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Strachwitz Frontera Collection

Biografía de Artista: Rita Vidaurri, Tesorera de San Antonio
repstein | Thursday, May 2, 2019 | 1 comments

Hasta su reciente muerte, la cantante Rita Vidaurri (1924–2019) restaba como la última estrella que sobrevivía de lo que se considera una Época Dorada para las vocalistas de San Antonio, durante las décadas de 1930 y 1940. Como sus contemporáneos Eva Garza (1917-1966), Rosita Fernandez (1919-2006), y Lydia Mendoza (1916-2007), Vidaurri se aprovechó de la vibrante escena de música mexicoamericana en la ciudad de Alamo para lanzar una carrera internacional, compartiendo el escenario mundial con superestrellas como Nat “King” Cole, Pedro Infante y Celia Cruz.

Después de una larga interrupción para criar a sus cuatro hijos, Vidaurri volvió a la escena al principio del nuevo milenio, disfrutando de un retorno sensacional que culminó una carrera que duró ocho décadas. La vocalista veterana se murió en su pueblo natal el 16 de enero de este año. Tenía 94 años.

En escena, Vidaurri se proyectaba como una persona segura de sí misma, haciendo bromas con la audiencia, haciendo comentarios ocurrentes y contando chistes ligeramente subidos de tono. Sin embargo, su exterior profesional ocultaba una vida de privación y lucha. Batalló para conquistar su timidez como niña y contra el machismo durante toda su vida. Lo más trágico fue que tuvo que soportar la muerte de tres hijos crecidos, y sufrió periodos de depresión y enfermedad a través de los años.

            Sin embargo, Vidaurri nunca dejó de cantar.

            “Interpretar siempre fue el mejor remedio para Rita,” dice el historiador de música tejana y colector Ramón Hernández. “Está entre los grandes músicos y todavía no ha recibido la atención merecida.”

 

Años Tempranos en San Antonio

 

            Rita Vidaurri Castillo nació el 24 de mayo de 1924 en una casa humilde en la Calle Montezuma en el barrio de West Side de San Antonio, una de las vecindades más pobres del país. Rita lleva el nombre de una santa italiana del siglo XV, Rita de Cascia, conocida como la patrona de las causas perdidas y protectora de las mujeres maltratadas y destrozadas.

            Su padre, Juan Vidaurri, nació en el pueblo de Musquiz, Coahuila, que no queda lejos de la frontera mexicana con Tejas. Como niño, vino a los Estados Unidos con su familia, formado parte de una oleada de migrantes que buscaban escaparse de la agitación de la Revolución Mexicana de 1910.

            Ya habiéndose establecido en Tejas para la década de los 1920, Juan Vidaurri conoció a María de Jesús “Jesusita” Castillo, natural de San Antonio, con quien se casó. Jesusita tenía solo 16 años cuando nació Rita, y seguirían dos hijos más; su marido tenía 19 años.

            El Vidaurri mayor era un mecánico que reparaba carros detrás de su casa. Además, operaba y era dueño de unos pequeños negocios del barrio—una gasolinera, un cuadrilátero de boxeo y una cantina. En sus últimos años, ganó reconocimiento por su activismo cívico, ya que convirtió su casa en un centro comunitario ad hoc y una sede política. Con el sobrenombre de “El Viejito,” llegó a ser bien conectado en los círculos políticos del estado de Tejas, y en 1977, San Antonio lo honró con un parque de la vecindad que lleva su nombre.

            Inicialmente, Juan Vidaurri no estaba de acuerdo con el flirteo de su hija con el mundo de espectáculo. Fue su madre quien fomentaba el talento musical de la joven Rita.

            El hecho de que el destino de la muchacha se encontraba en la música fue presagiado por un señor local que recogía basura y botellas en la vecindad pero que también era conocido como adivino. Este personaje del barrio la oía cantar cuando pasaba por la casa Vidaurri, y le dio a su madre un consejo sabio.

            “Deje que cante si quiere cantar,” dijo el señor. “Va a ser grande.”

