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San Antonio

Lola: Honrando el Legado de Eva Garza

No es tan común que los llamados milenarios nos lleven de vuelta a la música del siglo pasado, especialmente de la música latina. El mundo de espectáculo de hoy se trata de ser joven, fresco y nuevo.

Pero la cantante Carrie Rodriguez, con 37 de edad y basada en Austin, es una excepción. Al hacer su propia fusión nueva de música chicana y estadounidense, nos recuerda de sus raíces profundas en la cultura tejana. En el momento del lanzamiento de su disco más reciente, Lola, Rodriguez ha invocado la musa en su familia México-americana: cantante y estrella cinematográfica Eva Garza, quien fue su tía abuela. Este disco bilingüe incluye algunas pistas, con arreglos contemporáneos, del repertorio de su tía abuela, tales como “Noche de Ronda” y “Frío en el Alma.”

Eva Garza (1917-1966), natural de San Antonio, Tejas, llegó a ser una de las mayores estrellas de la época, tanto en discos como en el cine. Durante los años 1940 y 1950, Garza recibió aclamación internacional, especialmente por sus interpretaciones del bolero romántico. Interpretaba en la radio y en escena en capitales musicales desde Nueva York hasta la Habana, y desde la Ciudad de México hasta Buenos Aires.

Sin embargo, Garza no ha recibido el crédito que merece, y muchos latinos jóvenes, aun en su propio estado, no saben quién es. Pero eso está cambiando, gracias en parte a un artista como Rodriguez, quien ha decidido llevar su cargo.

Últimamente, Rodriguez ha estado hablando sobre su legado musical cuando se le presente la oportunidad. Y gracias a la caja de resonancia de los medios de comunicación convencionales, ella ha tenido un megáfono bastante fuerte desde que salió su último disco este año. Ha salido, por ejemplo, en Public Radio International (PRI) y National Public Radio (NPR), como también en el periódico británico The Guardian, y aun en el Wall Street Journal.

Esto no es la primera vez que les medios mencionan la herencia musical de su familia. En un artículo de 2009, a la víspera del lanzamiento de su tercer disco de estudio, los New York Times mencionó que incluía “una canción en español por su tía abuela.” La referencia se hizo al mero final, y el periódico deletreó mal su nombre, como Ava Garza. En ese momento, a Rodriguez le interesaba más hablar de todas sus otras influencias, desde Lucinda Williams hasta Hank Williams.

Ahora, por cambio, su legado latino ha salido a la palestra, lo cual explica en este video cautivador de YouTube. “Lola” no es solamente el título de un disco; es el álter ego de la artista, inspirado por la venerada cantante de ranchera Lola Beltrán, también de Tejas. Cantar ese tipo de canción en español, dijo Rodriguez recientemente en el Austin American-Statesman, suscita un personaje distinto, una emoción más profunda, un rango más amplio. “Era como si saliera otra persona cuando yo me abría la boca,” cita el periódico.

La ventaja de este tipo de cobertura es que el público puede aprender sobre dos artistas al mismo tiempo. Las noticias sobre “Lola” me inspiraron a mirar la vida de Eva Garza y sus muchas grabaciones en la Colección Frontera más de cerca.

Así que, gracias a la joven Carrie Rodriguez, ahora tenemos un nuevo perfil completo de su tía abuela disponible en el sitio web de la Frontera. Creo que Eva Garza sería orgullosa del talento de esta nueva generación.

--Agustín Gurza

 

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Biografía de artista: Eva Garza

La cantante Eva Garza estrenó su carrera como adolescente en San Antonio, Texas, y surgió como uno de los pocos artistas México-americanos que se han ganado reputación internacional por todas las Américas. Intérprete consumada y seductiva del bolero romántico, durante los años ’40 y ’50 colaboraba con las figuras más importantes del campo, incluso Agustín Lara de México e Isolina Carillo de Cuba.

En un tributo publicado a la muerte de Garza en 1966, el periódico de la Ciudad de México, Excelsior, la nombró “uno de los 10 mejores cantantes de México.” El homenaje póstumo del periódico notaba que Garza “se había distinguido desde una edad muy joven por el timbre caluroso de su voz, su expresividad emotiva y su gran versatilidad, ya que era igualmente capaz de cantar tanto los boleros románticos y los corridos y rancheros animados, como la música tropical y las melodías contemporáneas.”

