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Javier Solis

Canción Destacada: “Perfidia” y la Belleza Trascendente del Bolero

                “Perfidia” se ha mantenido como una de las canciones más apreciadas y duraderas del cancionero latinoamericano. Compuesta hace más de 80 años por el mexicano Alberto Domínguez, se consagra como uno de esos estándares eternos que sigue inspirando a los artistas y resonando entre los amantes de la música, tanto jóvenes como ancianos.

                 Recientemente, escuché la memorable melodía de la canción mientras miraba una nueva película en Netflix, la película española Vivir Dos Veces (2019), de la directora barcelonesa María Ripoll. La película se trata de un envejecido profesor de matemáticas llamado Emilio, un viudo solitario que se hunde en las terroríficas etapas iniciales de la demencia. Explora cómo él y su pequeña familia, una hija que se hace cargo de la situación y una nieta precoz, manejan la crisis.

                 Cuanto más se le escapan las facultades a Emilio, más se obsesiona con el recuerdo de una infatuación infantil. Se desliza hacia retrospectivas diáfanas y salpicadas de sol de encuentros casuales entre él, un muchacho raro y torpe, y ella, la joven encantadora y vibrante de sus sueños. El bolero clásico se infiltra en sus recuerdos y flota en la película, infundiéndole esas cualidades emocionales que caracterizan a tantas de estas viejas canciones románticas: una nostalgia casi inmovilista, un profundo anhelo de un amor no correspondido y la dolorosa sensación de pérdida de lo que podría haber sido.

                 La narración de la película gira en torno a la aparentemente quijotesca búsqueda de Emilio para encontrar y reconectarse con la chica que aún evoca sus atormentantes recuerdos y despierta su necesidad imperecedera de amor verdadero.

               “Perfidia” fue la canción perfecta para los temas de pérdida y anhelo de la película. La letra original en español también fue escrita por Domínguez, nacido Alberto Domínguez Borrás el 5 de mayo de 1906. Era parte de una gran familia (¡18 hermanos!) del encantador pueblo indígena de San Cristóbal de las Casas, uno de los llamados “pueblos mágicos” de México, situado en el estado de Chiapas.

               Eran un clan talentoso, y ganaron una temprana celebridad como Los Hermanos Domínguez. Cuando aún eran adolescentes, varios de los hermanos formaron una orquesta de marimbas conocida como La Lira de San Cristóbal, que luego grabaría para RCA Víctor. Además de Alberto, tres de los hermanos también se convirtieron en compositores acreditados con decenas de canciones románticas: Abel (“Óyelo Bien,” “Tormento”), Ernesto (“Adiós en el Puerto,” “Buganbilia”) y Armando, conocido como El Chamaco Domínguez (“Miénteme,” “Sin Saber Por Qué”).

              Pero fue Alberto quien tuvo más éxito, impulsado por dos composiciones tempranas: “Perfidia” y “Frenesí.” Lanzadas casi una tras otra, se hicieron populares por el mundo entero. Para cuando cumplió 35 años, Alberto se había disparado a la fama internacional con estas dos amadas canciones, ambas destinadas a convertirse en clásicas. Durante las décadas de 1930 y 1940, hizo frecuentes viajes a los Estados Unidos, Europa y el Caribe, permaneciendo fuera de México por años. Durante su vida, acumuló un repertorio de 366 composiciones, según la Sociedad de Autores y Compositores de México (SACM), de la que fue cofundador en su juventud y vicepresidente en el momento de su muerte en 1975 a la edad de 69 años.

             “Perfidia” debutó en la gran pantalla en una película del mismo nombre, también estrenada en México en 1939, y en los Estados Unidos al año siguiente. Los cineastas continuarían presentando la melodía en su trabajo durante las décadas siguientes. En la película de 1941, Father Takes a Wife (Padre Toma a una Esposa), un joven y apuesto Desi Arnaz irrumpe en el coro de “Perfidia” para dar una serenata espontánea a una obviamente impresionada Gloria Swanson (aunque acababa de casarse) en su luna de miel en la cubierta de un barco. Al año siguiente, en el clásico de cine negro de 1942, Casablanca, “Perfidia” se toca mientras los personajes Ilsa y Rick (Ingrid Bergman y Humphrey Bogart) bailan mejilla con mejilla en la famosa secuencia de retrospectiva de París. Cincuenta años más tarde, una versión cantada por Linda Ronstadt aparece en la banda sonora de la película de 1992, Los Reyes del Mambo, protagonizada por Antonio Banderas. (El otro clásico del compositor, “Frenesí,” también se usó en su parte de películas de renombre, incluyendo dos ganadores del Oscar: Radio Days (Días de Radio) de Woody Allen (1987) y Raging Bull (Toro Salvaje) de Martin Scorsese (1980), con Robert de Niro).

