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Golden Age of Mexican cinema

“Allá en el Rancho Grande:” La Canción, La Película, y el Comienzo de la Edad de Oro del Cine Mexicano

Casi todo país tiene una colección de canciones que constituye su ADN musical. Canciones aprendidas por los niños casi antes de que aprendan a hablar, como “Home on the Range,” “Oh, Susana” y “This Land Is Your Land” en los Estados Unidos.

En México, una canción icónica es la ranchera clásica “Allá en el Rancho Grande.” Como las otras canciones que son emblemáticas de una cultura nacional, “Rancho Grande” tiene una melodía que es instantáneamente reconocible y unas letras que parecen surgir de la memoria colectiva de la nación, aunque no entendamos exactamente qué quieren decir.

Esta alegre cancioncilla de mariachi llegó a ser tan popular, tan entrelazada con la identidad mexicana, que aun los forasteros llegaron a familiarizarse con la canción y la cultura de charro que representaba. En los Estados Unidos, se le dio el nuevo título de “Out on the Big Ranch,” y se le añadió estrofas en inglés y un catálogo de grabaciones por muchos cantantes, desde Bing Crosby hasta Elvis Presley.

Veremos más sobre la americanización de la renombrada ranchera en un momento. Antes, un poco de historia de la canción que llegó a ser un pilar de la cultura pop mexicana en el siglo XX.

“Allá en el Rancho Grande” se popularizó por primera vez en 1936 por una histórica película mexicana del mismo nombre, protagonizada por el cantante y actor Tito Guízar. La película se considera un hito en el cine mexicano, marcando en inicio de la llamada “Edad de Oro” de las películas que definiría la identidad nacional mexicana por toda una generación.

Allá en el Rancho Grande fue la película que descubrió la fórmula para el éxito comercial que era capaz de convertir al cine mexicano en una verdadera industria,” cuenta una fuente sobre la historia del cine que es muy citada en los sitios web culturales. “La película cautivó al público en todos los países hispanohablantes, y abrió las puertas para la inundación de películas que vendría a consolidar la Edad de Oro.”  

La película fue dirigida por Fernando de Fuentes, quien había recibido aclamación de los críticos por una película más temprana, Vámonos con Pancho Villa (1935). Aunque no fue admirado por los críticos, de lejos, Rancho Grande tuvo más éxito en la taquilla. Fue la primera película mexicana lanzada en los Estados Unidos con subtítulos en inglés, según la historia del cine. Además, fue la primera película mexicana que ganó reconocimiento internacional, con una recomendación por la cinematografía de Gabriel Figueroa en el 6º Venice International Film Festival. (Algunos sitios de web sostienen que la película ganó el premio del festival en cinematografía, pero la película en sí no fue incluida en la competición oficial ese año, en la cual Snow White and the Seven Dwarfs (Blancanieves y los Siete Enanitos) de Disney ganó un Trofeo del Gran Arte especial.)

Los críticos sostienen que la película es cursi y aun reaccionaria, dado su retrato idílico de la vida en las haciendas feudales, todo color de rosa, que había provocado la Revolución Mexicana 25 años antes. Sin embargo, estableció los estándares de lo que sería el género cinemático más popular de la época en México, la comedia ranchera. Les dio a los productores de cine la fórmula para hacer las películas exitosas: una glorificación de las ricas raíces populares de México, no sólo en la música, sino también en su estilo de vida tradicional y personajes locales originales.

Rancho Grande – que fue rehecho por el mismo director en una versión de 1949, protagonizada por Jorge Negrete – es una historia graciosa de un triángulo amoroso que toma lugar en un rancho. La película está llena de malentendidos graciosos mientras dos hombres – el hacendado y el gerente del rancho, interpretado por Guízar – compiten por las atenciones románticas de la misma mujer, interpretada por Esther Fernández. (Diez años más tarde, protagonizó, junto con Brian Donlevy y Alan Ladd, Two Years Before the Mast (Dos Años Ante el Mástil.)

El Rancho Grande original, escribió mi amigo y colega Enrique Lopetegui, “tiene todo lo que uno espera del cine de charro: hombres, vino, música, armas y mujeres. Pero no se puede quitar los ojos de la pantalla. La apariencia de la película (por cortesía de Figueroa) y su importancia musical son indiscutibles.”

