acompañamiento y el arreglo son por Jesús Rodríguez de Híjar, pero aquí son más orquestales, menos rústicos, para combinar con la elegancia de la cantante española. Note al respecto el uso de una trompeta apagada. Está en el sello Pronto, el que usó Caytronics para lanzar los productos latinos de Ariola nacionalmente. El sencillo lleva la fecha de 1977 y es del disco Rocío Durcal Canta a Juan Gabriel, que la estableció como la intérprete principal del compositor.

 

--Agustín Gurza

 

 

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Biografía de Artista: Las Hermanas Padilla

Las Hermanas Padilla, a veces promocionadas como las Andrew Sisters of Mexican Music (Hermanas Andrew de la Música Mexicana) debido a sus harmonías perfectas, formaron uno de los duetos vocales mexicanos más populares y prolíficos de los 1930 y ’40. Basadas en Los Ángeles, las Hermanas Padilla, Margarita y María, establecieron los estándares para su estilo de cantar boleros y rancheras, llegando a ser entre los primeros artistas que tuvieron éxito internacional al emerger de la escena de música México-americana en el sur de California.

Con una carrera que duró más de cuatro décadas, las Hermanas Padilla llegaron a ser conocidas no sólo por sus harmonías, sino también por sus interpretaciones emotivas, que eran a la vez enternecedoras y alegres, apasionadas pero refrenadas. Las hermanas fueron el primer dueto vocal femenino de los Estados Unidos que tuvo mucho éxito por los dos lados de la frontera, influyendo a una generación de duetos parecidos que ganaron mucha popularidad entre las audiencias mexicanas y México-americanas a mediados del siglo XX.

A pesar de su fama e influencia, información biográfica sobre las hermanas cantantes es escasa y dispersa. Wikipedia tiene una breve entrada sobre ellas en una lengua que parece ser ladino, aunque, cosa rara, no hay ninguna entrada ni en inglés ni en español. Hay una pizca de datos biográficos en varios sitios web, y un buen resumen de su carrera en Barrio Rhythm: Mexican American Music in Los Angeles, escrito por el profesor de etnomusicología de UCLA Steven Loza. Entre sus fuentes, Loza cita notas de disco escritas por Philip Sonnichsen para el LP de Folklyric Los Primeros Duetos Femeninas [sic]: The First Woman Duets (1930-1945), lanzado en 1984 por Arhoolie Records.

Las hermanas Padilla son del pueblo de Tanhuato en el oeste del estado de Michoacán, cerca de la frontera con Jalisco, considerado la cuna del mariachi. Cantante principal Margarita Padilla Mora nació en 1918, y su armonizadora hermana menor, María Padilla Mora, nació dos años más tarde. La familia vino a Los Ángeles en los 1920, durante una época de intensa persecución gubernamental de la Iglesia Católica, que llevó a la Rebelión de Cristero. Como católicos devotos, los padres de las muchachas Padilla decidieron huir al otro lado de la frontera después de ser amenazados por haber protegido a curas.

Las muchachas empezaron a cantar juntas desde muy joven, animadas por su padre, quien les pagaba cinco centavos por dos canciones y diez centavos por corridos más largos. Durante los 1930, se hicieron populares en las fiestas y concursos de talentos del barrio, incluso las recaudaciones de fondos para las iglesias locales. “Su primer reconocimiento formal llegó cuando ganaron el primer lugar en un concurso de talentos que se llevó a cabo en un parque en Pico Rivera,” escribe Loza. Poco después, aparecieron en el programa de radio de Ramón B. Arnaiz, basado en Los Ángeles, en el cual empezaron a cantar con Chicho Y Chencho,” quienes formaron parte del grupo popular Los Madrugadores, que aparecía en la radio en L.A.

En 1937, las hermanas Padilla hicieron su primera grabación, el éxito “La Barca de Oro” acompañado de “Por Qué Será.” El disco fue un “éxito instantáneo,” según las notas del disco de Women Duets.

Las Hermanas Padilla aprendieron la mayoría de su reportorio temprano de su madre y abuelo, como también directamente de los artistas que fueron invitados a la casa familiar mientras aparecían en el teatro del barrio. Se sabían casi mil canciones para cuando primero empezaron a interpretar en la radio de Los Ángeles a mediados de los 1930.