             En Vivir Dos Veces, una exploración de los estragos de la enfermedad de Alzheimer, la inquietante interpretación de la banda sonora es interpretada con una voz melancólica y susurrante por Maria Rodés, una cantante y compositora también de Barcelona. A diferencia de anteriores arreglos orquestales de la canción con voces dramáticas, Rodés ofrece una interpretación sobria y comedida con un tintineo de piano de acompañamiento. La película en sí, conocida por su título en inglés, Live Twice, Love Once, obtuvo críticas mixtas en Rotten Tomatoes, con solo la mitad de los críticos dándole el visto bueno. Le fue mejor con los espectadores, con casi el 80 por ciento calificándola de fresca. Los críticos que la desaprobaron la llamaron “predecible” e “inolvidable,”  con “pagos cómicos y románticos (que) son flojos.”

            Por el contrario, considera algunos comentarios brillantes (en español) de personas que vieron la película y fueron inspiradas a buscar el tema musical en YouTube:

“Vine a llorar la canción después de llorar la película.”

           “Después de ver la película ‘vivir dos veces’ y tener un nudo en mi garganta al recordar a mi único amor que he tenido al momento y que en realidad me ha marcado, puse esta letra, hay muchas versiones pero esta llega al corazón.”

           “Hace 10 años murió mi tía, ella padecía demencia senil. Crecí escuchando esta canción en su voz. Ella lo olvidó todo, menos cantar.” 

            Estos comentarios me dejaron preguntándome sobre el impacto de la canción en sí, que figura tan prominentemente en todo el drama, en las reacciones, a favor o en contra, de los espectadores individuales. “Perfidia” es uno de esos viejos boleros que llegan al corazón a una edad temprana, una melodía que se mete en la corriente sanguínea, una letra que se aloja latente en la memoria, recuperable a cualquier edad. Tal vez a uno le guste más la película si la canción despierta esos recuerdos, evoca esa nostalgia, renueva ese romanticismo.

            Las letras evocan un estado de oscuridad y desesperación, parte de un estilo conocido coloquialmente como “canciones corta-venas.” Describen a un hombre tan consumido por la angustia y el dolor que la gente no quiere estar cerca de él. “Perfidia” a menudo se traduce al inglés como “treachery,” o traición. Pero la canción nunca dice que la mujer le engañó, ni explica por qué se fue. El hombre se atormenta, preguntándose dónde puede estar ella y qué aventuras puede estar teniendo. Solo Dios y el mar conocen las profundidades de su amor y su dolor, le dice.

             Hay dos versiones en inglés, pero ambas carecen del poder emocional del original. La más conocida es la de Milton Leeds, nacido en Omaha, Nebraska, tres años después que su homólogo mexicano. Es más cursi que “corta-venas.”

With a sad lament my dreams are faded like a broken melody

While the gods of love look down and laugh

At what romantic fools we mortals be.

And now, I know my love was not for you

            And so I take it back with a sigh

            Perfidious one, Goodbye.

            (Con un triste lamento mis sueños se desvanecen como una melodía rota

            Mientras los dioses del amor miran hacia abajo y se ríen

            En qué tontos románticos somos los mortales.

            Y ahora, sé que mi amor no era para ti

            Y entonces lo retiro con un suspiro

Pérfida, adiós.)

            Una versión más desconocida, publicada en 1939 bajo el título “Tonight” (“Esta Noche”), es una anticuada canción de amor acreditada al director musical Xavier Cugat y a Will Heagney, un exitoso compositor y vodevilesca. Cugat tuvo un temprano éxito con “Perfidia” al año siguiente, pero como instrumental. Diez años más tarde, el cantante Tony Martin grabó una versión bilingüe de “Tonight,” usando la letra de Cugat/Heagney. Estos versos en inglés son mucho más elegantes y literarios que la interpretación de Leeds, aunque también carecen del elemento de profundo dolor y pérdida desesperada.

            Hay decenas de grabaciones de esta canción clásica, en ambos idiomas. Tengo más de 100 contadas hasta ahora en mi colección privada. Pero aun así, me sorprendió la gran variedad de artistas que han hecho versiones de la canción a lo largo de los años. Hay versiones en una miríada de estilos, incluyendo bolero, jazz, rock y chachachá. “Perfidia” fue incluso interpretada a cappella en 1941 por un grupo vocal, en ese momento incipiente, de la Universidad de Princeton llamado “Los Nassoons,” que hasta el día de hoy utiliza la composición mexicana como su canción característica.