Esta importancia musical no se puede exagerar: Desde ese entonces, las películas y las canciones populares mexicanas serían inextricablemente vinculadas. Por eso, los cantantes mexicanos eran muchas veces también las estrellas en las películas rancheras de la Edad de Oro. Tito Guízar, por ejemplo, se iría luego a Hollywood, donde coprotagonizó con celebridades estadounidenses como Roy Rogers, Mae West y Dorothy Lamour. Y llegó a ser estrechamente identificado con otros clásicos de la música popular mexicana conocidos a través del mundo, como “Cielito Lindo” y “La Cucaracha.” 

“La imagen del charro que canta, el emblema de la virilidad mexicana, fue, de una manera, una reelaboración de las películas de Roy Rogers y Gene Autry,” escribe John King en su libro de 1990 Magical Reels: A History of Cinema in Latin America (Rollos Mágicos: Una Historia del Cine en América Latina). “Pero la película es más compleja que una simple imitación de los cowboys cantantes de Hollywood. Recurrió a la cultura popular establecida, la canción ranchera, y ayudó a transformar este canto en parte de una industria cultural muy exitosa…. El canto llegó a ser una parte imprescindible del cine nacional, el apuntalamiento sentimental que vinculaba las escenas y que les dio más aplomo a ciertas situaciones específicas.”

Como con muchas canciones tradicionales, la identidad del verdadero compositor de “Allá en el Rancho Grande” ha sido muy debatido. Algunos dicen que nadie puede apuntarse al tanto porque su autoría es desconocida, una hipótesis descrita brevemente en el blog Música Para Nostálgicos. La cancioncilla existía mucho antes de que tuvo éxito comercial, según el argumento, y no es más que una canción popular que ahora es de dominio público.

Sin embargo, cantautores prominentes de los dos lados de la frontera han declarado derechos de autor por “Allá en el Rancho Grande.” En un caso, la disputa aun llegó a la corte.

La atribución más ampliamente aceptada es de Juan Díaz del Moral, por las letras, y Emilio Donato Uranga, por la música. La canción fue escrita originalmente para el dinámico teatro musical de la Ciudad de México, según la biografía de Díaz del Moral en el sitio web de SACM, la asociación de compositores mexicanos. Según consta, la pareja registró la canción en 1927, nueve años antes del lanzamiento de la película.

Sin embargo, en los Estados Unidos, la canción fue registrada un año antes por Silvano Ramos, con letras en inglés por Bartley Costello. Ésta es la versión interpretada en 1940 por el cantante cowboy popular Gene Autry, con violines, una guitarra vibrante y las estrofas de Costello, que glorifican el campo:

Give me my ranch and my cattle,                    Deme mi rancho y mi ganado,

Far from the great city’s rattle,                      Lejos del traqueteo de la gran cuidad.

Give me a big herd to battle,                          Deme un gran rebaño con que batallar,

For I just love herding cattle.                          Ya que me encanta arrear al ganado.

 

A principios de los 1940, los representativos de Ramos demandaron para defender sus derechos a la canción. El pleito, puesto en Nueva York, no cuestionaba los derechos de autor conflictivos en México. En su lugar, la editorial de Ramos demandó a los autores de un libro, con la aserción de que “Rancho Grande” debería estar en el dominio público porque era “una canción mexicana que se había cantado en el suroeste desde tiempos inmemoriales.” Esa publicación – American Ballads and Folk Songs (Baladas y Canciones Populares Americanas), publicada por The Macmillan Company en 1934 – fue escrita por los muy respetados expertos en el folklor John y Alan Lomax.

El juez no pudo decidir el caso definitivamente por falta de suficiente documentación. Pero sí rechazó la solicitud de Ramos por un juicio sumario, diciendo que esas cuestiones debían decidirse en un juicio, aunque no queda claro si esto llegó a ocurrir o no. Un resumen de la decisión de 1941 se encuentra aquí, en un sitio web sobre la vulneración de los derechos de autor en la música, patrocinado por las escuelas de derecho en Columbia University y USC.

No hay disputa, sin embargo, sobre quién escribió la historia original que llevó a la producción de la película. Y eso, por casualidad, nos lleva a mi pueblo natal, Torreón, en el estado norteño de Coahuila. Torreón fue también el hogar de Luz Guzmán Aguilera de Arellano, educadora y madre de cinco niños quienes originalmente llamaban su historia “Cruz” por la protagonista perseguida tan apasionadamente. Según un artículo en El Siglo de Torreón, la autora, apodada Lucita, basó la obra en una historia verdadera que había tomado lugar en una hacienda en el estado vecino de Chihuahua.