            Jesusita, quien trabajaba limpiando casas, tomó en serio esta predicción. Hizo arreglos para que un muchacho de la vecindad le enseñara la guitarra a su hija por 50 centavos la lección. Y a las espaldas de su marido, empezó a llevar a la niña al centro de la ciudad para los concursos de talento para aficionados en el Teatro Nacional, un eje cultural de la comunidad mexicoamericana de la ciudad.

            Rita, todavía preadolescente, tuvo que superar su timidez infantil para poder interpretar. La ambiciosa vocalista trató de emular a los cantantes populares de San Antonio, particularmente Eva Garza y la famosa Lydia Mendoza, quien también había competido en concursos de canto en el mismo local.

            El esfuerzo valió la pena. Por 18 semana consecutivas, la joven cantante ganó el primer lugar en los espectáculos de aficionados, llevándose su premio de cinco dólares. Inevitablemente, rumores de su éxito llegaron a su padre, quien “explotó,” recordó Rita.

            Un día, el Señor Vidaurri fue a ver por sí mismo de qué se trataba el revuelo.

            “Mi madre no sabía que mi padre estaba en la audiencia,” dijo Rita Vidaurri en una entrevista en 2010 con la revista Latino USA. “Pero después, cuando me pusieron el sobre arriba de la cabeza y dijeron ‘ganadora’, le gustó el aplauso de la audiencia.”

            Papá no era el único que quedó impresionado. Las dos estrellas más grandes de México—el comediante Cantinflas y el compositor Lorenzo Barcelata—también la vieron interpretar en los programas de talentos en San Antonio a principios de la década de 1940, y pronto desempeñarían papeles separados en arrancar su carrera profesional. Mientras tanto, la madre de Rita seguía buscando oportunidades para que su hija pudiera entrar a la escena local, y a menudo la acompañaba a pie a los varios locales.

            En poco tiempo, Rita fue excluida de los programas de talentos semanales que había llegado a dominar porque los organizadores querían darles una oportunidad a las otras muchachas. La joven vocalista luego encontró nuevas audiencias en las carpas—los espectáculos de carpa itinerante en estilo vodevil, como Carpa García y La Carpa Cubana, que eran populares entre los mexicoamericanos obreros de esa época. Además, interpretaba para los obreros en las centenas de nuecerías que florecían en San Antonio durante la Gran Depresión. Como trovadora ambulante, la muchacha coleccionaba niqueles y céntimos en una lata mientras cantaba.

            Además, Rita seguía ganando competiciones, incluso una patrocinada por H&H Coffee, un tostador local. En premio era $50, una bonanza en la época de la Gran Depresión que hoy valdría casi $900.

            A mediados de la década de 1930, Rita empezó a interpretar con su hermana menor, Enriqueta, haciendo giras en pequeños pueblos tejanos como Las Hermanitas Vidaurri. Era una década en la cual los duetos femeninos, como Las Hermanas Padilla y Las Hermanas Mendoza (las hermanas de Lydia Mendoza) disfrutaban de mucha popularidad.

                      En 1938, Rita y Enriqueta Vidaurri hicieron su primera grabación en una tienda de muebles local, donde a menudo se vendían también discos en esa época. La sesión produjo dos canciones, “Alma Angelina” y “Atotonilco,” que, según varios relatos, fueron lanzadas en Bluebird Records, el respetado sello discográfico económico que se especializaba en blues y jazz.

            Sin embargo, el sencillo de 78 rpm en Bluebird en la Colección Frontera contiene solo una de esas canciones, “Alma Angelina,” con otra canción, “No Me Abandones,” al otro lado. A las hermanas el sello las denomina Rita y Queta, acompañadas en la primera canción por orquesta, y por acordeón y guitarras en la otra.

            Sus regalías llegaron en forma de trueque: Las hermanas fueron pagadas con muebles para su madre.