            “Perfidia,” como “Bésame Mucho,” “Malagueña” y muchos otros estándares latinoamericanos, fue popular entre el público americano durante la primera mitad del siglo XX. Las canciones en español se integraron completamente en el tejido de la escena musical de los Estados Unidos, formando parte del repertorio estándar de muchos artistas importantes.

             Había versiones vocales de “Perfidia” de los cantantes Nat King Cole, Mel Tormé y Julie London. Interpretaciones de easy listening de las orquestas de Lawrence Welk, Ray Conniff y Percy Faith. Arreglos de baile de los grupos de Bing Band de Glenn Miller, Benny Goodman y los hermanos Dorsey. Interpretaciones de jazz de Charlie Parker, Dave Brubeck y Manu Dibango. En 1960, los Ventures lanzaron una versión surf-rock de “Perfidia,” un instrumental de guitarra con tañido que alcanzó el número 15 en el Billboard Hot 100.

             No todas las versiones dieron en la nota correcta. Una banda suiza de rockabilly llamada Hillbilly Moon Explosion grabó una estrafalaria versión bilingüe de la melodía en 2013. La cantante Tex-Mex Trini Lopez le dio a la canción un terrible y trivial trato pop que la hace sonar infantil. Y el popular grupo vocal The Four Aces armonizó en una animada interpretación que es un retroceso a la era del swing de la década de 1940.

             La canción también fue grabada por artistas de todo el mundo, como los cubanos Issac Delgado e Ibrahim Ferrer, y el venezolano Alfredo Sadel, así como los intérpretes europeos Nana Mouskouri (Grecia), Andrea Bocelli (Italia) y Paco de Lucía (España).

             Por supuesto, desde su creación, también ha tenido innumerables intérpretes en su país de origen. Hay versiones mexicanas de cantantes de todas las épocas, incluyendo a Elvira Ríos, Javier Solís y Luis Miguel. Por tríos de guitarras, como Los Tres Caballeros y Los Panchos. La canción fue incluso adaptada por la aclamada banda de alternativa latina de México, Café Tacuba, lanzada en su álbum de 1996, “Avalancha de Éxitos.” Al otro lado de la frontera, artistas latinos de los EE. UU. también se metieron en el acto, incluyendo a Freddy Fender, Eydie Gorme, René Touzet y la ya mencionada Linda Ronstadt.

             Las primeras grabaciones de la canción también fueron hechas por artistas mexicanos, aunque hay un debate sobre quién fue el primero. Dos versiones notables fueron publicadas en el sello Victor en 1939, el año en que se publicó la canción. La cantante Lupita Palomera ofreció una actuación sincera pero elegante, lanzada como un sencillo de 10 pulgadas acompañada por nadie menos que la Lira de San Cristóbal, de los Hermanos Domínguez. La imagen publicada con este video de YouTube muestra la fecha de 1937 en letra grande en el sello discográfico, aunque es casi seguro que está equivocado y definitivamente alterada porque las fechas de lanzamiento, cuando son citadas por las compañías discográficas, siempre aparecen en letra mucho más pequeña. La otra versión grabada en 1939 es la del cantante mexicano Juan Arvizú. También fue un sencillo de Víctor de 10 pulgadas, grabado en Buenos Aires en octubre, y lanzado al año siguiente.

            La grabación de Arvizú está entre unas doce versiones contenidas en La Colección Frontera, casi todas 78s. A continuación, se presentan breves reseñas de algunas de esas grabaciones, que también representan una amplia variedad de estilos:

            Nacido en 1900 en la ciudad colonial de Querétaro, Arvizú formó parte de esa temprana cohorte de estrellas masculinas del canto (Jorge Negrete, Pedro Vargas, José Mojica, Alfonso Ortiz Tirado, Pedro Infante) que dominó los primeros años de la industria discográfica de la nación. Se le atribuye el descubrimiento de un joven pianista y compositor que acompañó al cantante en los primeros años y que surgió como una figura destacada en la música pop mexicana de mediados del siglo XX. Su nombre era Agustín Lara. La exquisita versión de “Perfidia” de Arvizú fue grabada en Nueva York el 17 de abril de 1939, con el acompañamiento de la Marimba Panamericana, con dos marimbas tocadas por cinco músicos. Esta es una interpretación verdaderamente sensible y sofisticada, que se apoya en el alcance, el control y la delicadeza del cantante. Escucha la nota final alta que sostiene, como si fuera de una nube, y verás por qué se ganó el apodo de El Tenor de la Voz de Seda.