Garza grabó para varios sellos discográficos importantes, incluso Columbia Records, que distribuyó sus grabaciones más tempranas, que hizo en Nueva York, adonde se había mudado para dedicarse a su carrera. Aunque se murió menos de un año antes de cumplir los 50 años de edad, dejó un catálogo grabado que es rico y profundo. Garza es el número 32 en la lista de los 50 artistas más grabados en la Colección Frontera, con 154 grabaciones en los archivos. La cantante Chelo Silva, igualmente tejana, se encuentra más arriba en la lista, al número 6, posiblemente porque Silva salió del pueblo fronterizo de Brownsville y mantenía un perfil más regional en los sellos discográficos de Tex-Mex, una especialidad de Frontera.

A pesar de su éxito y fama, se ha publicado relativamente poco sobre la vida y exitosa carrera de Garza, al menos hasta hace poco. “Me quedaba continuamente asombrada de que su historia no se haya circulado más,” escribió Deborah R. Vargas, quien investigó la obra de Garza para su libro, Dissonant Divas in Chicana Music: The Limits of la Onda (Divas Disonantes en la música Chicana: Los Límites de la Onda), publicado en 2012. La autora encontró las raíces de la carrera de Garza en la Habana, una capital importante del bolero, donde Garza se había transformado en “uno de los artistas más importantes en la radio cubana” durante la segunda mitad de la década de los 1940. Sin embargo, como apunta la autora, la cantante no recibió el mismo nivel de reconocimiento en su tierra natal de Texas.

“Por demasiado tiempo, las contribuciones musicales de las chicanas, como las de Garza, se han pasado por alto, extraviadas y poco analizadas,” escribió Vargas en un breve ensayo sobre la cantante, titulado, “Eva Garza: From el Barrio to Boleros” (“Eva Garza: Del Barrio a Boleros”). Desde una perspectiva feminista, la escritora añade, esta negligencia biográfica relega a Garza, y a otras artistas chicanas como ella, a quedarse “en la sombra” de las narrativas históricas dominantes.

Eva Garza nació el 11 de mayo de 1917, en el barrio obrero del oeste de San Antonio. Fue la tercera de siete hijos criados en la humilde casa de Cenobia B. Ramírez y Procopio V. Garza, quien se encargaba de una barbería en la Calle Commerce. Descrita como una chica amable y precoz, Garza cantaba en los eventos de la iglesia y en fiestas privadas, y nunca se le escapaba una oportunidad de cantar en la casa, en particular los estándares norteamericanos que escuchaba por la radio. “Cantaba todo el tiempo. Tenía un estilo todo suyo,” le dijo su hermana, Tina Moore, a San Antonio Express-News en 2013, cuando se organizó una retrospectiva sobre Eva Garza en el Esperanza Peace and Justice Center (Centro Esperanza por Paz y Justicia) de San Antonio.

Como estudiante en Lanier High School, Garza tuvo mucho éxito también en los deportes. Sus logros como atleta estelar en basquetbol y béisbol se documentaron en la prensa local durante la década de 1930. Las dinámicas fotos periodísticas de Garza en sus uniformes atléticos—que destacaban una atleta estelar que era también hembra y México-americana—inspiraron a sus compañeros en una época en la cual la segregación y el sexismo eran prevalentes.

La carrera musical de Garza empezó en la radio local, un vehículo importante en exponer nuevos talentos en esa época. Después de haberla escuchado cantar una ópera, la maestra de música de Garza en su preparatoria quedó tan impresionada que la llevó directamente a una audición para la radio, por la cual hizo un dueto con un muchacho en “Indian Love Call” y “Sweet Mystery of Life,” según una breve biografía por Clayton T. Shorkey en The Handbook of Texas Online.

Pronto, Garza empezaba a ganar competencias vocales. Sin embargo, sus padres, que fueron severos, no concordaban por completo con sus ambiciones como artista, ya que la mayoría de los locales donde se daban presentaciones no se consideraban apropiados para las jóvenes “respetables.” Aun así, en un momento en el cual las otras muchachas de su edad celebraban sus quinceañeras, Garza insistía en encontrar una audiencia para sus talentos vocales. Se inscribió en un concurso para aficionados patrocinado por el Monte Carlo Brewery en el Texas Theatre de San Antonio, y se ganó $500, tomando la segunda posición con su interpretación de “I’m in the Mood for Love.” En otro concurso, al teatro local Zaragoza Theatre, se llevó un piano a la casa como premio.

