La cantante Eva Garza estrenó su carrera como adolescente en San Antonio, Texas, y surgió como uno de los pocos artistas México-americanos que se han ganado reputación internacional por todas las Américas. Intérprete consumada y seductiva del bolero romántico, durante los años ’40 y ’50 colaboraba con las figuras más importantes del campo, incluso Agustín Lara de México e Isolina Carillo de Cuba.
En un tributo publicado a la muerte de Garza en 1966, el periódico de la Ciudad de México, Excelsior, la nombró “uno de los 10 mejores cantantes de México.” El homenaje póstumo del periódico notaba que Garza “se había distinguido desde una edad muy joven por el timbre caluroso de su voz, su expresividad emotiva y su gran versatilidad, ya que era igualmente capaz de cantar tanto los boleros románticos y los corridos y rancheros animados, como la música tropical y las melodías contemporáneas.”
Garza grabó para varios sellos discográficos importantes, incluso Columbia Records, que distribuyó sus grabaciones más tempranas, que hizo en Nueva York, adonde se había mudado para dedicarse a su carrera. Aunque se murió menos de un año antes de cumplir los 50 años de edad, dejó un catálogo grabado que es rico y profundo. Garza es el número 32 en la lista de los 50 artistas más grabados en la Colección Frontera, con 154 grabaciones en los archivos. La cantante Chelo Silva, igualmente tejana, se encuentra más arriba en la lista, al número 6, posiblemente porque Silva salió del pueblo fronterizo de Brownsville y mantenía un perfil más regional en los sellos discográficos de Tex-Mex, una especialidad de Frontera.
A pesar de su éxito y fama, se ha publicado relativamente poco sobre la vida y exitosa carrera de Garza, al menos hasta hace poco. “Me quedaba continuamente asombrada de que su historia no se haya circulado más,” escribió Deborah R. Vargas, quien investigó la obra de Garza para su libro, Dissonant Divas in Chicana Music: The Limits of la Onda (Divas Disonantes en la música Chicana: Los Límites de la Onda), publicado en 2012. La autora encontró las raíces de la carrera de Garza en la Habana, una capital importante del bolero, donde Garza se había transformado en “uno de los artistas más importantes en la radio cubana” durante la segunda mitad de la década de los 1940. Sin embargo, como apunta la autora, la cantante no recibió el mismo nivel de reconocimiento en su tierra natal de Texas.
“Por demasiado tiempo, las contribuciones musicales de las chicanas, como las de Garza, se han pasado por alto, extraviadas y poco analizadas,” escribió Vargas en un breve ensayo sobre la cantante, titulado, “Eva Garza: From el Barrio to Boleros” (“Eva Garza: Del Barrio a Boleros”). Desde una perspectiva feminista, la escritora añade, esta negligencia biográfica relega a Garza, y a otras artistas chicanas como ella, a quedarse “en la sombra” de las narrativas históricas dominantes.
Eva Garza nació el 11 de mayo de 1917, en el barrio obrero del oeste de San Antonio. Fue la tercera de siete hijos criados en la humilde casa de Cenobia B. Ramírez y Procopio V. Garza, quien se encargaba de una barbería en la Calle Commerce. Descrita como una chica amable y precoz, Garza cantaba en los eventos de la iglesia y en fiestas privadas, y nunca se le escapaba una oportunidad de cantar en la casa, en particular los estándares norteamericanos que escuchaba por la radio. “Cantaba todo el tiempo. Tenía un estilo todo suyo,” le dijo su hermana, Tina Moore, a San Antonio Express-News en 2013, cuando se organizó una retrospectiva sobre Eva Garza en el Esperanza Peace and Justice Center (Centro Esperanza por Paz y Justicia) de San Antonio.
Como estudiante en Lanier High School, Garza tuvo mucho éxito también en los deportes. Sus logros como atleta estelar en basquetbol y béisbol se documentaron en la prensa local durante la década de 1930. Las dinámicas fotos periodísticas de Garza en sus uniformes atléticos—que destacaban una atleta estelar que era también hembra y México-americana—inspiraron a sus compañeros en una época en la cual la segregación y el sexismo eran prevalentes.
La carrera musical de Garza empezó en la radio local, un vehículo importante en exponer nuevos talentos en esa época. Después de haberla escuchado cantar una ópera, la maestra de música de Garza en su preparatoria quedó tan impresionada que la llevó directamente a una audición para la radio, por la cual hizo un dueto con un muchacho en “Indian Love Call” y “Sweet Mystery of Life,” según una breve biografía por Clayton T. Shorkey en The Handbook of Texas Online.