          El suave y meloso tenor de Pedro Vargas, quien fue formado operísticamente, acaricia la letra de este bolero clásico. Vargas (1906-1989), quien luego se hizo famoso como cantante ranchero, comenzó su carrera como cantante cosmopolita con un temprano éxito en las capitales latinoamericanas de la grabación, desde La Habana hasta Buenos Aires. Muestra un control y un fraseo magistrales, sin dejar que la técnica disminuya los sentimientos de tristeza y pérdida. El arreglo está meticulosamente adaptado, al principio contenido detrás de su voz, luego floreciendo durante el descanso instrumental, llegando a un aterrizaje muy suave. La etiqueta indica que la canción es de la película, con el acompañamiento del consumado grupo cubano, Orquesta Havana – Riverside (no confundir con el Havana Cosmopolitan, que se discute más adelante). La orquesta ha contado con algunos de los mejores músicos de Cuba, lo que explica su sonido pulido y profesional.

          Este es un claro ejemplo de cómo un estilo musical distintivo no es adecuado para todas las canciones. Pérez Prado, coronado El Rey del Mambo, tuvo grandes éxitos en los EE. UU. con su música cubana cruzada, especialmente números de alta energía como el Mambo No. 5. El director de la banda ayudó a popularizar la música bailable latina, con un sonido impetuoso y rimbombante y un estilo escénico llamativo. En este encantador bolero, sin embargo, el sonido del Prado va en contra del sentimiento. La sección de trompetas es demasiado linda y bailable para transmitir la miseria de ser dejado en la oscuridad por la persona que amas. Hace que el arreglo, incluido aquí en un álbum de RCA de 33 rpm, suene cursi y efectista. Parafraseando la exclamación del director musical: “¡Ugh!”

         Este es un arreglo suntuoso y pulido que evoca la era de las Big Bands y los salones de baile elegantes. Aunque la etiqueta no lo dice, el rico arreglo probablemente fue escrito por Cugat, un violinista formado que nació en España y creció en Cuba. Después de llegar a los EE. UU., el extravagante director musical encontró una celebridad nacional al ayudar a presentar a los estadounidenses los estilos de baile latino, especialmente el tango, el mambo y el chachachá. Según la Discografía de Grabaciones Históricas Americanas, Cugat grabó “Perfidia” por primera vez en 1939 con la Orquesta Waldorf-Astoria (llamada así por el famoso hotel de Nueva York), que Cugat dirigió durante aproximadamente 16 años, a partir de 1933. Pronto se convirtió en un gran éxito para la banda. La interpretación instrumental de Cugat es muy refinada, con piano, percusión, violines, marimbas, guitarra y trompetas silenciadas entrelazando sus partes en capas texturizadas. Puede ser considerada como “easy listening” (la música suave y de humor de la época prerroquera), pero no es en absoluto fácil hacer música a este nivel. Es encantadora y eterno.

         Tomado de un álbum de estándares latinos titulado “Javier Solís en Nueva York,” esta canción fue grabada por la estrella de la canción mexicana durante una gira por los Estados Unidos. El repertorio internacional y el elegante fedora que lleva en la foto de la portada, señalan una desviación para Solís, que se hizo famoso como cantante de mariachis. El delicado arreglo del director de orquesta Chuck Anderson parece perfectamente adaptado a la voz velada y sensual de Solís, puntuada con sus característicos estallidos de poder y pasión. Esa dualidad estilística, entre lo campestre y lo cosmopolita, definiría el resto de su corta carrera. El llamado “Rey del Bolero Ranchero” murió en 1966, solo seis años después de grabar su afligida versión de esta triste canción. Tenía solo 34 años.

            Aunque se lanzó en un sello de Texas que formaba parte de la legendaria House of Falcon, esta grabación instrumental fue licenciada por Discos Virrey en Lima, Perú, donde fue producida. En realidad, es un popurrí de dos canciones que comienza con otro estándar latino, “Siempre en Mi Corazón,” escrito en 1942 por el internacionalmente conocido compositor cubano Ernesto Lecuona. Al igual que “Perfidia,” que completa el popurrí, la melodía de Lecuona también fue traducida al inglés (por Kim Gannon) y apareció en una película del mismo título, Always in My Heart  (1942), ganando una nominación al Oscar a la mejor canción original. Las dos piezas se fusionan bien en este arreglo con ocasionales toques de acordeón. Es la música de easy listening por excelencia, lo que algunos llaman desdeñosamente música de ascensor. Piensa en Lawrence Welk, y verás las burbujas de champán flotar ante tus ojos.