Su difusión por la radio eventualmente llevó a actuaciones más regulares y, finalmente, a su primer contrato de grabación.

Entre 1932 y 1934, se la escuchaba regularmente en la radio KABC, en ese entonces hospedada en el Texas Theatre, y también en uno de los programas más populares de San Antonio, “La Hora Anahuac.” Además, empezó a ofrecer presentaciones en el Teatro Nacional, junto con actos de vodevil que eran populares entre las audiencias mexicanas de la época, particularmente Netty y Jesús y Don Suave.

Cuando tenía 19 años de edad, Garza hizo sus primeras grabaciones para Bluebird Records, uno de los sellos discográficos nacionales que luego armaría estudios móviles en los hoteles locales para ofrecerles a los artistas locales la oportunidad de grabarse. Durante sus primeras grabaciones en el Texas Hotel de San Antonio, el 23 de octubre de 1936, Garza interpretó canciones en una variedad de estilos, como rumba, son y bolero. Los lados incluían “La Jaibera,” “Qué Me Importa,” “Calientito,” “Cosquillas” y “Cachita,” la guaracha popular y juguetona compuesta por el puertorriqueño Rafael Hernández.

La primera “gran oportunidad [para Garza] llegó en 1937, cuando hizo una audición para Sally Rand,” escribe Shorkey. Rand, quien antes había actuado en el cine mudo, había causado una sensación con su “baile de abanico,” un acto burlesco que en esa época se consideraba bastante atrevido. A Eva la contrataron por su “voz fuerte,” nota Shorkey, y fue de gira con Rand por toda Norteamérica por seis meses. Cuando se terminó la gira, la cantante regresó a casa y pronto salió por sí sola, al estrenar Eva Garza y su Tropa.

Entonces Garza estaba de camino, con un horario de gira que la llevaría por México, Centroamérica y Sudamérica, así como Cuba y el resto del Caribe. Fue durante una de sus paradas de gira, en Juárez, México, que Garza conoció al hombre que llegaría a ser su primer esposo. El 30 de diciembre de 1939, se casó con Felipe “El Charro” Gil, cuyo Trio Los Caporales fue precursor del increíblemente popular Trio Los Panchos que incluía a su hermano, Alfredo Gil. Después de una boda tejana en el pueblo natal de Garza, la pareja se estableció en la ciudad de Nueva York. Garza interpretaba como solista con diferentes conjuntos, pero también actuaba con su marido, como en esta grabación de “Diez Años,” un bolero dolorido por Rafael Hernández, apoyado por “Eso Sí… Eso No…,” una melodía animada escrita por Gil y apoyada por sus Caporales.

Desde el principio, había tensiones en la relación que finalmente llevarían a la disolución del matrimonio. “Al gran pesar de Gil, Garza guardaría su apellido,” escribe Vargas en su libro. “Ni Gil ni muchos de los promotores que se encontraron con Garza pensaban que fuera apropiado que ella viajara sola como mujer casada, así que finalmente Gil redujo el tiempo que pasaba como músico para dedicar la mayoría de sus esfuerzos a manejar la carrera de Garza.”

 Y su carrera remontó el vuelo. En Nueva York, Garza hizo sus primeras grabaciones para Columbia Records y tuvo sus primeros éxitos, “Sabor de Engaño” y “Celosa.” (Garza disminuye el ritmo en esta versión 45-rpm tardía de “Sabor de Engaño,” también con Columbia, apoyada por Pepe Jaramillo en el piano.) A mediados de la década de 1940, Garza “se había ganado una vasta audiencia nueva” a través de sus apariencias en Viva América, emitido por la cadena de emisoras CBS. El programa, patrocinado por el gobierno, fue parte de la política llamada “buen vecino,” un esfuerzo por los Estados Unidos que buscaba fomentar relaciones culturales positivas por todas las Américas mientras que también contenía la influencia nazi en el hemisferio. El programa también se emitía por la radio de las fuerzas armadas durante la Segunda Guerra Mundial, por lo cual Garza se ganó el apodo de “amor de las Américas.”