Pronto, Garza empezaba a ganar competencias vocales. Sin embargo, sus padres, que fueron severos, no concordaban por completo con sus ambiciones como artista, ya que la mayoría de los locales donde se daban presentaciones no se consideraban apropiados para las jóvenes “respetables.” Aun así, en un momento en el cual las otras muchachas de su edad celebraban sus quinceañeras, Garza insistía en encontrar una audiencia para sus talentos vocales. Se inscribió en un concurso para aficionados patrocinado por el Monte Carlo Brewery en el Texas Theatre de San Antonio, y se ganó $500, tomando la segunda posición con su interpretación de “I’m in the Mood for Love.” En otro concurso, al teatro local Zaragoza Theatre, se llevó un piano a la casa como premio.
Su difusión por la radio eventualmente llevó a actuaciones más regulares y, finalmente, a su primer contrato de grabación.
Entre 1932 y 1934, se la escuchaba regularmente en la radio KABC, en ese entonces hospedada en el Texas Theatre, y también en uno de los programas más populares de San Antonio, “La Hora Anahuac.” Además, empezó a ofrecer presentaciones en el Teatro Nacional, junto con actos de vodevil que eran populares entre las audiencias mexicanas de la época, particularmente Netty y Jesús y Don Suave.
Cuando tenía 19 años de edad, Garza hizo sus primeras grabaciones para Bluebird Records, uno de los sellos discográficos nacionales que luego armaría estudios móviles en los hoteles locales para ofrecerles a los artistas locales la oportunidad de grabarse. Durante sus primeras grabaciones en el Texas Hotel de San Antonio, el 23 de octubre de 1936, Garza interpretó canciones en una variedad de estilos, como rumba, son y bolero. Los lados incluían “La Jaibera,” “Qué Me Importa,” “Calientito,” “Cosquillas” y “Cachita,” la guaracha popular y juguetona compuesta por el puertorriqueño Rafael Hernández.
La primera “gran oportunidad [para Garza] llegó en 1937, cuando hizo una audición para Sally Rand,” escribe Shorkey. Rand, quien antes había actuado en el cine mudo, había causado una sensación con su “baile de abanico,” un acto burlesco que en esa época se consideraba bastante atrevido. A Eva la contrataron por su “voz fuerte,” nota Shorkey, y fue de gira con Rand por toda Norteamérica por seis meses. Cuando se terminó la gira, la cantante regresó a casa y pronto salió por sí sola, al estrenar Eva Garza y su Tropa.
Entonces Garza estaba de camino, con un horario de gira que la llevaría por México, Centroamérica y Sudamérica, así como Cuba y el resto del Caribe. Fue durante una de sus paradas de gira, en Juárez, México, que Garza conoció al hombre que llegaría a ser su primer esposo. El 30 de diciembre de 1939, se casó con Felipe “El Charro” Gil, cuyo Trio Los Caporales fue precursor del increíblemente popular Trio Los Panchos que incluía a su hermano, Alfredo Gil. Después de una boda tejana en el pueblo natal de Garza, la pareja se estableció en la ciudad de Nueva York. Garza interpretaba como solista con diferentes conjuntos, pero también actuaba con su marido, como en esta grabación de “Diez Años,” un bolero dolorido por Rafael Hernández, apoyado por “Eso Sí… Eso No…,” una melodía animada escrita por Gil y apoyada por sus Caporales.
Desde el principio, había tensiones en la relación que finalmente llevarían a la disolución del matrimonio. “Al gran pesar de Gil, Garza guardaría su apellido,” escribe Vargas en su libro. “Ni Gil ni muchos de los promotores que se encontraron con Garza pensaban que fuera apropiado que ella viajara sola como mujer casada, así que finalmente Gil redujo el tiempo que pasaba como músico para dedicar la mayoría de sus esfuerzos a manejar la carrera de Garza.”
Y su carrera remontó el vuelo. En Nueva York, Garza hizo sus primeras grabaciones para Columbia Records y tuvo sus primeros éxitos, “Sabor de Engaño” y “Celosa.” (Garza disminuye el ritmo en esta versión 45-rpm tardía de “Sabor de Engaño,” también con Columbia, apoyada por Pepe Jaramillo en el piano.) A mediados de la década de 1940, Garza “se había ganado una vasta audiencia nueva” a través de sus apariencias en Viva América, emitido por la cadena de emisoras CBS. El programa, patrocinado por el gobierno, fue parte de la política llamada “buen vecino,” un esfuerzo por los Estados Unidos que buscaba fomentar relaciones culturales positivas por todas las Américas mientras que también contenía la influencia nazi en el hemisferio. El programa también se emitía por la radio de las fuerzas armadas durante la Segunda Guerra Mundial, por lo cual Garza se ganó el apodo de “amor de las Américas.”
Esa voz que les llegaba por las ondas de radio conmovía a los radioyentes. “La voz con que cantaba Garza era sincera y cavernosa,” escribe Vargas. “Cuando cantaba, transfería emociones y cuentos de la médula, ofreciendo profundas exhalaciones de sentimiento. Especialmente en los rancheros y boleros, se le notaba la tendencia de llorar sentimientos apasionadamente en las canciones. Su voz le daba acceso a un núcleo lleno de experiencias, memorias, salidas, y vueltas.”
