del UCLA Chicano Studies Research Center,
el Arhoolie Foundation,
y del UCLA Digital Library
La Colección Frontera no es un archivo de biblioteca estático que coleccione polvo digital. Está diseñado para ser un recurso cultural dinámico e interactivo, abierto a las contribuciones de investigadores y aficionados de música, como también de los amigos y familiares de los miles de artistas representados en esta incomparable colección de discos.
Muchos seguidores de Frontera han empezado a ofrecer su retroalimentación, comentarios, información, y aprecio. En algunos casos, sus misivas nos dirigen a joyas escondidas en la colección que de otra manera tal vez se habrían pasado por alto.
Así fue el caso del mes pasado cuando un aficionado de música de Caracas, Venezuela, nos contactó sobre una canción llamada “Ay Trigueña!” por Dúo Espín–Guanipa, un dueto de guitarra y voz en un disco de Victor de 78 rpm. Yo nunca había escuchado de los artistas ni de esta bonita canción a la antigua sobre el anhelo de un hombre por el amor de una hermosa mujer con una tez el color de trigo.
La consulta despertó mi interés.
Miré más de cerca el sello del disco, haciendo clic en la imagen para hacerla más grande. Y encontré dos pistas sobre el origen de la canción: Está identificada como un estilo conocido como el “joropo,” y fue “Grabada en Venezuela.” Decir “joropo” en ese país sudamericano es como decir “mambo” en Cuba, o “tango” en Argentina. No es solo un género, es un símbolo cultural nacional.
El hombre que hizo la consulta se identificó como Bernardo Bernal, asistente de grabación musical con una iniciativa musical llamada El Libro Real, basado en Caracas. El sitio web ofrece un cancionero de composiciones venezolanos tradicionales, con letras y anotaciones musicales, como las partituras empresas que se distribuían por siglos en papel y papiro. El libro identifica al compositor de cada canción y el género. Bernal escribió para pedir las fechas de composición o publicación de las canciones, que desafortunadamente no pudimos proveer, ya que el enfoque de Frontera está en las grabaciones comerciales.
Su petición, sin embargo, me estimuló a explorar la música venezolana en nuestra colección. Aunque se centra principalmente en la música mexicana y mexicoamericana, la Colección Frontera contiene una gama extraordinaria de música de otros países y regiones, incluidos Argentina, Colombia, Cuba, Venezuela, Puerto Rico, y España. Cada uno tiene sus propias ricas tradiciones regionales. Una búsqueda sin filtro con el término “Venezuela” rindió casi 250 entradas en nuestra base de datos.
No me considero un experto en la música venezolana, ni mucho menos. Pero sé lo suficiente para apreciarla como una de las músicas más fértiles y diversas—y subestimadas—del continente. Cuando se piensa en los gigantes musicales de Latinoamérica, Venezuela no siempre recibe el reconocimiento que merece. Hoy, tristemente, Venezuela es mejor conocido por su colapso económico y su inestabilidad política que por su cultura musical. Aun en los tiempos más prósperos, Venezuela era conocido por sus prolíficos yacimientos petrolíferos, sus reinas de belleza despampanantes, y sus telenovelas bien producidas. Su música nativa, junto con su cocina nativa, han recibido menos atención.
Sin embargo, el país ha logrado dejar su huella en la música pop moderna, con artistas con éxito internacional en varios géneros:
Como las otras variedades de música importantes en Latinoamérica, las tradiciones musicales de Venezuela comparten las raíces multiculturales que definen los mejores sonidos del continente—una mezcla de elementos europeos, africanos, e indígenas. No es casualidad que algunos de los tipos de música más rítmicos e irresistibles de las Américas vienen de los países con poblaciones significativas de afrodescendientes como resultado de la trata de esclavos española y portuguesa.
Cuba, con su potente infusión de ritmos africanos y fervor religioso, es el corazón pulsante de esta diáspora musical. Colombia y Venezuela, en la tierra firme de Sudamérica, comparten tradiciones parecidas, junto con las costas que comparten en el Mar Caribeño. Puerto Rico, Panamá, y la República Dominicana también son parte de este rico triangulo tropical.
Sin embargo, sería un error agrupar a todos estos países en la misma categoría musical. Aunque las raíces son parecidas, cada uno ha desarrollado sus propios géneros distintivos, con estructuras melódicas, patrones rítmicos, y estilos de baile únicos.
Yo crecí en la década de 1950 como un muchacho mexicoamericano en San José, California, lejos de Venezuela tanto cultural como geográficamente. Pero empecé a ser consciente de la música venezolana a través de mi padre, quien era un ávido colector de discos y un gran fanático de Trio Los Panchos, el romántico conjunto de guitarras de México que era tan popular en México durante las décadas de 1940 y 1950.