Esa voz que les llegaba por las ondas de radio conmovía a los radioyentes. “La voz con que cantaba Garza era sincera y cavernosa,” escribe Vargas. “Cuando cantaba, transfería emociones y cuentos de la médula, ofreciendo profundas exhalaciones de sentimiento. Especialmente en los rancheros y boleros, se le notaba la tendencia de llorar sentimientos apasionadamente en las canciones. Su voz le daba acceso a un núcleo lleno de experiencias, memorias, salidas, y vueltas.”

Garza visitó a la Habana por primera vez en 1946, y rápidamente llegó a ser uno de los artistas más famosos en la radio cubana. Además, cantaba en clubes legendarios, como la Tropicana, y apareció en uno de los programas musicales más populares de la época, “Duelo de Pianos,” junto con Agustín Lara y Consuelo Velasquez.

La creciente popularidad de la cantante en Cuba y en América Latina en general además se aumentó por sus grabaciones con Seeco Records, un sello discográfico independiente basado en Nueva York que era importante para la música latina durante esa época. Las grabaciones tempranas de 78-rpm de Garza son particularmente valiosas como representaciones de su obra temprana, explica Vargas, “porque muchos de los materiales archivados de los programas de televisión y radio se han perdido o destruido desde el periodo posrevolucionario en Cuba.”

Garza se mudó a la Ciudad de México en 1949, donde se estableció como una de las mayores estrellas de canto durante la primera mitad de la década de 1950. Aparecía regularmente en la influyente estación de radio de la capital, XEW, donde compartía repartos estelares con los nombres más importantes del día, como Pedro Infante, Pedro Vargas, Javier Solís y Jorge Negrete. Y en el estudio, grababa canciones por los mejores compositores de la edad de oro de la música popular mexicana, como Agustín Lara, Gonzalo Curiel y Joaquín Pardavé. En total, Garza grabó más de 200 cortes para sellos discográficos importantes, incluso Decca, RCA, Columbia y Musart. Entre sus otros grandes éxitos de esta época están “Sin Motivo,” “Frío en el Alma” y “La Última Noche.”

Durante este periodo en México, Garza también hizo más de 20 películas, en las cuales coprotagonizaba con nombres de marquesina, como Toña La Negra (Amor Vendido, 1951), Sara Montiel (Cárcel de Mujeres, 1951) y Luis Arcaráz (Acapulco, 1952).

En 1958, protagonizó una de sus últimas películas, apropiadamente titulada Bolero Inmortal. “Garza interpreta a Lucha Medina, una cantante de boleros barrida cuyo atractivo sexual ha desaparecido y quien es remplazada por una hermana menor,” escribe Vargas. “Divorciada y sola, Lucha no ve ninguna manera de terminar su carrera con dignidad, así que, en el estilo dramático del bolero, decide quitarse la propia vida.”

La vida real de Garza se terminó triste y prematuramente, pero no tan trágicamente. En 1953, se divorció de “El Charro” Gil, con quien había tenido tres hijos, incluso su hijo Felipe Gil, un cantautor por sí mismo, también conocido por su nombre artístico, Fabricio. (Felipe Gil, el menor, salió en las noticias en 2014 cuando, con 73 años de edad, anunció que era transexual y tomó el nombre Felicia Garza, adoptando el apellido de su madre.) En 1965, Eva Garza volvió a casarse, esta vez con el artista argentino Abel Reynosa, con quien se mudó a Buenos Aires.

Garza continuó a grabar y hacer giras por un año más, sin saber que éste sería el último. Columbia Records la invitó a volver a México para grabar un álbum de retorno, Vuelve Eva Garza—Mexican Encore, por lo cual volvió a grabar unos de sus éxitos más grandes, incluso el tango “Arrepentido.” Luego, fue de gira de nuevo por el Suroeste, que incluyó una apariencia en Los Ángeles. Durante una parada en Tucson, Arizona, la diagnosticaron con neumonía doble y se murió ahí el 1º de noviembre de 1966. La cantante, quien había compartido tanto de su corazón en sus canciones, murió de un corazón débil, debilitado por la fiebre reumática que había sufrido de niña. Tenía 49 años.

Según sus deseos, los restos de Garza se devolvieron a la Ciudad de México para el entierro. Aunque el bolero la había hecho famosa por el mundo entero, nota Vargas, esa fama también llegó a desplazarla de sus raíces México-americanas. “En vez de devolver su cuerpo a su lugar de nacimiento, San Antonio, para el entierro,” escribe Vargas, “le dio a su hijo Felipe instrucciones específicas que su ‘hogar’ final sería en la Ciudad de México entre el elenco estelar del Panteón Jardín, el cementerio mexicano para estrellas de música y cine.”