Lucita, cuenta el periódico, escribió la historia en secreto, y fue escrita a mano en un cuaderno que guardaba en un tocador. Luego, cuando la familia descubrió el cuaderno y leyó la historia, les conmovió hasta las lágrimas, según los hijos de Lucita que siguen vivos.

La historia llegó a la pantalla gracias al hermano de Lucita, Antonio Guzmán Aguilera, un escritor, poeta y compositor conocido por el nombre artístico de Guz Águila. Adaptó la historia y presentó el guion al director De Fuentes. Se reconocen como escritores de la película tanto Águila como su hermana Lucita, juntos con el director, quien comparte el crédito para el guion.

Lucita estaba contenta con su nuevo éxito, aunque le pagaron sólo $500, que usó para comprarse un vestido, recuerdan sus hijos. Lo único que le molestaba fue que los cineastas habían modificado su recuento, que era fiel a la realidad.

“Mi madre estaba muy animada, pero le habían cambiado el final,” dice la hija de la autora, Luz Arellano. “En su novela, Cruz se muere al final, pero no en la película porque mi tío (Guz Águila) le dijo que el público no estaba preparado para eso. Necesitaban un final feliz.”

Lucita estaba muy enfadada sobre los cambios, añade la hija, hasta que se dio cuenta de cuánto dinero estaba ganando la película, y eso la animó.

Aunque la trama de la película sea sencilla, las letras de la canción en español, no como las de inglés, pueden ser medio inescrutables. Mire, por ejemplo, la famosa estrofa de abertura de la canción:

 

                   Allá en el rancho grande, allá donde vivía,

                   Había una rancherita, que alegre me decía,

                   Que alegre me decía:

                   “Te voy a hacer tus calzones, como los que usa el ranchero.

                   Te los comienzo de lana, Te los acabo de cuero.”

 

Ahora, la palabra “calzones” deja la historia abierta a la interpretación. Tomando en cuenta la época en que se escribió, podría querer decir calzoncillos largos. Pero podría querer decir también ropa interior. De cualquier modo, hay un trasfondo sugestivo.

Ahora, compare las letras íntegras y directas en inglés, como las cantadas por el cantante melódico de los 1950 Dean Martin:

 

I love to roam out yonder,                              Me encanta deambular por allá,

out where the buffalo wander.              allá donde los bisontes americanos erran.
Free as the eagle flying,                       Tan libre como el águila en vuelo,

I'm a-roping and a-tying.                     ando atando y amarrando.
I'm a-roping and a-tying.                     Ando atando y amarrando.

 

La versión de Dean Martin tiene un arreglo alegre de cuasi-salsa que choca con el espíritu campesino de la cancioncilla. Pero esto también demuestra la adaptabilidad de la canción, que ha sido reproducida en varios estilos, desde la mezcla gangosa de Dixieland de Tommy Dorsey hasta el número frenético de Elvis Presley en Las Vegas. Y luego hay mi preferida versión bicultural, la interpretación vivaz, rústica y asombrosamente auténtica del grupo de padre e hijo Bill and Roger Creager, filmado en 2013 en el County Line Music Series en San Antonio. 

La Colección Frontera contiene una amplia variedad de grabaciones de la canción clásica, empezando con el original de Tito Guízar en RCA Victor. Los créditos en esa grabación de 78 rpm indican que Guízar hizo el arreglo, con acompañamiento en la guitarra. Curiosamente, la etiqueta no incluye créditos para el compositor.

“El Rancho Grande” por Mariachi Miguel Díaz (Audio Fidelity AF-1816)

Una versión instrumental animada por este famoso mariachi en un sello estadounidense.

“Allá en el Rancho Grande” por Pilar Arcos y Juan Pulido (Vocalion A 8114)

Una versión que evoca el antaño por este dueto popular acompañado por orquesta típica, con gritos graciosos echados por ahí por si acaso.

“Rancho Grande” por Beto Villa y Su Orquesta (Ideal 655-B)

Otro instrumental, esta vez en un arreglo tejano-mexicano juguetón con un genial solo del clarinete.  