            Lamentablemente, Jesusita Vidaurri no vivió para presenciar el éxito de su hija. Murió de tuberculosis en 1939, a la edad de 31 años. Rita solo tenía 15 años en ese tiempo, y la pérdida la forzó a crecer rápidamente. Como la hija mayor, Rita asumió la responsabilidad de cuidar a su hermana y a su hermano, Juan.

            “Yo era la que tenía el cargo,” dijo en una entrevista en 2013 con el periodista Héctor Saldaña, publicada en el San Antonio News-Express en la ocasión de su 89º cumpleaños. “Mi madre me hizo prometer que los cuidaría. Mi hermana se casó muy joven, y me quedé atrapada con mi padre y mi hermanito.”

            Fue un gran reto para una adolescente: trabajar para mantener la familia, seguir con su educación y al mismo tiempo buscar oportunidades para interpretar. En varios momentos, Rita recolectaba algodón como trabajadora agrícola, ayudaba como mecánica en el garaje de su padre y consiguió trabajo como inspectora de armas en un arsenal militar. Además, trabajaba en la gasolinera de su padre y, por su deseo de complacerlo, halló tiempo para jugar softball y practicar el boxeo. “Me trataba como un varón,” le contó al periódico.

            Para entonces, sin embargo, Juan Vidaurri ya no se oponía a las ambiciones musicales de su hija. A principios de la década de los 1940, la voz de Rita tenia presencia en la radio en San Antonio, emitida desde el Teatro Nacional en La Hora Anahuac, un programa popular patrocinado por otra empresa local, Davila Glass Works, y que salía en la estación de lengua inglesa KABC.

            En 1942, el año en que Rita cumplió los 18 años, ella estuvo entre los primeros artistas que interpretaron en el nuevo Guadalupe Theater, construido en el terreno de la gasolinera de su padre.

            Al entrar en la adultez, Rita Vidaurri, la muchacha tímida del barrio humilde, estaba al borde del estrellato internacional.

 

Nace Una Estrella

 

            Para una cantante novata de San Antonio a mediados del siglo XX, el camino más rápido al estrellato pasaba por México. Y en la industria musical mexicana de esa época, todos los caminos conducían la capital.

            La primera parada de Rita Vidaurri en su ascenso profesional fue Monterrey, Nuevo León, una capital provincial que emergía como potencia regional en la música mexicana.

            La cantante, acompañada por su padre, quien ahora la apoyaba, cantaba en la estación de radio popular XEMR, y consiguió un bolo en El Parthenon, una de las discotecas más importantes de la cuidad, donde el presentador musical era Lalo González, el cantante norteño chistoso apodado El Piporro.

            Vidaurri se quedó solo seis meses en Monterrey, pero esta corta estancia tuvo un impacto inmediato. La audiencia fue atraída por su voz imponente, descrita con sus propias palabras como “baja pero bien fuerte.”

            “Los acordes que canto son los acordes del hombre,” le dijo al News-Express.

            Fue entonces que Vidaurri enfrentó el mayor reto de su carrera: dejar su huella en la Ciudad de México, la capital del entretenimiento latinoamericano en esa época.

            Cantinflas, una de las estrellas cinematográficas más importantes de México, se convirtió en uno de los primeros defensores de la joven cantante. En 1944, cuando ella tenía 19 años, en comediante animó a Juan Vidaurri a llevar a su hija a la capital mexicana para promover su carrera. El comediante firmó una nota de apoyo personalmente que le ayudó a la cantante novata a evitar los requisitos sindicales, lo cual la permitía cantar y “no me molestaban,” como explicó Vidaurri en 2011 en una entrevista para el programa Conversations en PBS.

            Lorenzo Barcelata, el famoso actor y cantautor de Veracruz, también se convirtió en su temprano defensor. Este compositor popular también tenía influencia, ya que había saltado a la fama internacional con su canción más popular, “María Elena,” que apareció en la película de 1932 Bordertown, protagonizada por Bette Davis. La otra canción famosa de Barcelata, “El Cascabel,” fue una de las obras musicales lanzadas al espacio sideral en el Voyager Golden Record, como muestra de la creatividad humana.