En San Antonio, a Eva Garza no se olvida. Es una de tres artistas tejanas de la ciudad (junto con Lydia Mendoza y Rosita Fernández) que se destacan prominentemente en un gran mural comisionado en 2008 para honrar a los músicos de San Antonio. En 2013, fue iniciada en el Salón de la Fama Tejano ROOTS (Remembering Our Own Tejano Stars/Recordando Nuestras Propias Estrellas Tejanas), uniéndose con otros pioneros de la música tejana, como Narciso Martínez.

 
-Agustín Gurza
 

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Biografía de artista: El Ciego Melquiades

No se sabe mucho de la vida del violinista Melquíades Rodríguez, ni siquiera cuándo o cómo perdió su vista. Sin embargo, su discapacidad le valió su apodo, el Ciego Melquíades. Rodríguez representa una época del pasado en la música tejana-mexicana, cuando las pequeñas orquestas típicas y las bandas de cuerdas rurales todavía eran populares. Basado en San Antonio, Tejas, su carrera de grabación abarcó los años ’30 y ’40 y continúo hasta la época posguerra, cuando el violín dio paso al acordeón como la pieza central de la música popular México-americana. En la cima de su carrera, el querido músico estuvo en mucha demanda en los bailes, las corridas de toros y las fiestas en casa que duraban hasta el amanecer.
 
Puede leer la biografía entera aquí.
     
-Agustín Gurza

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Historia de una Discográfica: Rio Records

La Historia de Hymie Wolf y Rio Records

 

                Durante la Segunda Guerra Mundial, sellos discográficos nacionales como Victor, Columia y Decca por poco dejaron de grabar y lanzar música regional en los Estados Unidos. En esos años, los sellos más importantes estaban luchando contra una huelga del sindicato de músicos y tenía que enfrentarse con la escasez de la goma laca, el material que se usa para hacer discos. Después de que terminó la guerra, los empresarios locales sentían una gran demanda reprimida del público por las grabaciones por artistas locales, especialmente de los dueños de tabernas que tenían rocolas. Sin experiencia en la industria de música, muchos de estos hombres de negocios locales iniciaron sus propios sellos discográficos desde cero, comprando el equipo esencial para hacer los discos: un cortador de discos, acetatos en blanco, una mezcladora y un par de micrófonos. Manuel Rangel Sr., quien manejaba un negocio de reparaciones eléctricas que reparaba rocolas en el área de San Antonio, fue según la mayoría de los cuentos el pionero de los sellos discográficos tejanos, empezando con el lanzamiento de una canción por el acordeonista Valero Longoria en el sello Corona de Rangel, probablemente a principios de 1948.

               Le siguió otro empresario de un pequeño negocio de San Antonio. Hymie Wolf fundó Rio Records en lo que antes había sido su licorería. Remodeló la licorería para hacer una tienda de discos y armó el estudio de grabación en una habitación trasera. El membrete de esta operación de un solo hombre anunciaba orgullosamente, “Wolf Recording Company, Home of the Rio Record” (“Compañía de Grabacion Wolf, Hogar del Rio Record”).

              Ubicada en 700 West Commerce Street en el corazón del centro desbordante de San Antonio, la tienda quedaba a solo unas cuadras al este de la Plaza del Zacate, donde los productos agrícolas eran el negocio principal. Aquí, todo tipo de gente se congregaba, y por las tardes escuchaban a los músicos ambulantes o compraban tamales calientes de los vendedores ambulantes. Justo unas cuadras hacia el sur, por South Santa Rosa Street, había una zona ocupada de honky tonks y cantinas donde se juntaban los tejanos y mexicanos para socializar, tomar, bailar, salir de parranda o relajarse al fin de un largo día de trabajos forzosos o trataban de tomar lo suficiente para olvidarse de sus problemas. Escuchaban a conjuntos en vivo o a grabaciones en la rocola, que muchas veces era mejor, y también más barato, y uno podía repetir las canciones preferidas sin parar todo lo que uno quisiera.