“El Rancho Grande” por Paulino Bernal (Bernal BE-103)

Esta versión tejana-mexicana por el respetado Conjunto Bernal abre con el bajo, que toca la famosa melodía, puntualizada de otras florituras instrumentales y cambios interesantes en el tiempo.

I Love My Rancho Grande por Freddy Fender (Crazy Cajun CC-2014)

Esta versión estridente de cantina tiene ese sonido característico de Freddy Fender, con ornamentaciones de acordeón a lo largo de la canción. La etiqueta atribuye la composición a Fender, bajo su nombre verdadero de Baldemar Huerta, aunque canta las letras estándares en español y ni se molestó con añadir sus propias estrofas en inglés.

“En el Rancho Grande” por Cuarteto Carta Blanca (Vocalion 8677)

Esta versión temprana es por el grupo familiar en el cual Lydia Mendoza tuvo su comienzo en San Antonio, y es notable por las voces algo discordantes.

“En el Rancho Grande” por Xavier Cugat (Victor 24673-A)

Escuche el inusual arreglo de conga por el famoso director de banda Cubano-americano y su Orquesta Waldorf-Astoria. Subtitulado “Mexican Cowboy Song,” la grabación abre con una línea del estribillo de un estándar cubano (“Buchipluma Na’ Má’” de Miguel Matamoros) antes de fluir suavemente y sorprendentemente hacia “Rancho Grande” con un coro vocal y una trompeta apagada. Muy padre.

“Allá en el Rancho Grande” por Mariachi México de Pepe Villa (Camden 95-75)

Una interpretación excelente y bien hecha por este conjunto de primera, con las voces viriles de Emilio Gálvez. La calidad del sonido en este 45 rpm es atípicamente clara.

“Allá en el Rancho Grande” por Antonio Bribiesca (Columbia DCA-192)

Un instrumental suave en un disco donde aparece la guitarra en estilo mexicano de Antonio Bribiesca. El interludio con el solo de la armónica le da un ambiente nostálgico, como estar al lado de la fogata.

“Allá en el Rancho Grande” por Frank Padilla y Su Guatemala Marimba Serenaders (Columbia 3035-X)

Esta versión de marimba por Columbia Records, basado en Nueva York, es notable por el arreglo atribuido a Silvano Ramos, el compositor que demandó para declarar sus derechos de autor en los EEUU.

 

--Agustín Gurza

 

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Biografía de Artista: Flor Silvestre

Flor Silvestre es una cantante, actriz y caballista cuya carrera en escena, en pantalla y en la televisión abarca más de siete décadas. Entre las audiencias internacionales, es más conocida como parte de la dinastía que representaba rodeos dirigida por su marido, el cantante y actor Antonio Aguilar.

Aclamada por su belleza sensual en pantalla y sus hermosas voces naturales, Silvestre se convirtió en una estrella cinematográfica popular durante la llamada Edad de Oro del cine mexicano en los 1940. Compartía la marquesina con los artistas más importantes de la época, como María Félix y Miguel Aceves Mejía, y se ganó fanáticos con su interpretación de rancheras populares en sus películas. Desde el principio, Silvestre lanzó una carrera concurrente de grabación, e hizo una serie de discos exitosos para tres sellos importantes: Columbia Records, RCA Victor, y especialmente Musart, el sello mexicano independiente.

Para 1964, la revista profesional Cashbox la mencionó entre los Diez Mejores Grupos Populares Mexicanos en los EEUU, junto con Javier Solís, José Alfredo Jiménez y Lola Beltrán. Eventualmente, sin embargo, su carrera como solista se hizo secundaria a su papel como parte del creciente grupo de la familia Aguilar, que incluía a sus dos hijos, Antonio Jr. y Pepe Aguilar, el último de los cuales emergió como estrella por su propio mérito en los 1990. Los muchachos llegaron a ser un atractivo importante del emocionante rodeo Aguilar, como aparece aquí en un segmento sin fecha del clásico espectáculo de variedades televisado de Raúl Velasco, Siempre en Domingo.