            Barcelata le regaló a Vidaurri su guitarra personal con su firma autógrafa, como también su apodo de toda la vida, La Calandria, según un perfil de 2014 en La Voz de Esperanza, una publicación mensual por la organización sin fines de lucro Esperanza Peace and Justice Center, que ayudaría a provocar el resurgimiento de la cantante en sus últimos años.

            Después de que llegó a la Ciudad de México, la carrera de Vidaurri seguía siendo impulsada por personajes claves del mundo de espectáculo.

            Con la ayuda de otro famoso comediante, Germán (“Tin Tan”) Valdés, encontró su nombre en el marqués de El Patio, el club de comida de lujo que incluía los nombres más importantes en la música latinoamericana. Ella aparecía como “La Última Sensación en Ranchera,” y compartía la escena con estrellas de gran calibre, como Jorge Negrete, Pedro Infante, Pedro Vargas, Toña La Negra, Antonio Aguilar y Lucho Gatica.

            Vidaurri consolidó su nueva celebridad con incursiones en la cinematografía y la radio. Increíblemente, consiguió su propio programa de madrugada en XEW, la influyente emisora mexicana, que pertenecía al magnate de medios Emilio Escárraga. La influencia de la estación tenía un alcance tan amplio que se denominaba “La Voz de la América Latina desde México.”

            Como muchas estrellas cantantes de su época, parece que Vidaurri también apareció en varias películas musicales, aunque IMDb, el base de datos de películas internacional (International Movie Database), no menciona sus roles en películas mexicanas en su sitio web.

              Después de la Segunda Guerra Mundial, empezó la carrera internacional de Vidaurri. Hizo giras en Centroamérica y Sudamérica. En un evento famoso, cantó en Cuba con la Reina de la Salsa, Celia Cruz, y la Reina del Bolero, Olga Guillot. En Nueva York, apareció con Trio Los Panchos y Eydie Gorme, uno de los grupos internacionales más novedosos en esa época.

            Irónicamente, con más fama y más tiempo en gira, menos brillaba su estrella en casa. Aun así, Vidaurri seguía cantando y grabando en su pueblo natal y en Texas en general. Desempeñó un rol histórico en la infancia de la televisión en San Antonio, ya que fue presentada como artista en Spanish Varieties de KEYL-TV, “el primer programa de televisión en lengua extranjera que tenía un horario regular y que fue en español,” según un artículo de 1951 en Billboard Magazine. Su apariencia en la televisión fue promocionada como “los Hermanos Villareal, con su vocalista Rita Vidaurri, quienes haces canciones tipo ranchera.”

            Para los mediados de la década de 1950, Vidaurri había hecho veintenas de grabaciones para Norteño, el sello discográfico local fundado por el renombrado musico y empresario José Morante. El archivo de la Frontera contiene 10 canciones en cinco discos, todas 45s de Norteño, incluso un lado que contiene un dúo, Rita Vidaurri Y Chicho.

                        Vidaurri tiene unas tres docenas de grabaciones en el archivo en una variedad de estilos, como parte de un dúo o como solista, la mayoría el sellos del Sur de Texas. Incluyen canciones populares como “San Antonio Hermoso,” “Sacrificio,” “El Dinero Vale Nada,” “La Mula Bronca,” “La Esposa Del Caminante” y “Asi Pago Yo,” la última coescrita por Chucho Navarro de Los Panchos y Mario Moreno “Cantinflas.” En algunos de sus discos de Falcon Records, Vidaurri está acompañada de un líder de conjunto pionero Pedro Ayala, “El Monarca del Acordeón.”

            La colección también contiene varias canciones compuestas o coescritas por la cantante, inclusas las 12 canciones que grabó con su hermana, como el dúo Rita y Queta, para el sello Bluebird. Otras canciones compuestas por Vidaurri incluyen “Por Qué Señor,” con Trio Los Bohemios, y “Lejos de Ti,” un foxtrot por el dúo Rita y Pepe, con el acordeón ligeramente jazzístico de Manuelillo Guerrero, en el sello Corona de San Antonio.