             Para los fines de la década de 1940, los conjuntos, que típicamente incluían dos voces en armonía, un acordeón, un bajo sexto un bajo de cuerdas, hacían la música que los operarios, camioneros y otros obreros hispanohablantes querían escuchar. Músicos ambulantes de todo tipo, incluso duetos con guitarras, tríos, mariachis y conjuntos, andaban de cantina en cantina en busca de clientes dispuestos a pagar por canciones que se entregaban en ese mismo momento. Los cantantes tenían que saberse los éxitos más recientes y cantarlos bien para poder competir con las rocolas. Para bailar, sin embargo, se contrataba a músicos por la tarde. En ese caso, además de necesitar una entrega vocal atrayente, aguante y vigor, los músicos requerían también destreza instrumental, energía rítmica y cohesión para ser populares con los bailarines. Muchos de los músicos también se dieron cuenta de que si podían inventar sus propias canciones, podían ganar más dinero si sus composiciones llegaban a las manos de estrellas discográficas establecidas.

             Algunos de los cantantes y músicos que se encontraban en esa habitación trasera que era el estudio de grabación de Wolf ya eran artistas establecidos que habían estado ganándose la vida con la música por un tiempo ya. Había el corridista excelente de San Antonio, Pedro Rocha, quien había grabado extensamente en la década de 1930 y era bien conocido en la escena de música local. Otros que grababan para Rio eran Juan Gaytan y Frank Cantú (aka Pancho Cantú), cantantes y compositores populares de San Antonio quienes habían estado en la escena de música por muchos años. Las hermanas de Lydia Mendoza, Juanita y María, que trabajaban como el dúo Las Hermanas Mendoza, también eran un nombre conocido en San Antonio después de haber iniciado su carrera allá en el Bohemia Club durante la guerra.

             Sin embargo, la mayoría de los artistas que aparecerían en el sello Rio eran jóvenes principiantes resueltos a ser escuchados. Los primeros artistas que aparecerían en un disco 78 rpm de Rio fueron el dueto de Andrés Álvarez y Polo Cruz. Los dos fueron acompañados por el acordeonista Jesús Casiano, quien ya era un artista discográfico de la época preguerra. La etiqueta decía, “Álvarez y Cruz y Los Tejanos” y la primera canción, Rio No. 101, fue “Mujer de las Cantinas”! La música honky tonk había llegado y Rio Records, durante la breve década de su existencia, documentó unos de los más finos ejemplos de este género en español en San Antonio. Por cierto, estas grabaciones constituyen retratos auditivos auténticos de una cultura y tradición dinámica que se reanimó y dejó de lado sus viejas cadenas conservadoras durante el período de prosperidad social y económica de la época después de la Segunda Guerra Mundial

               Fred Zimmerle, junto con sus hermanos, empezó su carrera con Rio y llegó a ser uno de los mejores y más queridos acordeonistas con su Trío San Antonio. Valerio Longoria se trasladó a Rio e introdujo el bolero de tono alto a los clientes de las cantinas. Tony de la Rosa, en camino a hacerse el rey de la polka en el sur de Tejas, hizo unos discos tempranos para Rio (como Conjunto De La Rosa) mientras visitaba San Antonio. Conjunto Alamo, con Leandro Guerrero o Félix Borrayo en acordeón y Frank Corrales en guitarra, llegó a ser muy popular en San Antonio. Pedro Ibarra también llegó a ser un músico muy respetado en la ciudad y seguía activo en la escena musical local hasta la década de 1990. Y Los Pavos Reales vinieron a San Antonio del cercano Seguin para luego ser estrellas importantes de la música de conjunto.

                Un joven llamado Leonardo Jiménez, fuertemente influenciado por Pedro Ibarra, hizo sus primeros discos para Rio con Los Caminantes . Uno de los hijos de Don Santiago Jiménez, llegó a ser mundialmente famoso 20 años después como Flaco Jiménez. (La Colección Frontera contiene 73 cortes por Los Caminantes en Rio. Esas primeras grabaciones por Flaco Jiménez y Henry Zimmerle con Los Caminantes son disponibles en un CD de compilación, Arhoolie 370, titulado Flaco’s First.)

                Muchos de los artistas con Rio Record eran jóvenes rebeldes, de algunas maneras el equivalente de los músicos de blues, rap o punk de hoy: Los Tres Diamantes, Los Chavalitos, Conjunto Topo Chico, Conjunto San Antonio Alegre y del Valle Bajo, Armando Almendarez, el acordeonista quien obviamente había escuchado los discos de rocola del Rey de Luisiana Zydeco, Clifton Chenier. Una orquesta tejana auténtica, Alonzo y Sus Rancheros, junto con la elegante cantante de rancheras Ada García, quien tenía una voz maravillosamente enternecedora, también apareció en el sello.