            Esta versión instrumental estándar no añade nada nuevo ni especial a la interpretación de la canción. El arreglo es prosaico y la musicalidad es simplemente competente. Hace que uno se pregunte sobre los orígenes de la orquesta, que no suena ni cosmopolita ni habanera. Busqué información diligentemente, pero solo encontré una referencia a la banda en un sitio web sobre música de Chicago, Wholesome, por un bloguero que estaba igualmente perplejo. Este grupo “es básicamente un misterio,” escribe al reseñar la grabación de la orquesta de “Bruca Maniguá,” la otra cara de “Perfidia” en el sello Coast, basado en Los Ángeles. “Puede o no haber sido grabada en Cuba,” continúa el bloguero, añadiendo que “la banda también tenía un 78 en el sello mexicano Peerless.” A él le gustó la interpretación de la banda ("¡bastante bella y poderosa!") mucho más que a mí.

            Esta versión orquestal también fue grabada en Nueva York en 1939, según la discografía de Richard K. Spottswood, Ethnic Music on Records (Música étnica en discos). Fue parte de una sesión del 20 de julio de Decca con la orquesta de Vera que incluyó un total de seis canciones (cuatro boleros, una conga y una rumba), todas con el vocalista López Prado. Vera (1929-1996) fue un famoso compositor cubano que compuso docenas de canciones con su compañero de composición de larga data Giraldo Piloto, y aparecía famosamente como parte del equipo de composición de Piloto y Vera. La versión de Vera de “Perfidia” tiene un distintivo, aunque sutil, sentimiento tropical, con acentos de violín en toda la pieza que son bastante inusuales. Como se espera de un grupo cubano consumado, la musicalidad es magnífica, y el tierno tenor cierra el número con un florecimiento sostenido.

- Agustín Gurza

 

 

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Canción Destacada: Romance y Revolución en “Sabor a Mí”

             Entre los mexicoamericanos aculturados, solo un puñado de canciones mexicanas han logrado gozar de una gran popularidad y una significancia cultural especial por este lado de la frontera. Algunas llegan a ser canciones icónicas, con letras y melodías memorizadas por los hijos y nietos de inmigrantes.

            Una de ellas, claro, es “La Bamba,” el jarocho tradicional que se convirtió en un éxito de rock en la década de 1950 por Ritchie Valens, y luego fue repetido por Los Lobos en la película biográfica de 1987 sobre el adolescente chicano de Pacoima, California. Otra es “El Rey,” el clásico de mariachi por José Alfredo Jiménez, sobre un vagabundo pobre que se aferra a su orgullo exagerado y sus caprichos, un monarca en su propia mente.

            Solo hay una canción, sin embargo, que se ha enraizado tanto en la comunidad bicultural que la han llamado el Himno Nacional Chicano. Sorprendentemente, no es una canción enardecedora que estimule algún sentido del orgullo étnico. Es una hermosa pero afligida canción romántica sobre los rastros persistentes de un amor perdido: “Sabor a Mí.”

            La canción fue escrita en 1959 por Álvaro Carrillo, uno de los mejores compositores de México durante la época dorada del bolero romántico. Desde entonces, ha sido grabada veintenas de veces por una gama de estrellas en múltiples lenguas y una variedad de estilos.

            Una búsqueda en YouTube rinde interpretaciones increíblemente diversas: un instrumental por el dúo cubano de padre e hijo que son pianistas, Bebo y Chucho Valdés; una versión con voces alternantes, en un español excelente, por la banda juvenil de Corea del Sur Exo-K; una versión pop con muchas ventas por la superestrella mexicana Luis Miguel; una versión sobria y tenue por el joven cantante Colombia-americano nacido en Virginia Kali Uchis; una adaptación jazzística/folclórica por la banda de Bogotá Monsieur Periné; una entrega de música ligera por el saxofonista de jazz suave Kenny G; una versión Tex-Mex, acentuada por el acordeón, por la banda roots americana The Mavericks; una versión moderada bilingüe por la cantante y estrella cinemática de la década de 1950 Doris Day; una versión clásica por el cantante melódico chileno Lucho Gatica con un sonido de big band latino; y una versión instrumental sensiblera por la Baja Marimba Band, de la época de la charanga de Tijuana de la década de 1960.