            Cuando se trataba de la promoción, Vidaurri se aprovechaba de una estrategia de negocios puramente norteamericana: rentabilizar su celebridad y su belleza.

            Ganó un concurso de “traje de baño y piernas” en 1946, según el perfil por Hernández. Y una década más tarde, su imagen glamurosa apareció en un afiche para Jax Beer, una marca regional importante en esa época. Le pagaron $500 para actuar como el “rostro publicitario” mexicano de la cerveza, y la bautizaron “La Belleza Morena de Tejas.”

            La foto de Vidaurri, sacada en Nueva York en 1957, fue un gran éxito. Pronto, escribe Hernández, “su imagen adornaba las paredes de cualquier lugar que vendía Jax Beer en los Estados Unidos.” Éstos incluían la Linda Vista, el bar de Juan Vidaurri en Commerce Street en el barrio de West Side, que exhibía el afiche de su hija con mucho orgullo.

            Era prueba de que Rita Vidaurri había llegado. No solo había ganado la fama, sino también la aprobación de su padre.

 

Tragedias Personales

 

            El éxito profesional de Vidaurri no la pudo proteger del dolor de su vida personal.

            Casada dos veces y divorciada dos veces, tuvo un total de cuatro hijos con tres hombres, comenzando con mellizos nacidos fuera del matrimonio cuando tenía 23 años. Su segundo marido la maltrataba. Su tercero la forzó a abandonar su carrera y ser ama de casa.

            Su herida más profunda fue la pérdida de sus tres hijos, todos los que murieron como jóvenes adultos de diferentes causas en diferentes momentos. Su mayor, Leo, quien obtuvo tres Corazones Púrpuras en Vietnam, murió como resultado de la exposición al Agente Naranja durante la guerra, según Linda Alvarado, su hermana melliza y la única que sobrevive de los hijos de Vidaurri. En una entrevista telefónica, Alvarado dijo que el hermano del medio, Rogelio, quien también era veterano, murió en un accidente con un camión de 18 ruedas. Y su hermanito, Eddie, tenía solo 21 años cuando fue apuñalado durante una disputa con su cuñado.

            Hasta el día que murió, Vidaurri llevaba en su bolsa las fotos laminadas de sus tres hijos difuntos, según el obituario por Saldaña. En uno de sus discos, “Hijo Mio,” aparece la voz de su segundo hijo, Rogelio, como niño.

                       Vidaurri tenía 31 años en 1955 cuando se casó con Hillman Edward Eden, quien era su gerente y era 20 años mayor. Siete años más tarde, nació su hijo Eddie. Según Alvarado, Eden exigió que Rita dejara el mundo del espectáculo para cuidar a sus hijos. La cantante estaba reacia a sacrificar la carrera que había construido con tanto esfuerzo. Pero, como la mismísima Vidaurri le dijo a PBS, aceptó porque a su marido lo consideraba un buen padre, “y mis hijos lo querían.”

            La pareja se divorció, y Eden, un veterano de la Segunda Guerra Mundial, murió de un infarto en 1964. Con 40 años, Vidaurri se encontraba como madre soltera con cuatro hijos y carente de recursos económicos. Se había jubilado de ser cantante, y se quedó fuera de la vista pública por el resto del siglo, usando el apellido de su marido y viviendo sola en una casa modesta. A principios de la década de los 1990, su padre se murió con 85 años de edad. La pérdida aumentó su soledad y sentido de aislamiento.

            Todo su éxito, todas las grabaciones y giras, no habían dejado nada para asegurar su futuro.

            “En esa época, te pagaban 20 dólares para grabar una canción, y ya,” recordó Vidaurri en la entrevista con Latino USA hace nueve años. “Fuimos estrellas en el momento equivocado.”

 

Nunca Es Tarde para Regresar

 

            Cuando volvió a emerger para cantar de nuevo en San Antonio, apenas había comenzado un nuevo milenio. Los aficionados locales se sorprendieron mucho al verla porque habían pensado que se había muerto o mudado a México.