Un día, encontré un álbum que prometía algo un poco diferente. La portada mostraba una vista aérea de una ciudad plegada contra imponentes montañas cubiertas de nubes. Tenía una atracción mágica. El título estaba en inglés, The Ballads of Venezuela, con letras en negrita, grandes y blancas, que sobresalían del fondo nebuloso y escénico.
El álbum llegó a ser uno de mis preferidos durante mis años en la universidad. La copia que tengo ahora es un lanzamiento estadounidense de Columbia, pero no tiene fecha, y tiene muy pocas anotaciones. Es una pena, porque los discos siempre eran herramientas de aprendizaje para mí, una ventana a músicas y culturas nuevas, no solo a través de las ranuras, sino también por las notas agregadas. Una página de Wikipedia en español para Los Panchos menciona un álbum de 1967 titulado En Venezuela, presuntamente el lanzamiento original en México.
No es sorprendente que el trío se enfocó en las canciones de Venezuela. El grupo era popular en todo el mundo, y Venezuela estaba entre sus primeras paradas en sus giras internacionales más tempranas a finales de la década de 1940. Su disco contiene tres canciones venezolanas que son estándares en el cancionero latinoamericano: “Alma Llanera” por Pedro Elías Gutiérrez, “Barlovento” por Eduardo Serrano, y “Moliendo Café” por José Manzo, aunque a veces la composición se atribuye a su sobrino famoso, el compositor y arreglista Hugo Blanco, quien tiene 39 grabaciones en la Colección Frontera.
Esas tres canciones esenciales podrían componer el núcleo de un curso introductorio sobre la música folclórica venezolana. La Colección Frontera tiene varias versiones de cada uno, con enlaces arriba. Tienen en común un profundo sentido de lugar e identidad, celebrando la belleza y las costumbres del país, y del campo, siempre descritos idílicamente.
“Alma Llanera” es un joropo clásico que se considera un segundo himno nacional entre los venezolanos. Wikipedia tiene una descripción informativa de la canción y su significado, incluida una traducción al inglés de las letras exuberantes, con su coro pegajoso de verbos de dos sílabas puntuado por pausas (“Canto, lloro, rio, sueño”), y su personificación pastoral de la naturaleza, que provee un final climático (“Soy hermano de la espuma, de las garzas, de las rosas, y del sol”).
La Colección Frontera tiene 17 grabaciones de la canción, en una variedad de estilos y arreglos. Incluyen un mariachi casi sinfónico, un conjunto de guitarras, una versión jarocha con arpa, una con voces refinadas, casi clásicas, y otra con una orquesta de estudio completa.
Mi preferida de nuestra lista es la versión en 78 rpm por la Orquesta Típica Venezolana de Manuel Briceño, del sello SMS Pro-Arte. El arreglo brilla desde la apertura dramática con un clarinete que aletea. Tiene un aire folclórico, a pesar del arreglo sofisticado, que incluye al cantante Lorenzo E. Herrera a mediados de la canción. Supongo que es natural que los venezolanos sean los maestros de su propia música.
En retrospectiva, he reconsiderado la versión que primero escuché por Trío Los Panchos. (La versión en la Frontera fue grabada en México por Columbia y lanzada en los Estados Unidos por el sello Seeco, basado en Nueva York.) Es suficientemente agradable, pero ahora me suena procesado comercialmente, y le falta alma. Lo mismo es cierto en la versión del trío de “Barlovento,” un 78 lanzado en Columbia de México. En mi LP doméstico de Columbia, el título está traducido como “Windward,” una traducción literal de “barlovento.” De hecho, la canción se refiere a una región al este de Caracas donde los españoles establecieron haciendas de cacao trabajadas por los esclavos africanos.
En contraste, escucha la versión elegante pero folclórica por la Orquesta Típica Venezolana de Briceño, que te transporta a un tiempo y lugar mágico y tropical. El sello, otro 78 de SMC Pro-Arte, identifica la canción como un merengue, aunque es muy diferente del estilo del baile dominicana que se conoce en los Estados Unidos. El merengue venezolano tiene un ritmo más ligero y cadencioso, popular en Caracas en la década de 1920 como un baile de salón para parejas.
El merengue es uno de varios géneros musicales distintivos a Venezuela, que muchas veces reflejan la diversidad regional. El joropo, por ejemplo, tiene sus raíces en los llanos centrales e incluye un arpa venezolana distintiva. A veces se le refiere en términos generales como la “música llanera,” pero aun dentro de esa categoría hay variación.
Por ejemplo, la Colección Frontera tiene una emocionante canción llamada “Joropo Tuyero,” compuesta por Briceño e interpretada por un excelente vocalista llamado Alfredo Sadel, a quien descubrí recientemente a través de sus discos de solista que me encontré felizmente en tiendas de discos usados. El título se refiere al Valle Tuy, una zona al sur de Caracas con su propia variedad de arpa con cuerdas de acero. El archivo tiene dos otras versiones con diferentes estilos vocálicos, por Lorenzo Herrera con su Orquesta Venezolana en Columbia, y por Vicente flores en RCA, acompañado por el Conjunto Venezolano Víctor del sello discográfico.