                Tal vez algunos de estos cantantes y músicos habrían encontrado el camino a otros productores discográficos emprendedores, como lo hicieron varios entre ellos, pero pocos productores parecen haber tenido el mismo tipo de entendimiento, entusiasmo y relación agradable con los artistas que tenía Hymie Wolf. Además de la diversión y jovialidad evidentes en estas grabaciones, el entusiasta mercante de música hizo de Rio Records una empresa exitosa, aunque fuera limitada y efímera, con la ayuda de su personalidad, recursos, experiencia con el negocio, y la muy importante cooperación de los cantantes y músicos locales.

                Wolf fue el último de cuatro hermanos nacidos en San Antonio a Morris y Rose Wolf, quienes habían nacido en Rusia. Su padre tenía una tienda de ropa en Commerce Street, donde luego estaba el famoso Restaurante Los Apaches. (Hoy el restaurante se ha cerrado.) Wolf estudió en San Antonio, y habla el español con fluidez y algo de alemán. Eventualmente, enseñaba la electrónica en Kelly Air Force Base. Y fue alrededor de 1948 que remodeló su licorería y abrió la Rio Record Shop que contenía el Wolf Recording Company y llegó a ser el “Home of the Rio Record” (“Hogar del Disco Rio”) durante la próxima década.

                En 1956, Wolf conoció a Genie Miri, y se casaron el 23 de junio de 1960. Por los próximos tres años, Wolf, quien era un piloto excelente, también operaba un negocio de aviación y su esposa lo acompañó en muchos viajes. La pareja trabajaba en la tienda de discos hasta la muerte de Wolf el 10 de octubre de 1963. Su esposa siguió operando la tienda por muchos años después, pero el sello dejó sus actividades de grabación en 1963, con la excepción de Rio No. 455 por Luis Gonzáles, que fue publicado en julio de 1964 y tuvo su última reimpresión en 1968. En la década de 1970 conocí a Genie Wolf en la vieja ubicación de la tienda. Cuando le pregunté cuál conjunto local más le impresionaba, me sugirió que grabara a Flaco Jiménez, quien le daba la impresión de tener mucho carisma. En 1991, compré todas las copias maestras y contratos de Rio Records de la Sra. Wolf para Arhoolie.

                La mayoría de los 78s y 45s de Rio son excepcionalmente raros porque las ventas fueron pocas debido o a una distribución limitada o al hecho de que nadie los escuchó o nadie los quiso. Wolf no creía en la promoción, y ¡hasta cobraba a las estaciones de radio por las copias de sus discos en vez de pagarles para que tocaran sus discos, como era la costumbre general de la época! Y era cuidadoso en la producción, juzgando por las entradas en su libro de contabilidad, que muestra las órdenes y ventas para los lanzamientos de Rio. Por ejemplo, en agosto de 1956, inicialmente pidió 300 copias de No. 374 por Los Caminantes (200 78s y 100 45s). Sin embargo, esa grabación de “Mis Penas,” acompañada por “Borrar Quisiera,” las dos escritas por Henry Zimmerle, llegó a ser popular y las reimpresiones fueron frecuentes, pero en pequeñas cantidades, entre un mínimo de 25 y un máximo de 110, que eventualmente resultó en un total de 2,820 unidades impresas para 1961, combinados los 78s y los 45s. En contraste, la orden de impresión inicial en 1960 para el sencillo 45 rpm Rio No. 441 por Los Navegantes fue para 150 unidades, y el artículo nunca volvió a impresionarse.

                Además de ser difíciles de encontrar, estas grabaciones fueron primitivas; y mientras crecía la competición, la mayoría de los artistas acudieron a sellos y productores más profesionales, incluso José Morante en San Antonio y los sellos discográficos Falcon e Ideal en el sur de Tejas. Para la autenticidad, sin embargo, ningún otro sello ni productor capturó la música de cantina pura como lo hizo Hymie Wolf en sus grabaciones con Rio.

 

–Chris Strachwitz

Esta historia de sello fue adaptada de notas de disco originalmente escritas por Chris Strachwitz para la compilación de 1994 de Arhoolie Records, Tejano Roots: San Antonio's Conjuntos in the 1950s (Ideal/Arhoolie CD-376).

 

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