Garza visitó a la Habana por primera vez en 1946, y rápidamente llegó a ser uno de los artistas más famosos en la radio cubana. Además, cantaba en clubes legendarios, como la Tropicana, y apareció en uno de los programas musicales más populares de la época, “Duelo de Pianos,” junto con Agustín Lara y Consuelo Velasquez.
La creciente popularidad de la cantante en Cuba y en América Latina en general además se aumentó por sus grabaciones con Seeco Records, un sello discográfico independiente basado en Nueva York que era importante para la música latina durante esa época. Las grabaciones tempranas de 78-rpm de Garza son particularmente valiosas como representaciones de su obra temprana, explica Vargas, “porque muchos de los materiales archivados de los programas de televisión y radio se han perdido o destruido desde el periodo posrevolucionario en Cuba.”
Garza se mudó a la Ciudad de México en 1949, donde se estableció como una de las mayores estrellas de canto durante la primera mitad de la década de 1950. Aparecía regularmente en la influyente estación de radio de la capital, XEW, donde compartía repartos estelares con los nombres más importantes del día, como Pedro Infante, Pedro Vargas, Javier Solís y Jorge Negrete. Y en el estudio, grababa canciones por los mejores compositores de la edad de oro de la música popular mexicana, como Agustín Lara, Gonzalo Curiel y Joaquín Pardavé. En total, Garza grabó más de 200 cortes para sellos discográficos importantes, incluso Decca, RCA, Columbia y Musart. Entre sus otros grandes éxitos de esta época están “Sin Motivo,” “Frío en el Alma” y “La Última Noche.”
Durante este periodo en México, Garza también hizo más de 20 películas, en las cuales coprotagonizaba con nombres de marquesina, como Toña La Negra (Amor Vendido, 1951), Sara Montiel (Cárcel de Mujeres, 1951) y Luis Arcaráz (Acapulco, 1952).
En 1958, protagonizó una de sus últimas películas, apropiadamente titulada Bolero Inmortal. “Garza interpreta a Lucha Medina, una cantante de boleros barrida cuyo atractivo sexual ha desaparecido y quien es remplazada por una hermana menor,” escribe Vargas. “Divorciada y sola, Lucha no ve ninguna manera de terminar su carrera con dignidad, así que, en el estilo dramático del bolero, decide quitarse la propia vida.”
La vida real de Garza se terminó triste y prematuramente, pero no tan trágicamente. En 1953, se divorció de “El Charro” Gil, con quien había tenido tres hijos, incluso su hijo Felipe Gil, un cantautor por sí mismo, también conocido por su nombre artístico, Fabricio. (Felipe Gil, el menor, salió en las noticias en 2014 cuando, con 73 años de edad, anunció que era transexual y tomó el nombre Felicia Garza, adoptando el apellido de su madre.) En 1965, Eva Garza volvió a casarse, esta vez con el artista argentino Abel Reynosa, con quien se mudó a Buenos Aires.
Garza continuó a grabar y hacer giras por un año más, sin saber que éste sería el último. Columbia Records la invitó a volver a México para grabar un álbum de retorno, Vuelve Eva Garza—Mexican Encore, por lo cual volvió a grabar unos de sus éxitos más grandes, incluso el tango “Arrepentido.” Luego, fue de gira de nuevo por el Suroeste, que incluyó una apariencia en Los Ángeles. Durante una parada en Tucson, Arizona, la diagnosticaron con neumonía doble y se murió ahí el 1º de noviembre de 1966. La cantante, quien había compartido tanto de su corazón en sus canciones, murió de un corazón débil, debilitado por la fiebre reumática que había sufrido de niña. Tenía 49 años.
Según sus deseos, los restos de Garza se devolvieron a la Ciudad de México para el entierro. Aunque el bolero la había hecho famosa por el mundo entero, nota Vargas, esa fama también llegó a desplazarla de sus raíces México-americanas. “En vez de devolver su cuerpo a su lugar de nacimiento, San Antonio, para el entierro,” escribe Vargas, “le dio a su hijo Felipe instrucciones específicas que su ‘hogar’ final sería en la Ciudad de México entre el elenco estelar del Panteón Jardín, el cementerio mexicano para estrellas de música y cine.”
En San Antonio, a Eva Garza no se olvida. Es una de tres artistas tejanas de la ciudad (junto con Lydia Mendoza y Rosita Fernández) que se destacan prominentemente en un gran mural comisionado en 2008 para honrar a los músicos de San Antonio. En 2013, fue iniciada en el Salón de la Fama Tejano ROOTS (Remembering Our Own Tejano Stars/Recordando Nuestras Propias Estrellas Tejanas), uniéndose con otros pioneros de la música tejana, como Narciso Martínez.