Entre los fanáticos de música latinoamericanos, tal vez la canción folclórica más popular de Venezuela es “Caballo Viejo,” compuesta por el venerado cantautor Simón Diaz, quien se murió en 2014, con 85 años. La canción, sobre la fuerza irresistible de un romance de mayo-diciembre, a veces está identificada como un “pasaje,” una versión más lenta y lírica que el joropo. Pero ha sido grabada veintenas de veces en varios estilos, desde la salsa y cumbia hasta el mariachi. El mismísimo Diaz ofrece esta versión cautivadora, entremezclada con poesía y diálogo, en un concierto en vivo con una banda de acompañamiento folclórico tradicional. Pero por mucho, la versión más popular es esta grabación de 1981 por el artista cubano Roberto Torres en un formato nuevo llamado charanga vallenata, una fusión salsera de elementos cubanos y colombianos.
Otro estilo emblemático, la gaita zuliana, viene del noroeste de Venezuela, la región cerca del puerto de Maracaibo, en el estado de Zulia. La gaita comenzó como un estilo comunitario improvisado que servía como música navideña. Ganó popularidad nacional en la década de 1960, mezclando su melodía y mensaje con la salsa y otros estilos, incluida la música de protesta del movimiento de la Nueva Canción.
La evolución moderna del género se rastrea en un documental que cuenta la historia del Guaco de Maracaibo, mencionado antes, que lleva el nombre de un pájaro local y que era conocido originalmente como Los Guacos de Zulia. El título de la película, Guaco: De Gaita Zuliana a Género Propio 1958-2004, sugiere que la banda convirtió la gaita en su propio género distintivo, incorporando elementos de salsa, rock, jazz, y funk, sin perder la esencia venezolana.
“De hecho, la música gaita era la primera música popular únicamente venezolana que tiene una base estética claramente afroamericana, aunque ese aspecto no se reconocía frecuentemente dentro del país,” dice T.M. Scruggs, profesor de etnomusicología en la Universidad de Iowa que estudió la música y cultura venezolana por seis años. “Nadie bramaría el hecho, aunque es claramente afrovenezolano.”
Scruggs hace sus comentarios en una entrevista informativa publicada por Latino Life, un sitio web cultural británico. Hay otros recursos en internet que exploran la música y cultura venezolana con alguna profundidad. Smithsonian Folkways tiene una buena introducción a la música llanera, con una descripción de algunos instrumentos típicos. El sitio web musical interactivo Folk Cloud, que les permite a los usuarios explorar el mundo de la música folclórica al hacer clic en los países en un mapa, provee muestras de canciones venezolanas, con breves descripciones de los géneros. Tanto el sitio cultural Carnaval.com como el sitio de viajes Venezuela Tuya ofrecen un resumen de la música y los artistas, junto con otros temas culturales para los viajeros y los amantes de la música.
Entonces, claro, está el sitio web que empezó nuestro trayecto. El Libro Real fue fundado por Mark P. Brown, un músico y maestro que nació en Queens y se mudó a Venezuela con su familia cuando tenía nueve años. Empezó el proyecto de transcribir las canciones folks por la falta de música publicada en el país. Su deseo de obtener las versiones más auténticas lo llevó a buscar a los compositores que seguían vivos y documentar sus obras originales, una búsqueda que lo llevó de un lado de Venezuela al otro.
“El motivo principal por publicar El Libro Real es dejar un registro de la riqueza y diversidad y de la música tradicional venezolana para que estas piezas puedan ser leídas, aprendidas, e interpretadas por nuevas generaciones de músicos venezolanos,” dice el sitio web de Brown. “Al mismo tiempo, busca reconocer la valiosa obra de los que, a través de sus composiciones, han ayudado a construir una parte esencial del legado cultural de Venezuela.
Esa misma misión educacional y ese mismo espíritu de preservación los comparte la Colección Frontera, a través de su archivo digital de grabaciones invaluables que representan una gama de géneros musicales de todo el mundo hispanohablante.
-- Agustín Gurza
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Es realmente triste que la música folclórica de Venezuela haya s
de farandulard (not verified), 02/20/2023 - 01:35Es realmente triste que la música folclórica de Venezuela haya sido olvidada. Esta música es una parte importante de la identidad cultural del país y su pérdida es una gran pérdida para la historia y el patrimonio musical de Venezuela. Sería maravilloso que se hicieran esfuerzos para preservar y difundir esta música, de manera que las nuevas generaciones puedan conocer y apreciar su rica tradición musical
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