del UCLA Chicano Studies Research Center,
el Arhoolie Foundation,
y del UCLA Digital Library
El corrido es una balada tradicional mexicana que recuenta en verso historias verdaderas sobre héroes y villanos. Una vez se consideraba una fuente fiable, en la época en que los pobres tenían poco acceso a otros medios de comunicación. Hoy, todavía se escriben corridos sobre los acontecimientos actuales, desde los ataques terroristas del 9/11 hasta las luchas sobre la inmigración y la elección de Donald Trump.
Además, los Mexicoamericanos han usado los corridos para contar las historias de sus experiencias como soldados estadounidenses. El corrido belicista es una tradición cuyos orígenes se encuentran en la Revolución Mexicana hasta la guerra de Vietnam y, más recientemente, las guerras en Iraq y Afganistán. Algunas de estas canciones cumplen con el propósito tradicional de honrar a héroes de guerra específicos, a menudo de barrios de inmigrantes pobres, cuyas historias y sacrificios de otra manera no se reconocerían la manera pública. Además, las canciones expresan una gama de sentimientos sobre los hijos de inmigrantes que dan la vida por su país adoptivo, que varían entre el patriotismo y la protesta.
Como escribí la semana pasada, la Colección Frontera contiene montones de canciones escritas por y sobre Mexicoamericanos que son llamados a defender el país y tal vez a morir en tierras lejanas. No todas son corridos. Pero casi siempre son historias desgarradoras de jóvenes que aceptan su destino, esperando sobrevivir, pero resignados a lo que venga.
Los valores expresados en muchas de estas canciones tocan temas comunes: valentía, deber, honor, lealtad. Algunas rayan en jingoístas, ya que condenan a los comunistas y a los asiáticos al mismo tiempo. Pero la mayoría revelan los sentimientos del reclutado común, el soldado raso. Él es el soldado reclutado que no tiene más opción que luchar, pero que envuelve su servicio en un razonamiento patriótico.
Muchas veces el patriotismo tiene una dualidad, una lealtad partida entre dos países. Curiosamente, la guerra ayuda a fusionar esas dos lealtades en canciones que muchas veces invocan la herencia étnica del soldado. Juran comprobar en la batalla que los Mexicoamericanos son defensores valientes de los Estados Unidos, sin importar las razones por la guerra.
Además, muchas canciones se refieren a las madres o a la Madre María. Los soldados se preocupan por dejar solas a sus madrecitas, y rezan a la Virgen de Guadalupe que los devuelva a casa sanos y salvos para que puedan reunirse, o que encuentren a sus madres de nuevo en el cielo si se mueren.
Los padres también son representados en estas canciones, como el veterano de la Segunda Guerra Mundial que tiene que despedirse de su hijo, quien se va a Vietnam, o el fantasma de un soldado muerto que, desde su propio ataúd, ve a su hijo, quien llora por la pérdida de su padre.
Comenzamos esta semana con el “Corrido de Ricardo Campos,” la trágica historia verdadera del niño huérfano de California cuyo cadáver fue enviado del campo de batalla sin nadie para reclamarlo.
“Richard Campos” por Daniel Valdez (Cucaracha 1447-RC)
Cantautor Daniel Valdez, veterano del Teatro Campesino y estrella de la obra de teatro Zoot Suit, escribió esta increíblemente poderosa protesta basada en el caso de Campos, que recibió mucha cobertura en la época.
Según el UPI, el Sgto. Richard F. Campos tenía 26 años cuando fue asesinado en Vietnam por un francotirador enemigo el 6 de diciembre de 1966. Su cadáver fue enviado a los Estados Unidos, pero al principio nadie se presentó a reclamarlo. Sus restos fueron almacenados en el Oakland Army Terminal por más de dos semanas, dice el artículo, “mientras el Ejército buscaba un pariente vivo.”