            Créase o no, aun hay una interpretación sorprendentemente tierna de la canción en inglés (“Close to Me” [“Cerca de Mí”]) por el asesino en serie Charles Manson, en un estilo vocálico con sabor a Willie Nelson.

            La Colección Frontera contiene 25 grabaciones de la canción, incluida una entrega particularmente notable por el mexicano Javier Solís en Columbia (descrita más adelante).

            “Sabor a Mí” ha sido grabado en francés, japonés, alemán, mandarín, portugués, ruso, italiano, y el zapoteco de Oaxaca, el estado natal del compositor. Sin embargo, en inglés, las letras pierden su lirismo en una traducción directa.

            El título, “Sabor a Mí,” implica más que su significado literal. La palabra “sabor” implica mucho más que “degustación,” como uno de los cinco sentidos. Connota gusto, estilo, ánimo, placer, y una esencia intangible de algo o de alguien. La música hecha con “sabor” tiene ritmo. Los que bailan con “sabor” tienen don y sentimiento. Y claro, un chef con “sabor” tiene un toque apasionado para lo sabroso.

            El uso del artículo “a” en el título también cambia la situación. Normalmente, la palabra “of” se traduce como “de” en español. La canción “A Taste of Honey,” por ejemplo, se podría traducir como “Sabor de Miel,” como saborear literalmente la dulce sustancia. Pero “sabor a miel” sería menos específico, indicando algo que deja un rastro de miel o cuyo sabor evoca la miel.

            Así que “Sabor a Mí” no quiere decir que te comas una mordida de tu novio. No es tanto un “sabor de mí” como un rastro sensual de la memoria etérea de un ser querido, como perfume que perdura en el aire, o el aroma de una persona extraviada que se ha tejido en los hilos de su ropa. El sabor es el aire de una persona, una esencia indefinible que provoca un anhelo físico, un hambre por su amor perdido.

            El compositor, sin embargo, no se preocupaba por la etimología cuando ideó el famoso título. Las palabras se le ocurrieron por casualidad en una cena de gala. En su blog, Con Sabor a Mi Padre, el hijo de Carrillo, Mario Carrillo Incháustegui, cuenta lo siguiente sobre cómo nació la canción, como le contaba su tía, Guadalupe Incháustegui Guzmán, la hermana de su madre.

            En la primavera de 1957, Alvaro Carrillo conoció a su futura esposa, Ana María Incháustegui a través del primo de ella, quien estaba secretamente enamorado de ella. El primo pensaba traerle una serenata a Anita para su 24º cumpleaños, pero sin revelar sus sentimientos amorosos. Así que, como él sabía que ella admiraba las canciones románticas de Carrillo, invitó a su amigo, el compositor, para ayudar con la serenata. Lo que no se imaginaba era el resultado: Fue amor a primera vista para el compositor. Para el final de ese año, Álvaro y Ana María estaban comprometidos.

            En diciembre, la pareja asistió una cena navideña donde Carrillo empezó a tomar tragos de güisqui. En un momento, su comprometida se quejó de que se estaba dejando llevar, pero el compositor siguió tomando obstinadamente, y se inclinó hacia ella para un beso. Seguía alternando tragos y besos toda la noche.

            Finalmente, Ana María dijo que ella se estaba emborrachando de tantos besos borrachos, aunque ella no estaba tomando. Le dijo a su comprometido que le estaba dejando el “sabor a güisqui” en la boca. El músico pausó y le dijo, “Lo que tienes en la boca no es sabor a güisqui, sino sabor a mí.”

            Como lo cuenta Carrillo el menor, una bombilla se les prendió simultáneamente a sus padres.

           “Los dos, cómplices en la composición, entendieron en ese momento que la frase que había surgido de la queja era una expresión poética que debería convertirse en canción,” recordó Mario Carrillo. “Mi madre lo anotó como una tarea para mi padre. Y, rompiendo su sobriedad, tomó un trago del vaso de su marido, y brindaron lo que sería el éxito más grande que Álvaro Carrillo jamás compondría.”