“El dueto hizo algunas de las primeras grabaciones en los Estados Unidos de la música mariachi que incluía la trompeta, y frecuentemente se juntaba con el virtuoso trompetista clásico Rafael Méndez,” según el músico de mariachi e historiador Jonathan Clark, como escribe en el capítulo sobre la música mariachi en The Strachwitz Frontera Collection of Mexican and Mexican American Recordings. Muchas veces, sus sesiones de grabación fueron acompañadas por músicos de grabación que normalmente no tocaban mariachi y que se habían reunido específicamente para esas fechas, añade Clark, “ya que no había mariachis de suficiente calibre” disponibles en Los Ángeles durante esta etapa temprana de su carrera.

Muchas de estas sesiones de grabación tempranas fueron dirigidas por Manuel S. Acuña, una figura importante en la dinámica comunidad de música México-americana en la época de la Depresión en Los Ángeles. Acuña también se había inmigrado a los EEUU de México en los 1930. Como compositor, arreglista y productor, era en gran parte responsable por desarrollar la carrera temprana de las Hermanas Padilla.

Después de grabar originalmente con Vocalion Records, el dueto pasó a hacer docenas de discos tanto para Columbia como para RCA. Con más de 400 grabaciones en la Colección Frontera, las Hermanas Padilla son el Número 5 entre los artistas con la cantidad más grande de discos en la base de datos. Su posición tan alta refleja las prioridades personales del fundador de la colección, Chris Strachwitz, quien tiene una afinidad especial por el estilo de cantar de los duetos mexicanos, y recogía sus discos dondequiera que los encontraba.

Las hermanas fueron de gira extensamente durante los 1940, menciona Loza, y luego atrajeron a una gran audiencia norteamericana a través de apariencias en la televisión nacional. En el siguiente pasaje de la página 58 de Barrio Rhythm, Loza explica en detalle la promoción básica que ayudó a promover a las Hermanas Padilla por toda la comunidad México-americana.

Durante el programa bracero de los 1940, el Consulado Mexicano, que proveía entretenimiento mexicano para los trabajadores, les pidió a las hermanas Padilla de cantar en los campamentos de los braceros. La popularidad del dueto aumentó con la introducción de la sinfonola en los clubes, bares y restaurantes por todos los sectores mexicanos de la ciudad.

Muchas veces, las sinfonolas contenían más discos de 78 rpm de las hermanas Padilla que de cualquier otro artista. Además, las Padillas interpretaron en el Million Dollar Theater, donde salían en espectáculos de variedades junto con estrellas como Red Skelton, Abbot and Costello, y los Ink Spots.

Poco después del final de la Segunda Guerra Mundial, tocaron las campanas de boda para Margarita y María. Por casualidad, las hermanas se casaron con otros artistas que habían conocido a través de su relación profesional con Silvestre Vargas del famoso Mariachi Vargas de Tecalitlán, que muchas veces proveía el acompañamiento en sus discos. Vargas le presentó a María a su futuro esposo, Víctor Cordero, quien pasaría a escribir montones de canciones populares, incluso dos de los corridos más famosos de todos los tiempos, “Juan Charrasqueado” y “Gabino Barrera.” Se casaron en 1945. Al año siguiente, María se casó con Memo Quintero, un violinista con Mariachi Vargas.

Posteriormente, los recién casados Memo y María empezaron a grabar como dueto, conocido como Dueto Azteca. Al principio, su música fue lanzada en Discos Azteca, también basado en Los Ángeles, pero pasaron a grabar para los sellos Imperial y Columbia, ganando reconocimiento internacional por sus propios méritos. Una de las últimas interpretaciones públicas del dueto ocurrió en noviembre de 1980 en el Teatro Blanquita en Boyle Heights, el barrio de inmigrantes al este de Los Ángeles, en un programa promocionado como un homenaje a su carrera.

“La actividad musical de las Hermanas Padilla disminuyó después de sus matrimonios a mediados de los 1940,” escribe Loza, “pero el público mexicano siguió escuchando los discos por muchos años después.”

 

Agustín Gurza                          

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