Campos se había enrolado en 1958, cuando tenía apenas 17 años. En ese momento, era huérfano y estaba bajo tutela estatal en California. Los detalles de su niñez trágica son desgarradores, como descritos en un breve bio de Remembering our Own (Recordando los nuestros), por Robert L. Nelson.
Richard Frederick Campos nació el 15 de septiembre de 1940 en Carbondale, California, cerca de Sacramento. Su madre era una adolescente soltera; nunca conoció a su padre. Cuando tenía apenas dos años, su madre yacía moribunda de tuberculosis, lo enviaron a vivir con una tía en San Francisco. Cinco años más tarde, ella también se murió. El niño entonces fue enviado a un hogar de crianza, pero cuatro años más tarde, su madre de guarda tuvo que entregar por sus propios problemas de salud. Para los 12 años de edad, Campos había perdido tres madres y tres hogares. Entonces, unos curas salesianos lo acogieron en el St. Francis School en Watsonville, donde lo recordaban como un muchacho guapo y amigable que jugaba con el equipo de básquet en campeonatos y ganó un trofeo principal en un concurso de canicas que incluía toda la ciudad.
La biografía de Nelson y otros tributos se pueden encontrar en un sitio web que honra a los veteranos de Vietnam. Pero pocos conocían la historia entera mientras yacía su cadáver en el terminal en un ataúd de metal gris, prácticamente un soldado desconocido. Eventualmente, como resultado de publicidad extendida, el Ejército logró encontrar a un tío lejano, un campesino de 57 años llamado James Diego Campos, lo cual permitió que el soldado fuera enterrado en el Golden Gate National Cemetery en San Bruno. El funeral se llevó a cabo en Nochevieja de 1966, casi un mes después de su muerte.
Al final de la bio, Nelson menciona equivocadamente que la canción en honor al soldado fue escrita por Barbara Dane, una cantante folklórica y activista por la paz. Dane sí grabó una versión de la canción de Valdez, llamada “The Ballad of Richard Campos,” disponible en la compilación FTA! Songs of the GI Resistance, lanzada por Smithsonian Folkways Recordings. Pero ella no la escribió.
Para Nelson, convertir a Campos en cause célèbre antibelicista parecía “un fin irónico para este soldado profesional.” Las letras de Valdez van más allá: convierten su muerte en un grito por los derechos civiles de los chicanos.
En un terminal en Oakland yace el cuerpo moreno de un hombre,
Muerto a los 27, muerto y en el cielo.
Asesinado lejos en Vietnam.
Así que te devolvieron al lugar de donde habías venido.
Como maniquí te sacudieron en un avión.
De vuelta al infierno de que te trataste de escapar,
De vuelta a los llamados libres Estados Unidos.
¿Debe un hombre,
Debe tener que matar,
Para vivir como ser humano en este país?
La grabación de Valdez aparece en el sello Cucaracha Records, basado en Fresno y producido por El Teatro Campesino de Aztlán, la compañía de teatro campesino fundado por su hermano, el dramaturgo Luis Valdez, famoso por Zoot Suit. La Colección Frontera contiene otra canción sobre la tragedia de Campos, “El Corrido de Ricardo Campos,” por el cantautor nuevomexicano Roberto Martinez y Los Reyes de Albuquerque. Una es de un disco, Hurricane MHS-10002; la otra es un sencillo de 45 rpm, Hurricane 45-6982. Las dos están en el sello que pertenece a Al Hurricane Sanchez, conocido como el padre de la música nuevomexicana.
Canciones explícitamente antibelicistas por los chicanos son raros, asevera Kirsten Lustgarten en su tesis de maestría de 2013 en Estudios Americanos de la Universidad de Nuevo México, en Albuquerque. De hecho, son prácticamente desconocidas, comparado con la gama de canciones antibelicistas en inglés por artistas importantes como Bob Dylan y Country Joe McDonald, entre otros.