Tanto tiempo disfrutamos de este amor,

nuestras almas se acercaron, tanto así,

que yo guardo tu sabor

pero tú llevas también... sabor a mí

 

Si negaras mi presencia en tu vivir

bastaría con abrazarte y conversar

tanta vida yo te di

que por fuerza llevas ya... sabor a mí

 

No pretendo ser tu dueño

no soy nada, yo no tengo vanidad

de mi vida, doy lo bueno

soy tan pobre, qué otra cosa puedo dar

 

Pasarán más de mil años, muchos más

yo no sé si tenga amor la eternidad

pero allá tal como aquí

en la boca llevarás... sabor a mí

         

             Carrillo, miembro de la Sociedad de Autores y Compositores de México, registró la canción el 11 de julio de 1958 con el editorial Promotora Hispano Americana de Música (PHAM). El contrato de edición indica que el plan de grabar la canción por Los Tres Ases para RCA ya estaba hecho. En su blog, Carrillo dice que la composición de su padre se grabó por primera vez en 1959, pero no dice quién fue el artista.

             El año siguiente, el joven cantante mexicano Javier Solís tuvo el primer gran éxito con la canción. Unos 40 años después, la entrega de 1960 de Solís en Columbia fue entre las primeras grabaciones incorporadas a la Sala de Fama del Grammy Latino de 2001, junto con otros sencillos eternos, como “Bésame Mucho” por Pedro Vargas (RCA 1941), “El Día Que Me Quieras” por Carlos Gardel (RCA/Victor 1935), “El Reloj” por Lucho Gatica (Odeón Chilena 1959), “The Girl From Ipanema” por Antonio Carlos Jobim (Verve 1963), “Mambo #5” por Pérez Prado (RCA Victor 1950), y “Oye Cómo Va” por Santana (Columbia 1970).

             Álvaro y Ana María se casaron el 21 de julio de ese mismo año. Y se quedaron juntos por casi una década, hasta que un trágico choque de carro les quitó la vida el 3 de abril de 1969. El compositor, quien tenía 47 años, dejó un legado de más de 300 composiciones, incluidas otras joyas duraderas como “La Mentira (Se Te Olvida),” “El Andariego,” “Luz de Luna,” y “Sabrá Dios.”

             Hoy, más de medio siglo después de su estreno en la Ciudad de México, “Sabor a Mí” sigue popular entre los jóvenes mexicoamericanos, y se toca a menudo en bodas, quinceañeras, aniversarios, y fiestas de patio. Está entre un puñado de canciones en español que aparecen regularmente en las colecciones de canciones clásicas en inglés, rock de los años cincuenta, doo wop, lowrider, y R&B que son tan populares entre los jóvenes chicanos.

             En una encuesta de 2009 de los lectores del blog cultural LA Eastside, “Sabor a Mí” fue nominado como una de las canciones que mejor “consagran la gran riqueza y sabor histórico” del Este de Los Ángeles. Casualmente, la encuesta fue publicada el año en que la composición marcó su 50º aniversario. El blog era nuevo en esa época, lanzado el año anterior por Al Guerrero (también conocido como AlDesmadre), un artista y anterior estudiante de UCLA que nació en la Ciudad Juárez y que creció en el Este de L.A. desde los dos años.

             La versión escogida por los lectores de Eastside fue grabada en Nueva York por el Trío Los Panchos and Eydie Gormé. Fue incluida en el disco Amor, el primero de una serie de LPs de Columbia muy exitosa que emparejaba al trío de guitarra mexicano con el cantante de pop nacido en los Bronx, quienes interpretaban clásicos de pop latinoamericano.

             El encanto duradero de su versión entre los mexicoamericanos de segunda y tercera generación puede ser debido a la naturaleza binacional y bicultural de la interpretación en sí. Los Panchos representaban la fuerte identidad mexicana de la generación que alcanzó su madurez en México durante las décadas de 1940 y 1950. Y Eydie Gormé, hija de judíos sefardíes que vinieron de la Italia y la Turquía y que hablaban ladino en casa, representaba al inmigrante aculturado que todavía estaba tentativamente conectado a sus raíces ancestrales. Tal vez los chicanos percibieron el ligero rastro de un acento anglo en su pronunciación de las letras en español, haciéndolas tanto solidarias como simpáticas. La cantante llegó a identificarse tanto con los latinos que le dieron el apodo cariñoso de “La Gormé.”

             Durante la década de 1970, “Sabor a Mí” ganó nuevos aficionados mientras una generación joven de bandas grababa versiones frescas con inflexiones modernas. Esto vino durante una época turbulenta del Movimiento Chicano, cuando los mexicoamericanos estaban exigiendo sus derechos y reclamando sus raíces culturales. Este bolero en particular fue abrazado como parte de ese resurgimiento cultural, que también produjo el estilo de rock latino de Santana y la explosión de música soul de ojos negros (“brown-eyed soul”), encabezado por bandas como Tierra y  Thee Midniters.