Flor Silvestre y Antonio Aguilar – apodados respectivamente “La Sentimental” y “El Charro de México” – llegaron a ser embajadores internacionales de la cultura mexicana, algo como los Roy Rogers y Dale Evans de las rancheras. En 1997, cuando Silvestre tenía 67 años, el espectáculo ecuestre familiar batió el récord de boletería cuando llenó el Madison Square Garden por seis noches consecutivas, como mencionado en The New York TimesFormalmente llamado el “Espectáculo Internacional Ecuestre de Antonio Aguilar y Familia,” la popularidad del programa hizo que la familia estuviera de camino la mayoría del tiempo, con giras por Latinoamérica y el Caribe.

Silvestre y Aguilar se dedicaban a una carrera colectiva además de sus carreras paralelas como solistas. Compartían un amor por el canto, montar a caballo y hacer películas sobre el romance y la revolución. Por más de medio siglo, seguían siendo una de las parejas artísticas más queridas en México, seguida y admirada hasta la muerte de Aguilar en 2007.

En 2015, Silvestre apareció en escena en Los Ángeles como sujeto de un tributo en vivo, donde se estrenó por primera vez en los EEUU un documental sobre su vida y carrera, Su Destino Fue Querer, disponible en Vimeo. La película corte, producida por la compañía de producción de su hijo Pepe Aguilar, parafraseaba el título de uno de sus éxitos, “Mi Destino Fue Quererte.” El título captura lo que Silvestre consideraba su papel más importante en la vida, tanto como mujer como artista.

Nació Guillermina Jiménez Chabolla el 16 de agosto de 1930 en Salamanca, Guanajuato. Es la tercera de una familia de siete hijos, que incluye a su hermana, la cantante de rancheras Queta Jiménez, “La Prieta Linda,” quien tuvo su propia carrera exitosa en la grabación.

Porque insistía su madre, la familia se mudó a la Ciudad de México cuando la esperanzada cantante tenía 13 años. Pronto Silvestre intentó iniciarse en el mundo del espectáculo con un paso audaz para una aficionada adolescente. Como relata la cantante en su documental, un día tuvo el valor de subirse al escenario en el Teatro del Pueblo, un sitio recién construido cerca del centro de la ciudad, diseñado para hacer que el entretenimiento fuera accesible a las masas. (El teatro estaba en el piso más alto del, en ese momento, nuevo Mercado Abelardo Rodríguez, que tenía murales con temas socialistas por estudiantes de Diego Rivera.) Silvestre pidió cantar con el famoso Mariachi Pulido, pero el director de la banda la rechazó porque no era una profesional. Vuelva la semana que viene, le dijo el director, y él le traería un mariachi “del Tenampa” para acompañarla. Eso hizo, y la interpretación de la muchacha fue un éxito.

Silvestre también cuenta la historia de cómo adoptó su nombre artístico. En esos años tempranos, ella había asumido el personaje de una revolucionaria para interpretar “La Soldadera,” una canción que le había compuesto José de Jesús Morales. Pero la apariencia frágil y femenina de la joven cantante no combinaba bien con la imagen de una guerrera, y un día el locutor de radio Arturo Blancas se lo dijo: “Usted no es ninguna soldadera. No tiene nada de soldadera. Usted es una flor.”

Así la bautizó Flor Silvestre, tomando prestado el título de una película popular de 1943 protagonizada por Dolores del Río. Dieciséis años más tarde, Silvestre y Del Río coprotagonizarían La Cucaracha, una película aclamada por la crítica sobre la Revolución Mexicana.

Silvestre lanzó su carrera como cantante con apariencias en las estaciones de radio, como XFO. Pero su carrera incipiente recibió una gran ayuda cuando ganó un concurso de canto amateur patrocinado por XEW, una estación importante basada en la Ciudad de México. Eso llevó a conciertos locales, como también a contratos para giras en México y Sudamérica.

Pero su gran oportunidad llegó durante sus interpretaciones en el legendario club de la capital, El Patio, donde figuras de mucha influencia en el mundo de entretenimiento la divisaron. Entre ellas fue el productor cinematográfico Gregorio Walerstein, quien le ofreció a la cantante de 20 años sus primeros empleos en el cine. Silvestre se estrenó en el cine como cantante en la película de 1950 Te Besaré en la Boca, dirigida por Fernando Cortés. Ese mismo año, se ganó su primer papel como protagonista en la producción de Walerstein Primero Soy Mexicano, coprotagonizada por el cómico Joaquín Pardavé y el cantante Luis Aguilar, con música por el prolífico compositor mexicano Manuel Esperón.