La laguna en las canciones es patente, argumenta, porque los Mexicoamericanos fueron excesivamente representados entre los soldados rasos que sirvieron en Vietnam, y entonces tenían mucho más que perder. “Esa ausencia sirve para minimizar las contribuciones y las luchas de un grupo étnico cuyo tamaño es considerable,” escribe, y añade que “rellenar la brecha en la historiografía es una necesidad contemporánea urgente.”
Al tratar de explicar la laguna de canciones belicistas, Lustgarten argumenta que la naturaleza del género del corrido en sí impedía la producción de canciones de protesta. ¿Por qué? “Porque la tradición celebratoria del corrido es una de resistencia violenta, de machismo y del bandido social como individuo.” Corridos por la paz no cabían en el marco de la tradición.
Esto podría ser una exageración, porque en la época, los chicanos no limitaban sus intereses a los corridos. También les encantaban Santana, Little Joe y Ritchie Valens tanto como los corridos, si no más. Además, se identificaban con una fuerte ola de música socialmente consciente, la nueva trova, que salía de México. La Colección Frontera contiene otros estilos, tal vez no propiamente canciones de protesta, en los que los artistas Mexicoamericanos hacen declaraciones fuertes contra la guerra y sus consecuencias para los seres humanos.
“El Soldado Huerfanito” por Los Conquistadores de José Morante (Norteño 805)
Aunque el título no lo nombra, esta es otra canción sobre Richard Campos. “El Soldado Huerfanito” toma un ángulo más personal, haciendo resaltar la triste niñez de la víctima. Incluye un detalle menor sobre el adolescente que se ofreció para el Ejército: “En un día nublado se fue a registrar.” Esto plantea un interrogante de cómo el compositor José A. Morante sabría cómo era el tiempo ese día, al menos que asumiera que siempre estaba nublado en San Francisco.
Otros hechos no corresponden con la biografía oficial. La canción dice que Campos nunca conoció a su madre, y que creció en los orfanatos. Eso parece algo calculador, ya que toca en la fibra sensible del oyente.
El cueto termina con un verso patriótico diametralmente opuesto al coraje sobre los derechos civiles expresado por Valdez en su corrido:
Allá en San Francisco descansan sus restos,
Con Gloria y honores su patria le dio.
Lo abrazó la tierra como un hijo suyo.
Ya no es huerfanito, Dios lo recogió.
“Por Que Estamos En Vietnam” por Arnaldo Ramirez (Falcon 1724)
Esto es una grabación de palabra oral, más polémica que poesía. Es una defensa descarada de la guerra de Vietnam, narrada por Arnaldo Ramirez, quien fundó Discos Falcon en 1948 en el Sur de Texas y lideró el influyente sonido del conjunto en la música Tex-Mex. El título no es una pregunta, “¿Por qué estamos en Vietnam?” Es una respuesta, citando directamente a uno de los arquitectos de la guerra, el Secretario del Estados Estadounidense Dean Rusk.
Esta grabación imita vagamente los viejos discos mexicanos que recrean los eventos históricos, como los noticieros de audio. Pero es raro encontrar una grabación que ejemplifique tan explícitamente la propaganda belicista. Sin embargo, la canción representa una vena conservadora relativamente dominante en la política Mexicoamericana, que alimenta el fervor patriótico. Si hay alguna duda sobre la opinión de Ramirez, el disco se abre con la marcha patriótica de John Philip Sousa, “The Stars and Stripes Forever” (“Las Barras y Estrellas para Siempre”), la cual continua como música de fondo durante su lectura de la apología belicista de Rusk.