Los Lobos, la banda chicana más valorada de esa época, grabó “Sabor a Mí” para su álbum de estreno de 1978, Just Another Band from East L.A. (Solo Otra Banda del Este de L.A.). Con la excepción de un solo de guitarra con algunos toques jazzísticos, y algunas armonías de fondo, ofrecieron un trato mayormente tradicional de estilo trío, cantado competentemente por César Rosas. Esta era la fase temprana de Los Lobos, orientada hacia lo folclórico; la banda luego experimentaría con el rock, blues, y fusiones latinas en la década de 1980.

          Pero la versión más emblemática con diferencia para los mexicoamericanos era la de una banda del Este de L.A. cuyo nombre representaba tanto a la gente como al movimiento—El Chicano. El bolero apareció en el segundo álbum del grupo, Revolución, lanzado en 1971. Otra vez, la vocalista principal era una mujer: Ersi Arvizu, una exboxeadora y conductora de FedEx que también había crecido en el Este de L.A.

          En su libro, Barrio Rhythm: Mexican American Music in Los Angeles (Ritmo de Barrio: La Música Mexicoamericana en Los Ángeles), el musicólogo de UCLA Steven Loza escribe que esta grabación por El Chicano “todavía se recuerda como uno de los legados musicales más importantes de su época en el Este de Los Ángeles.”

          La evidencia de ese legado duradero aparece en el internet, donde la versión del grupo ha recibido más de 6 millones de vistas en YouTube y más de 1,600 comentarios. El vídeo fue publicado en 2007 en un canal de clásicos chicanos que ha obtenido casi medio billón de vistas en 12 años.

          Entre los comentaristas es la mismísima Arvizu.

         “Cuando aprendí esta canción por Eydie Gormé y la grabe con El Chicano, jamás me imaginé que esto llegaría a ser mi ‘canción insignia,’” escribió la cantante, cuando el vídeo tenía la mitad de sus vistas actuales. “Ahora tiene más de 3 millones de vistas, ¡¡GUAU!! Me siento verdaderamente honrada por su amor y apoyo de esta canción. Ya no estoy con El Chicano, pero me doy cuenta de que todos los del grupo contribuyeron en hacer esta canción lo que es hoy. Paz, amor y música.”

          Permanece la interrogativa: ¿Por qué fue esta canción específicamente, más que todos los otros boleros, que resonó con los chicanos?

          Dionne Espinoza, profesora de los Estudios de Mujer, Género y Sexualidad en Cal State Los Ángeles, argumenta que la versión de El Chicano con Ersi Arvizu no es simplemente una canción romántica. La llama “una representación de la política y estética del Movimiento Chicano en el Este de Los Ángeles,” como escribió en un ensayo que toma prestada la frase de abertura de la canción,  “‘Tanto Tiempo Disfrutamos…’ Revisiting the Gender and Sexual Politics of Chicana/o Youth Culture in East Los Angeles in the 1960s” (“‘Tanto Tiempo Disfrutamos…’ Volver a Visitar a la Política de Género y Sexualidad de la Cultura Juvenil Chicana en el Este de Los Ángeles en la Década de 1960”).            

         “En el caso de ‘Sabor a Mí,’ reclamar el bolero conectó su audiencia históricamente a la música que había sido el fondo de la vida cotidiana de sus padres y sus abuelos. Sin embargo, la interpretación de la canción por El Chicano como una música híbrida reflejaba la complejidad cultural de la comunidad,” escribe Espinoza en su ensayo publicado en 2003 en la colección Velvet Barrios: Popular Culture and Chicana/o Sexualities (Barrios Aterciopelados: La Cultura Popular y las Sexualidades Chicanas), editada por Alicia Gaspar de Alba y Tomas Ybarra-Frausto.

         Casi cuatro décadas más tarde, como cuento en mi artículo para Los Angeles Times, Arvizu fue convencida a salirse del retiro por el músico de roots Ray Cooder, conocido por su trabajo con la Buenavista Social Club de Cuba en 2008. Cooder produjo el primer álbum solista de la cantante, Friend for Life, que incluía mayormente canciones que ella había compuesto. Arvizu tenía 59 años.

        Cooder fue impresionado tanto por la cualidad eterna del estilo de Arvizu como por la naturaleza duradera de la canción que primero le había dado su fama.

        “Nunca se olvidan de esa canción, ese ‘Sabor a Mí,’” dijo en una entrevista de 2008 con el San Francisco Chronicle. “Vendió un millón de copias, por Dios. En el Este de L.A., no se olvidan. Para ellos, la canción sigue ahí.”

 

– Agustín Gurza

 

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