            La revitalización tardía de Vidaurri no ocurrió por casualidad. A cargo de la tarea de resucitar su carrera estaba Graciela I. Sánchez, directora del Peace and Justice Center. Alrededor de 1999, Sánchez había leído un artículo sobre dos cantantes de la Época Dorada de las estrellas tejanas hembras, Rita Vidaurri y Rosita Fernández. Sus historias la conmovieron.

            “Estas estrellas, una vez hermosas, habían sido olvidadas por San Antonio y por el mundo,” dijo Sánchez en sus comentarios en el servicio conmemorativo para Vidaurri. “Se sentían abandonadas. Querían y necesitaban que la gente las recordara. Querían volver al escenario, o al menos Rita quería eso.”

            Por varios meses, Sánchez intentó en vano localizar a la cantante jubilada, quien todavía usaba su apellido de casada, Eden. Entonces, en 2001, una mujer misteriosa apareció en un tributo al ícono tejano Lydia Mendoza, en honor de su 85º cumpleaños. La señora mayor, con una franja distintiva de cabello canoso en la frente, parecía haber surgido “de la nada,” recordó Sánchez, cuyo centro patrocinó el evento en la Plaza de Zacate en el centro de la ciudad.

            “Soy Rita Eden,” dijo la mujer.

            Pasmada, Sánchez le dio un abrazo fuerte y la invitó a subirse a la escena. La artista de 77 años dio rienda suelta a una versión apasionada de la ranchera clásica, “Los Laureles,” dedicada a Mendoza, quien, por casualidad, había sido su comadre. El público estalló, “gritando y berreando,” recuerda Vidaurri. Después, sus seguidores se movieron en manada para saludarla, encantados de verla después de tantos años.

            Entonces, Sánchez le preguntó a Vidaurri si quería retomar su carrera como cantante.

            “Supongo que sí,” dijo. “Ya no tengo al Señor Eden que me lo impida.”

            Así empezó un regreso inesperado para Rita Vidaurri, uno que duraría casi dos décadas, hasta su muerte.

            En ese momento, Vidaurri trabajaba brindando atención de cuidado en domicilio para hacer alcanzar el dinero. La organización sin fines de lucro eventualmente le compró una guitarra, un micrófono y una bocina para cuando interpretaba en centros y hogares de ancianos.

            El Esperanza Center también organizaba sus conciertos y le ayudó a producir nuevas grabaciones. En 2004, el centro celebró el 80º cumpleaños de Vidaurri con un espectáculo en Plaza Guadalupe, que atrajo a centenas de personas, incluso una Rosita Fernandez envejeida, quien so moriría dos años más tarde con 88 años de edad.

            En conjunto con la celebración, la octogenaria lanzó un nuevo CD, La Calandria. Fue producido de una generosa ayuda del legendario músico de San Antonio Salomé Gutiérrez, ahora difunto, quien era dueño de otra institución cultural del West Side, Del Bravo Record Shop. Cuando se lanzó el CD, Vidaurri juró que sería su último.

            Esa predicción resultó ser diez años prematura.

            Una década más tarde, conmemoró su 90º cumpleaños con otro disco, Celebrando 90 Años. Y fue festejada con otro concierto de tributo, producido de nuevo por el Esperanza Center. Tomó lugar el 23 de mayo de 2014, en el Guadalupe Theater, donde había cantado como adolescente siete décadas antes.

            El año anterior, la cantante ocupada recibió críticas favorables por su apariencia en la ceremonia de inauguración de un sello conmemorativo en honor a Lydia Mendoza, también en el Guadalupe Theater. Saldaña caracterizó su actuación como “impresionante y deslumbrante” en un artículo que hace homenaje a la canción de los Beatles con su título, “S.A.'s Lovely Rita turns 89.”