“Cancion Para Un Niño De Vietnam” por Judith Reyes (Catalog Number EH01-B-1)
Al lado opuesto del espectro político, la cantautora mexicana Judith Reyes ofrece una acusación mordaz de la participación de los EEUU en Vietnam. Su “Canción para un Niño de Vietnam” yuxtapone de manera discordante imágenes duras de la guerra a una melodía cantarina que se identifica como “canción de cuna” en la etiqueta. Reyes, una cantante de protesta popular en los 1960, escribió la canción y se acompaña con la guitarra. Esta también es una polémica, pero disfrazada de verso. Llama al gringo “una vergüenza” de la humanidad, y su presencia en Vietnam “una calamidad.”
Si el gringo esta aquí, que calamidad.
El gringo es vergüenza de la humanidad
Si el gringo se va, feliz me verás,
Porque ahora mi amor, viviremos en paz.
La canción es una de tres que salieron en un EP insólito de 33 rpm, en un sello sin nombre. El disco tiene dos canciones en un lado y una en la otra. La que comparte el Lado B con la canción de cuna antibelicista es “Gorrilita, Gorrilón,” una crítica de la represión del gobierno mexicano. El Lado A contiene “Los Restos de Don Porfirio,” cinco minutos de versos mordaces y satíricos. Se abre con una celebración sarcástica del regreso a México de los restos del dictador derribado por la Revolución Mexicana de 1910. La sátira se encuentra en el hecho de que Porfirio Diaz sigue enterrado en París, donde murió exiliado. Está enterrado en el Cimetière du Montparnasse, el que comparte con las luminarias intelectuales izquierdistas Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir, otra yuxtaposición desconcertante.
“La Tragedia Del 29 De Agosto” por Lalo Guerrero (Colonial 596)
Este corrido conmemora uno de los días más traumáticos en la historia chicana, la muerte del reportero Rubén Salazar durante el Moratorio Chicano, una manifestación antibelicista enorme en el Este de Los Ángeles en 1970. Fue escrito e interpretado por Lalo Guerrero, considerado el padre de la música chicana. Curiosamente, abre con hacer el evento algo personal, ubicándolo cerca de su casa y haciendo que cada línea rime con la palabra “casa.”
En Los Angeles, California, en el barrio junto a mi casa,
El 29 de agosto, gritando “Arriba la raza,”
Se reunió nuestra gente para protestar en masa
Contra la guerra en Vietnam, que sigue y sigue y no pasa.
En la próxima estrofa, Guerrero añade una estadística como justificación de la protesta. Menciona que el 23 por ciento de los heridos de la guerra son “jóvenes mexicanos,” un número que él llama “una proporción severa”, aunque probablemente quiere decir “desproporción.” Entonces, en una voz a veces feroz y gruñido, expresa la profunda rabia de los manifestantes:
Cuando vino la policía, la violencia se desató.
El coraje de mi raza luego se desenlazó.
Por los años de injustica, el odio se derramó,
Y como huracán furioso, su barrio lo destrozó
La canción toma un giro inesperado al final. Empleando una estrategia encontrada a menudo en las canciones folklóricas mexicanas, Guerrero para la música para recitar un verso hablado, invocando un pájaro metafórico como mensajero. Pero su mensaje al final no es antibelicista, sino contra los manifestantes por destruir sus propios barrios. Le pide a una paloma blanca que les diga que dejen de hacerlo, para que la muerte de Salazar no sea en vano.
Paloma blanca, tu que por doquiera que vas eres símbolo de la paz,
Lleva en tu pico este ramo de azar, y dile a la raza que ya no destroce,
Que no haya muerto en vano Rubén Salazar.
“Corrido a Ray Guzman” por Conjunto Laureles (Nu-Mex NM-101)
Proveer la fecha de un evento es uno de los elementos esenciales de la narrativa del corrido. En el caso de Ray Guzman, la primera línea de su corrido pone la fecha de su muerte al 25 de enero, “que fue un martes fatal.” Aparte de eso, la canción no provee ningún detalle sobre las circunstancias de su muerte. Al contrario, las letras se convierten en oda al soldado caído, cuya ambición por la gloria no conocía límites, quien no tenía miedo al morir, quien siempre era el primera al combate, quien era mexicano “por fortuna” y quien era noble, valiente y fiel.