El primer año de los 1950 resultó propicio para Silvestre de muchas maneras, tanto personal como profesionalmente. Silvestre se ganó un papel en un programa musical con un tema de toreo, ¡A los Toros!, escrito y protagonizado por el periodista, comentador de toreo y presentador en la televisión Paco Malgesto (nacido Francisco Rubiales), quien pronto sería su primer marido.

Fue también en 1950, en los estudios de emisión de “La W,” que Silvestre conoció al hombre que eventualmente llegaría a ser su segundo marido, en ese entonces conocido como Tony Aguilar. Los dos aparecerían juntos en varias películas durante los próximos años – y divorciarse de sus respectivos esposos – antes de casarse y lanzar una de las carreras más exitosas de una pareja casada en la historia de la música mexicana.

El primer matrimonio de Silvestre, con Malgesto, había sido bastante dificultoso. Tuvieron dos hijos juntos, la cantante y actriz Marcela Rubiales Jiménez y Francisco Rubiales Jiménez, un actor de voz en off. Silvestre tenía sólo 16 años cuando nació su primera hija, Dalia Inés Nieto Jiménez, una cantante, bailarina y autora que nació en Argentina.

Fue también a principios de los 1950 que Silvestre firmó su primer contrato de grabación con Columbia Records, con que tuvo los éxitos tempranos de “Llorar Amargo” y “Oye Morena.” La Colección Frontera tiene ocho de sus grabaciones con Columbia por compositores importantes del día. La mayoría de las grabaciones suyas en la base de datos están en el sello Musart, un total de 79 cortes, incluso varios duetos con su marido Aguilar.

La pareja coprotagonizó por primera vez en la película La Huella del Chacal, lanzada en 1956. Silvestre recuerda que su romance con su coprotagonista empezó ese mismo año durante la filmación de La Ley de la Sierra. Después del rodaje, él la llevaba a montar a caballo sin prisa, aprovechándose de los momentos de encontrarse solos para darle un beso en la nuca. Se casaron tres años – y cinco películas – más tarde, justo antes del lanzamiento en 1959 de La Cucaracha, también conocido como Los Soldados de Pancho Villa, coprotagonizado por las superestrellas mexicanas Del Río y María Félix.

Silvestre pasaría a hacer un total de 100 películas, unas 20 con Aguilar. Es tal vez mejor conocida entre las audiencias norteamericanas por su papel en Ánimas Trujano, coprotagonizado por el actor Toshiro Mifune en la película de 1962, que fue nominada por un Oscar. Grabó docenas de discos y tuvo muchos éxitos, incluso “Cielo Rojo,” “Gaviota Traidora,”“Viejo Nopal.”

Silvestre era ochentona y recuperándose de una cirugía para cáncer en los pulmones durante la filmación del documental reciente. En la película, parecía inundada de nostalgia y añoranza por su difunto marido y pareja. Durante una sesión de preguntas y respuestas en el escenario del ornamentado Los Angeles Theatre, donde la película tuvo su estreno local en marzo de 2015, se le preguntó a Silvestre si alguna vez hubo una batalla de egos entre ella y su célebre marido.

“¿Por qué habría ego?” respondió, casi incrédula. “Eso nunca me interesaba, de ninguna manera… Lo que él me dijera, eso haría.”

Pepe Aguilar, ahora una superestrella de pleno derecho, da crédito a sus padres por haberle dado un ejemplo positivo del profesionalismo en escena, y también del amor entre ellos en la casa. Habla de su relación con su madre en un segmento en la revista de noticias televisada de Univisión, Aquí y Ahora, que salió al mismo tiempo que el documental el año pasado. Aguilar parece juguetón y cariñoso con su madre, y se ven a los dos juntos en el rancho familiar en Zacatecas, donde Silvestre ha vivido desde la muerte de su marido.

En una escena, se ve a Silvestre, quien acompaña a su hijo en escena, junto con sus propios hijo e hija, sus nietos, quienes también cantan. Dice que está muy emocionada de tener la oportunidad de aparecer en escena de nuevo, después de tantos años. Y él dice que él lo hace por ella.

“Ella trae al escenario toda su historia, todo lo que es,” dice Aguilar. “Estoy tan orgulloso de tener a alguien como ella, aun si no fuera mi madre. Y la gente, claro, nunca se cansa.”

                                                       

  --Agustín Gurza

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