            La culminación de su regreso, sin embargo, llegó como parte de un cuarteto vocal que reunió a otras mujeres de su época, todas de San Antonio. El grupo nostálgico se convirtió en el éxito más novedoso que había aparecido en la escena musical local en varios años.

                        Se llamaban Las Tesoros de San Antonio, un conjunto creado en 2006. Aparte de Rita Vidaurri (La Calandria), incluían a Blanca Rodríguez (Blanca Rosa), Beatriz Llamas (La Paloma del Norte) y Janet Cortez (Perla Tapatía), quien tristemente se murió de cáncer de garganta y de pulmón en 2014, con 83 años.

            A pesar de la pérdida, Las Tesoros siguieron actuando como trio. Lanzaron un CD en 2017, Qué Cosa Es el Amor, para coincidir con el 30º aniversario el Esperanza Center, que organizó su retorno. Su historia también apareció en un documental de 2016 por el realizador Jorge Sandoval, Las Tesoros de San Antonio: A Westside Story, que se estrenó en la Mission Marque Plaza, en el mismo sitio donde se encontraba el viejo Mission Drive-In Theater en el sur de San Antonio.

            “Rita era la mayor, la matriarca batalladora, la gran dama (del grupo). Su resurgimiento sirvió como recordatorio de que ella había sido hacia mucho tiempo un símbolo del empoderamiento, la independencia—y la tenacidad—de las mujeres,” escribió Saldaña, quien ahora es curador de la Texas Music Collection en Texas State University.

            Vidaurri fue honrada tanto antes como después de su muerte. Fue incorporada a la Sala de la Fama de la Música Hispana en 2004. Cinco años más tarde, fue invitada por Trinity University en San Antonio a participar en la serie Leyendas de la Música Fronteriza Tejana del departamento de música, que empareja a académicos visitantes con “músicos destacados” del Sur de Texas.

            El Representativo Joaquín Castro de Texas rindió homenaje a la difunta cantante en un discurso formal ante la Cámara de Representantes el 31 de enero de 2019. El congresista, hermano gemelo del candidato presidencial para el año 2020 Julián Castro, la llamó “un pilar en nuestra comunidad de San Antonio” y un ejemplo para los “innumerables cantantes ambiciosos que miran hacia ella como un faro de posibilidad.”

                      En sus últimos años, Vidaurri sufrió de diabetes, tuvo tres infartos y recibió un bypass cuádruple. Hacia el final, dijo su hija, la gente le decía que debía relajarse más por razones de salud. Pero a Rita no le interesaba eso.

            La última actuación formal de Vidaurri fue en el Esperanza Center el 1 de noviembre de 2018, con Las Tesoros. Pero informalmente, aparecía religiosamente cada martes y jueves por la mañana en un restaurante de San Antonio llamado Flor de Chiapas. Una butaca de esquina siempre estaba reservada para ella y un pequeño grupo de otros músicos que se reunían para cantar juntos en un ambiente amigable. Vidaurri asistió hasta que estuvo demasiado enferma para llegar.

            En sus últimos días en cuidado de hospicio, algunos de esos mismos músicos trajeron la serenata al lecho de Vidaurri. Mientras cantaban algunas canciones preferidas, la artista debilitada logró sonreír y trató de susurrar las letras con su último respiro.

            “Movía la boca como si quisiera acompañarlos,” recordó Alvarado en una entrevista con la televisión local. “Y todos se pusieron a llorar.”

            En ese momento, Rita Vidaurri Eden cumplió su último deseo.

            “Cuando me muera,” decía, “me voy a morir cantando.”

– Agustín Gurza

 

 

1 Comments

Request for Bio of Irma Garza

de Paul Rosales (not verified), 07/30/2019 - 13:24

Awesome story! Love it. But it saddens me not to be able to find a similar story about Irma Garza, singer of "Soñando Con El Diablo" and "Marcelino Pan y Vino." I was 12 in mid 1950s when I became a lifetime fan of hers. I'm now 75. Please. Picture? Story?

Happy YouTube has her songs ! Thanks Arhoolie Foundation!

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