Al final, un corrido también normalmente provee una despedida final. En este caso, es proporcionada por la voz del mismísimo soldado, quien identifica su pueblo natal en el proceso: “Adiós Lovington querido, ya de su suelo me voy.” La canción, escrita por Manuel Morales, fue lanzada en el sello Un-Mex, basado en Lovington, Nuevo México.
Los hechos básicos encontrados en la canción pueden ser verificados en un archivo gubernamental que enumera las víctimas de Vietnam según su estado natal. Allí encontramos una entrada de Reynaldo Guzman, cabo segundo del Cuerpo de Marines, nacido el 30 de mayo de 1943, en Lovington, la sede del condado del Condado de Lea, Nuevo México. Muerto el 25 de enero de 1966. Restos recuperados: Sí.
“Corrido de Jimmy Aguirre” por Agapito Zuñiga (Discos Escorpión ES-114)
Esto es un corrido en el que los actos heroicos del personaje principal son, de hecho, subestimados. La canción, lanzada en el sello Escorpión, basado en Corpus Christi, comienza con las trivialidades de siempre sobre el patriotismo, la valentía y el orgullo étnico. (“Jimmy se arrojó al combate, y su nombre hizo valer. Como era mexicano, hasta morir o vencer.”) Los actos de valentía específicos por los cuales nuestro héroe la Cruz al Servicio Distinguido del Ejército se mencionan en solo una estrofa: Aguirre sufrió 50 heridas, pero, aun así, salvó las vidas de otros soldados heridos.
La canción no le hace justicia. El informe oficial de “las acciones excepcionalmente valientes [de Aguirre] el 4 de diciembre de 1967 como médico de pelotón” se lee como el guion de cine proverbial que se rechazaría por ser demasiado fantástico para creerse.
Al final, los compositores Jesse Saldívar y Agapito Zúñiga convierten el perfil de valentía del soldado en una advertencia crasa de reclutamiento para el Ejército.
Ya con esta me despido, con sentimiento y afán,
No tengan medio, muchachos, cuando vayan a Vietnam.
“No Naci Pa’ Soldado” por Lalo Guerrero (Colonial 533)
Con su renombrado sentido de humor, si bien a veces cursi, Guerrero en esta canción explora un área ambigua entre la valentía, la cobardía y el sentido común, con un toque de racismo y anticomunismo derechista.
En “No Nací pa’ Soldado,” Guerrero está acompañado por el Mariachi Colonial, una banda de estudio para el sello basado en Monterey Park, California, al este de Los Ángeles. El soldado incierto reflexiona sobre su futuro después de ser conscripto por el Tío Sam. Si se hubiera casado y comenzado una familia, como lo amonestaba, pudo haber esquivado la conscripción y evitado convertirse en blanco para “unos ojos estirados.” Preferiría seguir las órdenes de su mujer que las de un sargento, dice. Y preferiría eludir un sartén que una ametralladora.
Mejor me hubiera casado, no sucediera esto ahora
De que me mande un sargento, que me mande mi señora
Mejor capear sartenazos y no una ametralladora.
“No es que les tenga miedo,” añade Guerrero, porque ya probó su suerte “allá en Corea.” Pero es cauteloso con respecto a los comunistas, que son “hijos de la china roja,” jugando con una profanidad común en español. También los llama “los monos del Vietcong.”
La estrofa final toma un tono distinto, abandonando el sarcasmo y la hostilidad de la canción. Al final, Guerrero captura de manera brillante el dilema existencial del soldado común que no logra motivarse para matar al llamado enemigo:
Adiós les digo a mis cuates, me voy todo aguitado.
No es miedo, es precaución. Yo no nací pa’ soldado.
¿Como quieren que pelen? Con nadie estoy enojado
--Agustín Gurza
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